Dato oficial: cuánto se necesita para ser de “clase media” en la Ciudad de Buenos Aires

La inflación pega de lleno en el bolsillo de los argentinos. Cada vez se necesitan más pesos para poder comprar los mismos bienes, una carrera constante contra los precios que pocos salarios pueden acompañar. La barrera entre ser de “clase media”, sector “medio frágil” y “no pobres vulnerables” se desdibuja, aunque la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires (DGESYC) le puso una cifra a la canasta de cada segmento social.

En abril, una familia tipo -conformada por dos adultos de 35 años y dos hijos varones de 6 y 9 años- necesitó al menos $320.278,95 para ser considerada de “clase media”. El número, que publicó esta tarde el ente estadístico porteño, contempla que los dos padres son económicamente activos y son propietarios de la vivienda.

Tan solo un mes atrás, en marzo, ese umbral se ubicaba en los $293.925. El monto mínimo se movió $26.353 en solo 30 días, lo que significó un aumento del 8,9% en el costo de vida. Es un avance mayor que la inflación en el mismo período, que se ubicó en 7,8%, según publicó la DGESYC este lunes.

El ejercicio se puede realizar con otros segmentos de la población. Por ejemplo, esa misma familia tipo tendría que tener un ingreso mínimo de $1.024.892 para estar un escalón más arriba y pertenecer a los “sectores acomodados”. O, para el otro lado, el sector “medio frágil” comprende a aquellos grupos familiares que ganan, como mínimo, $256.223.

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“Hay una clase media que se están convirtiendo en media baja por el nivel de ingresos. A pesar de que las dos personas trabajen, no llegan a completar una canasta básica total si tienen que enfrentar un alquiler. En estos casos, empieza a haber un proceso de ajuste en los comportamientos de compra o directamente excluyen ciertos gastos. Por ejemplo, dejan de pagar la obra social y se pasan al sistema público, cortan el cable o usan menos el auto. También hay familias que, para evitar la evolución futura del precio y la pérdida de poder adquisitivo, van al mayorista o tiendas de descuento”, señaló Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market.

El informe también define cuál es la canasta básica total (CBT), el conjunto de bienes y servicios para satisfacer las necesidades comunes de la población, indicador con el cual se define la línea de pobreza. Para esa familia tipo, se estableció un monto básico de $208.569 en abril, un 9% más frente al mes anterior.

Sin embargo, en el trabajo también se consideraron otros grupos familiares para contemplar las realidades de otros hogares porteños. Por ejemplo, una pareja de jubilados con vivienda propia tuvo que ganar $102.573 para no ser pobre. En cambio, para dos jóvenes de 25 años que tienen que alquilar en la Ciudad de Buenos Aires, teniendo en cuenta la crisis habitacional, la cifra asciende hasta los $140.097. En este último caso, sería lo equivalente a cobrar dos salarios mínimos ($69.480).

Por último, se relevó la canasta básica alimentaria (CBA), la cual contempla el dinero necesario para satisfacer las necesidades nutricionales de la población. Es lo que define la línea de indigencia. Para esa misma familia tipo, la barrera se ubicó en los $119.742 el mes pasado. En tanto, para la pareja de jubilado, se consolidó en los $60.460; y para los dos jóvenes adultos, en $72.630.

No obstante, la cifra que alerta a los economistas es la dinámica alcista que está presentando la canasta básica alimentaria: en el último mes, se encareció 11%. En otras palabras: la inflación está impactando en los sectores más vulnerables. La cifra estuvo en línea con el Índice de Precios al Consumidor (IPC) porteño: durante abril, la categoría que más aumentó fue el de alimentos y bebidas no alcohólicas, con un 10,4%.

“En el arranque de 2023, la inflación en alimentos y bebidas se aceleró notablemente. En el primer cuatrimestre, el rubro trepó 37,7% en CABA, 6,5 puntos más que el nivel general (31,2%), un fenómeno que se replica a nivel nacional. Esto marca un elevado impacto asimétrico del proceso inflacionario sobre los hogares, dado que el aumento de los precios difiere a lo largo de la pirámide de ingresos: la inflación de los pobres no es la misma que la de la clase media, que también difiere de la población de mayor poder adquisitivo”, señaló Santiago Manoukian, economista de Ecolatina.

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A eso se suma que los mayores aumentos de precios se registran en los pequeños comercios y autoservicios de barrio, donde el 10% de los hogares más pobres destina el 45% de sus gastos alimentarios. En cambio, en los súper e hipermercados, donde rige Precios Justos y los valores son más bajos, las familias más vulnerables gastan apenas el 15% de su presupuesto.

“Para peor, vemos escasos márgenes desde la política fiscal para procurar una política de ingresos robusta para paliar esta situación. La necesaria reducción del déficit fiscal, frente a un programa financiero ajustado, limita cualquier desvío expansivo. Vale decir, seguiremos viendo aumentos en asignaciones/jubilaciones o el otorgamiento de bonos, pero difícilmente puedan ganarle a la inflación proyectada para el año”, cerró Manoukian.

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