“Dice Cristina que arranquen, que ella ya llega”, bromeaba un operador todoterreno del kirchnerismo, cuando promediaba la noche del domingo y se extendía la espera sobre la suerte final de Sergio Massa y los candidatos de Unión por la Patria en las PASO.
La broma tuvo, como cualquiera de ellas y según el apotegma freudiano, bastante de verdad. Ni la vicepresidenta -que votó en Río Gallegos pasado el mediodía- ni casi ninguno de sus dirigentes más cercanos se hizo ver por el búnker del barrio de Chacarita. Los leales a Cristina quedaron, de ese modo, despegados de la suerte del ministro de Economía, quien luego de recibir el espaldarazo inicial de la expresidenta, se quedó en el último mes de campaña sin fotos con ella, asumiendo la centralidad y la responsabilidad de sostener el barco oficialista. Finalmente, las sonrisas compartidas en el comando del simulador de Aerolíneas Argentinas fueron las últimas de Massa y Cristina juntos y con lectura electoral.
“¿Vamos a dejar que opine la gente?”, le preguntó la expresidenta a los cronistas que la abordaron brevemente a la salida del colegio Julio Ladvolat, en Río Gallegos, donde esperó durante hora y media para poder votar. De buen humor, Cristina Kirchner evitó cualquier referencia a la coalición oficialista y prefirió subrayar que se trataba de un día “con muchas emociones”, enfatizando que votaba en el lugar en el que solía hacerlo el expresidente Néstor Kirchner, cerca del estudio que aún utiliza su hijo Máximo Kirchner, que fue candidato en la provincia de Buenos Aires. “Hay gente que espera toda la vida”, dijo, sin quejarse de la larga espera, en su última aparición de la jornada.
Nadie, a ciencia cierta, esperaba su presencia en el búnker nacional de Unión por la Patria, aunque cerca de la vicepresidenta enfatizaron que se mantuvo “en contacto” con distintos dirigentes durante la jornada electoral. Al igual que con el presidente Alberto Fernández, aunque por razones diferentes, la ausencia de la vicepresidenta fue tomada con naturalidad por el comité de campaña, aunque algunos colaboradores estuvieron en el Complejo C, siempre cerca de los del ministro del Interior, candidato y jefe de campaña, Eduardo “Wado” De Pedro, uno de los pocos que no faltó a la cita. La ausencia de cercanos a Cristina Kirchner alentó a algunos albertistas, como el canciller Santiago Cafiero, a acercarse al búnker oficialista, aunque Máximo Kirchner también terminó apareciendo cuando el clima de derrota se percibía con claridad. Hasta la medianoche, la principal cabeza de la lista de diputados prefería no subirse al escenario y mantuvo el bajo perfil que fue su característica durante la campaña.
“Nos vamos a quedar acá hasta que termine para contar los votos”, comentaron desde un bastión camporista del conurbano, para explicar por anticipado la ausencia de referentes de esa agrupación. Otro leal a la vicepresidenta aducía “problemas de salud” para no estar en el búnker, en el que a partir de las 19 comenzaron a sobrar las alusiones a “leer muy bien el resultado” que arrojarían las urnas, asumiendo que las voces opositoras se escucharon más fuerte en la jornada electoral.
Finalmente, el escenario montado en la intersección de las avenidas Corrientes y Dorrego quedó sin usar. Apenas unos bombos del Frente Renovador amagaron con ponerle color a la espera, pero se apagaron a medida que los votos para La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio comenzaron a consolidarse. Cuando el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, salió a explicar los resultados de “mesas testigo” y “festejó” el segundo lugar en la pelea según agrupaciones políticas, lo hizo junto a los funcionarios bonaerenses Carlos Bianco y Cristina Álvarez Rodríguez, sin rastros de la vicepresidenta ni de la agrupación, que apoyó a Massa en su candidatura presidencial, y ahora deberá barajar y dar de nuevo.