Cristina Kirchner y sus dilemas de poder

En medio de un clima de extraordinario dramatismo que se ha instalado en la provincia de Chaco por el crimen de Cecilia Strzyzowski, las elecciones primarias han dado que hablar por su tensión, por lo parejo del resultado y por el triunfo final de la oposición sobre el oficialismo de Jorge Capitanich. El interés de Chaco excede lo que está pasando electoralmente y lo que pasó este domingo. Porque si miramos lo que sucede con la primaria chaqueña, podemos entender una lógica de lo que puede pasar en las primarias nacionales y entender mejor los desafíos que tienen los candidatos por delante.

Lo primero que hay que decir de Chaco es que se repite la tendencia de la que hablábamos la semana pasada, en relación con otras provincias. Hoy el protagonista electoral en la Argentina es el voto bronca, la gente que le dice que no a la oferta que le presenta la política. Daría la sensación de que, más allá de las leyes, la Argentina se está convirtiendo en un país de voto voluntario dado los niveles de resistencia a participar. Abstención y voto en blanco son dos maneras distintas de repudiar lo que los políticos ofrecen a la ciudadanía. En Chaco, este fenómeno fue de 41,6%. Es altísimo pero no es distinto del que hubo en las elecciones primarias para diputados de hace dos años en la misma provincia. En 2021, hubo también un ausentismo del 40%. Hay que recordar que esta crisis de representación tuvo una manifestación muy contundente hace dos años con elecciones nacionales que fueron las de mayor nivel de abstención en la historia de la democracia.

Hablamos de algo aparentemente intangible pero estratégico para la política porque del nivel de votación, del consenso electoral, es que cada candidato obtiene su legitimidad. Es nada menos que la capacidad que tiene la sociedad para aceptar las medidas que toma su gobierno, sobre todo en los primeros meses. Graciela Camaño, política muy experimentada, suele decir que el combustible con el que llega un gobierno a ser gobierno y que le permite tomar las medidas de los primeros 100 días está dado por legitimidad electoral, o lo que los técnicos llaman legitimidad de origen, que son la cantidad de votos que obtuvo, el consenso que generó a través de la elección. Ese combustible se agota en poco tiempo. Y ya después lo que le da a ese gobernante la posibilidad de sostenerse es el buen o mal gobierno, lo que en los manuales se llama legitimidad de ejercicio. Lo que estamos viendo con estos niveles de abstención es algo tan delicado como que los gobernantes lleguen a ocupar sus sillones en las provincias, y habrá que ver que pasa en las primarias nacionales, con un mandato defectuoso, débil. Todos estamos viendo y sintiendo que las tareas que tiene que realizar la clase política para devolvernos la calidad de vida, triunfar en la batalla contra la inflación, exigen muchísimo poder político. En este punto aparece un desfasaje entre el nivel de respaldo que obtienen los políticos en el proceso electoral con las hazañas que van a tener que hacer después cuando gobiernen.

Hay que mirar Chaco para no engañarse. Porque las primarias, si uno las mira con atención, pueden resultar un espejismo. En la provincia de Chaco, 42,66% de los votos los obtiene Juntos por el Cambio. Gana como precandidato a gobernador Leandro Zdero con 23,07% de los votos de toda la elección. Junto a su rival interno Juan Carlos Polini, que quedó con 19,58%, saca 225.478 votos. Pierde el peronismo, pierde el Frente Chaqueño de Todos con 36,87% y 194.686 votos. Ahora bien, si vemos cuánto sacó Capitanich, recolectó el 36,46% de los sufragios. Cuidado con esto. Mientras tanto, Ismael Espinoza, su contrincante, 0,37%.

Hay que hacer sin embargo una aclaración. Zdero sacó 122.000 votos. Capitanich sacó 193.000 votos. Hay 70.000 votos de diferencia entre uno y otro. Hay un desafío para. Zdero: si le quiere ganar a Capitanich en la elección general debe retener los votos de Polini, que son 103.000 votos. Si el logra sumar esos votos, puede ganarle a Capitanich. Es una tarea técnicamente compleja por la cual Zdero va a tener que incorporar gente de Polini a su equipo, hacer gestos para dejar entender a la base que él es amigo de Polini y que la pelea entre ambos no fue tan dramática. Si trasladamos esto a nivel nacional, es el problema que va a tener el candidato que decida Cristina Kirchner en relación con Daniel Scioli. Y sobre todo el problema de Larreta y Bullrich. ¿Hasta dónde el ganador puede absorber al perdedor? ¿Hasta dónde Capitanich puede aspirar a obtener votos de Polini si la relación entre los dos referentes de JxC es tensa? La primaria es una elección y la general es otra. Uno puede mirar esta elección como dos internas, la de Juntos por el Cambio y la del kirchnerismo. O lo puede mirar como una elección general donde cada uno va a buscar el voto de los chaqueños, aspirando a votos del partido ajeno.

Hay algo más para mirar en el voto en blanco y la abstención. Y es algo desalentador, problemático. Hablé más temprano con el analista político Roberto Starke que me dijo que el mensaje de estas elecciones es que el que no está conforme con el peronismo deja de votar. Es cierto que en la abstención y en el voto en blanco hay una interpelación a los gobiernos. Pero no dejan de votar al oficialismo para votar a la alternativa. Dejan de votar al oficialismo y no votan a nadie. En este voto en blanco y en esta abstención, hay un llamado de atención poderosísimo a aquellos que proponen un cambio pero no logran seducir del todo a la ciudadanía. Si alguien es la alternativa al gobierno de Alberto Fernández o de Jorge Capitanich, que haya 41% de la gente que no votó me está hablando también a mí, porque no logré seducir a una masa importante de electores. Empieza a vislumbrarse, a emitir señales una crisis política que afecta a todos, que no es un problema de gobierno y oposición.

Estamos ante novedades muy importantes en la Argentina. Es un momento raro. Una transición hacia un lugar que no sabemos cuál es. Estos niveles de abstención indican esa extrañeza. Si miramos la política con las categorías con las que la mirábamos hace cinco o siete años, el kirchnerismo y antikirchnerismo sirven cada vez menos para entender. Hay otra novedad a la que todos asistimos pero pasó casi inadvertida. Hace semanas, en un acto público en La Plata, Cristina Kirchner dijo que el objetivo del Frente de Todos, ahora llamado Unión por la Patria, es entrar al ballotage. Dicho de otra manera, no salir terceros. Esta es una novedad de magnitud histórica. Que una líder del peronismo como lo es Cristina nos comunique que hay una posibilidad de que el peronismo salga tercero en una elección presidencial nos hace dar cuenta de que tenemos ante nosotros una reconfiguración de extraordinaria intensidad en todo el mapa político. Una segunda novedad dentro de ese partido es que no solamente Cristina Kirchner dice que pueden salir terceros sino que, además, ahora se le animan. Estamos viendo en estas horas una enorme presión que no es una presión personal sino reglamentaria, de acorralar a los aliados de Alberto Fernández, que van detrás de la candidatura de Daniel Scioli. Esos aliados de Fernández dicen que no se sienten representados por los candidatos de Cristina. La cabeza de este movimiento, que pretende ser un movimiento de renovación dentro del peronismo, es nada más y nada menos que el candidato que Cristina llevaba como candidato a presidente en la elección de 2015: Daniel Scioli. En dos oportunidades fue gobernador de la provincia de Buenos Aires y candidato a vicepresidente de Néstor Kirchner en la fórmula del año 2003. Es otro cambio de gran magnitud. Lo que parecía que no se iba a romper, da la impresión de que empieza a resquebrajarse.

Hace poco tiempo, Alberto Fernández le dijo al periodista Roberto Navarro, afiliado a la corriente oficialista, que él iba a terminar con 20 años de kirchnerismo. Novedad importante para la historia del kirchnerismo. Lanzó la candidatura de Scioli. Esa candidatura nació en un viaje que realizó Pepe Albistur con Victoria Tolosa Paz a San Pablo por las elecciones brasileñas. Ahí plantaron la semilla de lo que ahora vemos como una formación electoral que le discute el poder a Cristina Kirchner y Máximo Kirchner, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde Tolosa Paz pretende quedarse con la gobernación.

Hay una posición activa de Alberto Fernández de dañar al kirchnerismo. De dañarlo más de lo que lo dañó con su obra de gobierno. Esta ambigüedad, que se da en todas las fuerzas políticas, de disputa con el socio y asociación con el que parece ser el adversario, es explotada por Scioli. Ha tenido conversaciones con antiguos amigos de él que ya no tienen vínculo con el kirchnerismo ni con el peronismo, que militan como peronistas en Juntos por el Cambio, pero que hablan con él. Ellos le preguntan: “¿Pero cómo te animás a esta aventura contra Cristina?”. Y él les responde: “Todo esto está arreglado con ella”. Es más, dijo en unas declaraciones que la vicepresidente probablemente vote por él. Insistió en que él trabajó para Cristina y que ella sabe de su capacidad. También emitió un video, de un estilo entre pop y un poco infantil, en donde se lo puede escuchar elogiar al gobierno de ella en 2015 y señalar que de ese gobierno que ella añora, él era el candidato. “La mejor Cristina está promoviendo al mejor Daniel o al mejor ‘Pichichi’”, dice él.

Los que hacen números, sumas y restas, se preguntan: ¿cuántos votos puede tener el PJ como marca? Un 30%. ¿Cuántos pueden tener Cristina o el candidato por el que ella haga campaña? Un 25%. ¿De dónde saca los votos Pichichi? Se queda con el 5%”. Scioli, por su parte, cree que puede traer votos de afuera. Justamente, resalta que su aporte es traer votos del centro al que Cristina y el PJ de hoy no llegan. Por eso le dijo a Patricia Bullrich: “Yo te voy a convocar cuando sea presidente”. En realidad lo que está diciendo es que va a buscar esos votos del medio -a los que también aspira Larreta-, en la idea de que las PASO parecen internas pero no lo son. No es la interna de Juntos por el Cambio contra la de Unión por la Patria. Cada candidato va en agosto a una elección general que parece una interna. Entonces Scioli piensa: “Yo puedo aspirar a los votos de Larreta”. Igual que Larreta piensa: “Si me ponen un candidato más duro del otro lado, un kirchnerista como Axel Kicillof o Wado de Pedro, yo puedo aspirar a votos desencantados o vacantes de un peronismo que no quiere ir con Cristina”. Todo esto está abierto. Es la lógica de la elección.

Hay otra pregunta: ¿cuánto pesa la estructura? Y vale centralmente para Javier Milei, de quien se dice que está estancado. También, que ha quedado, en lo personal, emocionalmente afectado por todos los desencuentros y los sinsabores que supone armar las listas. Armar una estructura tiene que ver con algo del sistema electoral, que es la lista sábana. Si yo quiero ser presidente, no compito solo con otros presidentes. Como podría ser en la boleta única. Hay que tener una estructura hacia abajo de miles de personas. Son candidatos a gobernador, a diputados nacionales, a senador nacional -allí donde se eligen- a diputados y senadores provinciales, a intendentes y concejales. Como sabemos, mucha gente vota al intendente, que es el que tiene relación con su vida concreta de todos los días. Todo ese ejército que hay que armar, en realidad le imprime a todo el sistema un sello muy conservador: quien no tiené esa estructura, no puede entrar al juego. La pregunta es: ¿Scioli tiene todo eso? ¿Logra armar, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, que es donde se da la gran batalla, una estructura con miles de personas? Sus colaboradores dicen: “El problema que tenemos no es la estructura, sino la reglamentación. En la reglamentación que ideó Máximo Kirchner nos pusieron reglas de muy difícil cumplimiento, que desalientan nuestra participación”. Por ejemplo, para tener un concejal, una lista minoritaria, tiene que sacar 30% de los votos. Y ahí el concejal que logre incorporarse con ese porcentaje, ingresa en el 7° lugar. Los de Scioli, Tolosa Paz y Alberto Fernández recalcan que es muy difícil meter a siete concejales. “Tenés que sacar 30% de los votos para, al final del camino, no incorporar a nadie a ese Concejo Deliberante”, dicen.

Para entender la lógica de lo que se discute en estos repartos de lugares , se parte de una hipótesis relativa al resultado. La hipótesis que está trabajando Máximo y Cristina Kirchner es una derrota. Por eso, ella dice que pueden salir terceros. Ese peronismo derrotista, tiene poco para repartir con la oposición interna. Por eso han hecho una reglamentación muy restrictiva. Por ejemplo, les dijeron a Scioli y a Tolosa Paz que tienen que conseguir avales. Pero no solo del PJ, sino también de partidos que son del kirchnerismo, y que no se los van a dar. Lo curioso es que en esa reglamentación aparecen los representantes de Scioli. Alguien se distrajo en lo que firmaba… Por eso ahora van a ir a la Junta Electoral a quejarse. No solamente hay una interna del kirchnerismo, con Scioli, Tolosa Paz, que los desafían, sino que van a un pleito judicial. Con picardía, Cristina dice: “Me quieren aplicar el lawfare. Es mi partido. Alberto y Scioli son como la oposición, o como Clarín, que me quieren proscribir en la Justicia”. Del otro lado, le dicen que no van a la Justicia, sino a la Junta Electoral, que la componen un miembro de la Suprema Corte -Sergio Torres-, un representante del Tribunal de Cuentas -cuya cabeza responde a Axel Kicillof- y miembros de las cámaras judiciales de La Plata. Esa Junta va a tener que dirimir si tiene razón Máximo Kirchner, o Daniel Scioli y Victoria Tolosa Paz. Es decir, si hay una discriminación de la minoría, donde no se los deja participar. ¿Eso no será deliberado? No será que Cristina y Máximo están diciendo: “Hacemos una reglamentación tan restrictiva porque lo que quiero es que se vayan. Con cualquiera de los partidos que tienen, lanzate a competir por afuera“. ¿Por qué lo hacen así? Porque tienen más poder. El juego es bien kirchnerista. Había un antiguo dirigente de la provincia de Corrientes, que tenía una frase, una especie de sentencia de un constitucionalismo surrealista: “Poder que no abusa, pierde prestigio”. Eso se está demostrando en la interna bonaerense.

Todavía no se sabe qué va a pasar con los candidatos de Cristina. Seguramente, la candidatura de Daniel Scioli fue el tema que se discutió este fin de semana en Santa Cruz, donde estuvo Cristina, Máximo y el núcleo más íntimo de la vicepresidenta. A menudo le dicen: “¿Estás seguro de que con lo poquito que tenés podés ganar?”. Y él responde: “A mi me pasaba con la lancha, empecé a competir en las carreras off shore con una lancha muy chiquita. Y un día, el que iba delante tuvo un accidente, y el otro se equivocó con unas boyas y terminé ganando yo”. Hay algo providencial de Scioli en la visión de su propia historia. Bueno, él cree que le va a pasar en la elección.

La presencia de Scioli introduce un cambio en toda la evaluación de las candidaturas del kirchnerismo duro. Ahora no hay una candidatura unificada. Cristina quería una candidatura unificada, pero Scioli ya firmó su postulación. Por otro lado, Massa le dice a los empresarios que él ya está. Dice que la fórmula va a ser Sergio Massa-Alicia Kirchner. ¿Alguien lo puede desmentir? ¿Tiene algún dato? Daría la impresión de que tampoco. Pero hay empresarios que le creen. Él dice que la bolsa se movió favorablemente porque va a haber una continuidad de su orden económico. Hay algunos graciosos que entonces dicen que la inflación sigue subiendo.

Lo concreto es que él dice que puede ser el candidato. Otros dicen: “No, estamos en un problema. ¿Le vamos a dar a Massa el mérito de ser él quien salva las banderas kirchneristas? Tiene que ir uno nuestro a vencer a Scioli”. Gran enojo de Massa con Alberto Fernández por proponer al embajador en Brasil. Massa piensa algo parecido a esto: ”Por tu culpa, Alberto, que proponés a Scioli, ahora están cuestionando mi candidatura en la mesa de Cristina, cuando yo quería ser el candidato de todos”. Alberto Fernández, que cuenta anécdotas que nadie conocía, de pronto ahora le dice a sus amigos: “El ofendido soy yo. En conversaciones que teníamos con Sergio, me prometía que me iba a acompañar en esta tarea de terminar con 20 años de kirchnerismo”. ¿Massa traiciona en los dos lados de la mesa? No sabemos. ¿Alberto inventa esas historias? No lo sabemos. Lo que sabemos es que en el oficialismo está todo partido.

Hay otro problema. En el kirchnerismo se plantean que, si de lo que se trata es de ganarle a Scioli, no se le puede dar esa posibilidad al ministro de Economía. El relato se destruye: “¿Vamos a ir con Massa, que está discutiendo el acuerdo con el Fondo? ¿Nosotros, que votamos en contra del acuerdo con el Fondo?”. Máximo Kirchner, que con tal de no votar el arreglo con el FMI renunció a la presidencia del bloque de diputados, ¿va a ir con Massa como candidato? Estos son argumentos que prosperan, sobre todo, en el entorno de Wado de Pedro, que es el que pelea con Sergio Massa la candidatura mayor. Es una nueva rareza. A Alberto Fernández se le oponen su ministro de Economía, y su ministro del Interior. Si hay dos ministerios claves en todo gobierno, son los de Economía e Interior. Él los tiene en contra. Van a la cancha a hablar en contra del gobierno al que pertenecen y al que hasta ahora no piensan renunciar.

Hubo un detalle al que hay que prestarle atención. Oscar Parrilli, probablemente la persona más cercana a Cristina Kirchner de todo su entorno, dijo: “Queremos hacer un trasvasamiento generacional -vieja afirmación de la década de los ‘70- y que el candidato a presidente sea un hijo de la generación diezmada”. Lo acaba de decir. Está hablando de Wado de Pedro, hijo de desaparecidos.

A lo mejor, Cristina Kirchner tiene que terminar volviendo de una receta fallida. Si no quiere que sea Massa, y no le alcanza con De Pedro porque es poco conocido, irá Axel Kicillof, que dejaría vacante la candidatura a gobernador. Nota al pie de página: esa candidatura le interesa a Máximo Kirchner, que a lo mejor le gustaría ser candidato a gobernador y pasar los próximos cuatro años en la oposición, sentado nada menos que en la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Ahora, Kicillof, en una irreverencia que se le desconocía, empezó a pintar la provincia de Buenos Aires con carteles que dicen “Axel Kicillof 2023 – candidato a gobernador”. Lo hizo antes que Cristina de vuelta la baraja y diga qué rol le asigna a cada uno. Es decir, también se le anima Axel Kicillof para irritación de Máximo Kirchner, y probablemente de Cristina.

La candidatura de Massa tiene otra rareza, y es que iría como candidato el ministro de Economía que está en dificultades como nunca tuvo con el Fondo Monetario Internacional. Tanto que no se sabe si viaja esta semana a Washington a terminar el acuerdo. ¿Por qué? El viernes hubo una conversación a través de Zoom de Fernández y Massa -que se hablan poco- con Kristalina Georgieva. Ella les dijo: “Espero que hagan algo”. Es como la frase de Marcos Peña, hablando una vez frente al Congreso: “Háganse cargo”. Georgieva les dijo que el programa económico argentino no llega ni de lejos a las cifras prometidas de acumulación de reservas y tampoco a las cifras prometidas de déficit fiscal. El Gobierno sigue diciendo que hubo sequía y que eso afectó en los dólares y también en la recaudación, de hecho, también cayó el Impuesto a las Ganancias por el mismo motivo. Pero Georgieva insistió: “Háganse cargo. Tráeme otros números, sobre todo, si me vas a pedir que te adelante los recursos de acá hasta fin de de año”. Ese es el argumento del Fondo ahora.

Massa está pidiendo los desembolsos de todo el año en junio. Pero en el Fondo le dicen que no. “No te vamos a dar los dólares para que te los gastes defendiendo un dólar atrasado con respecto a la inflación en el mercado de cambios. Si querés eso, por lo menos, tenés que devaluar”. Massa mira a Cristina y ella dice que no. “¿Cómo vamos a devaluar en medio de la campaña electoral con 140% de inflación anualizada? ¿Querés incendiar la campaña? Y en este drama está Massa, que posterga la negociación y ofrece casi entrar en default, pagando US$1700 millones el día del vencimiento para poder seguir discutiendo. Estamos hablando de un eventual candidato a presidente que está al borde del abismo como ministro de Economía. Probablemente, ser candidato a presidente lo hunde más en esa negociación. En el Fondo hay quienes piensan: “¿Usted, que tiene que buscar votos, me promete ajustes? No, mándeme un técnico, que no tenga corazón. No uno que esté buscando votos y que tiene por lo tanto ningún incentivo a hacer ajustes”. Los técnicos como Rubinstein le dicen: “Sergio, alguna devaluación tenés que ofrecer. Al menos 20%. Pese a lo que piensa Cristina Kirchner”. No estamos diciendo que no hay devaluación. El peso se está devaluando al ritmo de la inflación. Lo que pasa es que a Fernández le piden más. En el Gobierno tienen miedo. En este contexto, una devaluación se va, sobre todo, a los alimentos. Empieza eso una dinámica que no sabemos si la paramos. En plena campaña electoral. Es decir, el Gobierno y nadie sabe cómo vamos a llegar respecto del clima económico a las elecciones.

Juntos por el Cambio también está hirviendo. No tiene el problema de ser gobierno, de tener que administrar esta inflación, ni tampoco de estar fracturados del modo en que lo están Cristina Kirchner y Alberto Fernández, como si fueran dos partidos distintos. La gran contradicción está entre ellos. Hay, en estas horas, grandes definiciones de Bullrich y Larreta. La interna de la UCR se ordena centralmente detrás de estos dos candidatos. El radicalismo tiene un solo candidato a presidente: Facundo Manes, que promete inscribir la candidatura. La estructura radical, sin embargo, parece haberlo dejado vacío a Manes, que confía en su relación con el electorado.

Los radicales van a buscar distintos lugares, distintas posiciones, como variables de la interna de Pro.

Larreta está cerrando su acuerdo, muy probablemente -puede haber sorpresas como siempre- con Gerardo Morales, como candidato a vicepresidente. Eso tiene una derivación no evidente, pero importante. Para la relación interna de Pro y para el duelo que él protagoniza con Mauricio Macri. Morales es el principal aliado de Martín Lousteau en la pelea por la jefatura de gobierno porteño en contra de Jorge Macri. La pregunta que uno se hace es: ¿puede Larreta tener como candidato a vicepresidente a un aliado de Martín Lousteau? ¿Y jugar al mismo tiempo a favor de Jorge Macri, que hoy ya es el candidato, por su proximidad con Mauricio Macri, de Patricia Bullrich? Gran problema para la sucesión en el mando de la Capital. Hay que reconocer que Pro no ha demostrado ser una gran escuela donde ir a aprender política. De hecho, Rodríguez Larreta carece de un candidato propio en su partido para su sucesión. Y al candidato de Mauricio Macri lo tuvieron que importar desde Vicente López: renunció a la intendencia el 1° de junio. Hasta esa fecha era intendente en uso de licencia y ministro de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Jorge Macri tiene problemas para ser jefe de Gobierno porque la Constitución local exige cinco años de residencia efectiva en la ciudad de Buenos Aires, que él no tiene. Si él hubiera estado ese lapso residiendo en la ciudad, no hubiera podido cumplir con lo que dice la Ley Orgánica de las Municipalidades que es tener dos años de residencia en el mismo municipio, en este caso en Vicente López. No obstante, como la Constitución de la ciudad no dice cinco años “inmediatamente anteriores”, muy probablemente la Justicia le dé la razón a Jorge Macri y le permita presentarse y no haya un conflicto judicial, como si se está habiendo en Unión por la Patria en la provincia de Buenos Aires.

La pelea dentro del Pro en la ciudad de Buenos Aires es crucial porque el Pro porteño es a Larreta y a Macri lo que la provincia de Buenos Aires es a Cristina Kirchner. Larreta está buscando entonces una alianza con Gerardo Morales y piensa, insisto, en estas horas, en Miguel Pichetto como primer candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires. Pichetto sería, en caso de triunfo de Larreta como presidente, el jefe de la Cámara de Diputados. Por otro lado se integra otro sector del radicalismo, que pretende ocupar la vicepresidente de Patricia Bullrich. En este momento, Bullrich duda. Considera a Maximiliano Abad, presidente del partido radical bonaerense, muy ligado a Ernesto Sanz y Jesús Rodríguez. También ahí hay un ruido porque ¿cómo hace Abad para sumarse a la fórmula de Bullrich y ser al mismo tiempo aliado de Diego Santilli en la Provincia? Abad tiene un pacto con Santilli en contra del candidato de Bullrich que es el intendente de Lanús, Néstor Grindetti. Lo que estamos viendo es que hay muchos intereses cruzados, que en el fondo nos da la imagen de que hay poco de conceptual en estas peleas. Abad era el principal soporte de Manes, a quien ahora abandona para entregarse a Bullrich. Porque el criterio ordenador no es conceptual, sino de carrera política y de poder. En el caso de los radicales, de enfrentamiento interno entre ellos. El otro candidato es Miguel Naidenoff. Y también analiza a Luis Petri, mendocino y candidato a gobernador hasta hace 10 días del radicalismo de Mendoza, que es derrotado por Alfredo Cornejo que será, muy probablemente, el próximo gobernador de Mendoza. Es importante mirar a Luis Petri por la enorme gravitación que tiene la palabra de Cornejo en el cerebro de Patricia Bullrich. Es el radical al que más escucha. Y si uno mira la interna de Mendoza con lupa, tal vez Cornejo no quiera que crezca un Maxi Abad, discípulo de su adversario interno en Mendoza, que es Sánz. Es decir, entramos ya en los misterios de la interna radical, que son insondables.

Vuelvo al comienzo. No solo hay abstención. No solo hay voto en blanco. En las elecciones generales y las elecciones donde se define el poder, un desafío de la clase política es recuperar la adhesión de la gente y que vaya a votar más de lo que votó ahora en las elecciones provinciales. Que el mandato sea más contundente, que tengan espalda para tomar las medidas que tengan que tomar con una economía endiablada, que no se soporta más y que hay que cambiar. El segundo problema o amenaza que se posa sobre esta clase política y que tendrá que resolver es la fragmentación, el nivel de conflicto que se vuelve personal por la falta de concepto. Detrás de lo que parecen proyectos distintos de poder, parece haber nada más que proyectos biográficos. Eso habrá que subsanarlo. Habrá que lograr lo que decíamos del Chaco, que el que gane absorba al que pierde, al votante que pierde porque con mucha abstención y mucha fragmentación. Con mucha abstención y una gran fragmentación, la tarea que hay que hacer para mejorar la calidad de vida de todos nosotros se complica muchísimo más y, sin ser agoreros, la estabilidad del próximo gobierno puede estar amenazada.

MySocialGoodNews.com
Logo
Enable registration in settings - general
Shopping cart