Santiago Siri es el mayor referente de criptomonedas en la Argentina. Es programador, tiene 39 años y vive fuera del país hace nueve, pero está analizando retornar a la Argentina. Si hay un proyecto político que lo inspire, no descarta anotarse desde algún lugar en las próximas elecciones. De hecho, antes de irse del país, fundó el primer partido político digital, en 2013, que se presentó a elecciones, el Partido de la Red.
Actualmente, es presidente de Democracy Earth Foundation, un software de código abierto y gratuito para hacer votaciones basadas en la tecnología de Ethereum, y está detrás de la criptomoneda Universal Basic Income (UBI), que busca ser una respuesta al avance de la automatización y la robotización.
–¿Está analizando volver a vivir a la Argentina?
–Llevo nueve años viviendo afuera. Pude vivir en San Francisco, Nueva York y en Madrid. Todos los lugares me dieron oportunidades maravillosas, pero al final del día, mis fines de semana y mi tiempo libre transcurrían con argentinos. Para mí hay una frase muy maradoniana que dice que uno se puede ir de la Argentina, pero la Argentina nunca se termina de ir de uno. En las últimas veces que estuve viniendo, sobre todo desde que vine con Vitalik Buterin [el fundador de la tecnología cripto Ethereum], en 2021, me encontré con una Argentina donde, a pesar de todas las dificultades, hay muchos jóvenes construyendo tecnología, innovando, creando cultura, exportando al mundo y soñando con un país mejor. Soy muy agradecido de la experiencia que pude tener afuera, porque me dio una perspectiva que creo nunca hubiese podido lograr estando acá solamente. Y además me hizo conocer a la Argentina desde otro lugar. Pude conocer argentinos de todos los colores, de todas las partes del país y la verdad es que es un país genuinamente con gente maravillosa.
–¿Por qué cree entonces que hay tanto pesimismo de los argentinos que viven en el país?
–Yo también tuve ese pesimismo. Me fui muy frustrado de la Argentina, estuve casi tres años sin volver. Me fui en 2015, habiendo intentado hacer una pequeña odisea política con el Partido de la Red y descontento con lo inútil que parecía todo en la política contemporánea. Eso no cambió, no voy a mentir. Tengo la sensación de que, en líneas generales, el nivel es bajo. Pero con el tiempo uno ve que tenemos muchas virtudes también, que no se aprecian con el debido rigor. El argentino es extremadamente creativo, extremadamente afectuoso, sus amistades son para toda la vida, es muy solidario y realmente tiene una energía, un plus extra que, cuando lo ves operar en otros países del mundo, lo tiene todo. Voy a contar una anécdota. Mi hermana vive en Suiza y perdió la cartera con todos los documentos. Las amigas le dijeron: “Tranquila, esto es Suiza, ya va a aparecer”. Al día siguiente, la llaman por teléfono y le dicen que habían encontrado su cartera. ¿Quién la había encontrado? Un argentino.
–¿Es optimista entonces de que, pese a que hace más de 40 años la Argentina vive en crisis recurrentes, puede haber un punto de inflexión?
–El otro día fue extremadamente angustiante ver el roce del dólar a los 500 pesos, pero ¿quién puede decir que está sorprendido de eso después de 20 años? Nadie. Veo que hay una inmensa desconexión entre la generación offline, que es la generación que gobierna, y la online, que es la mayoría, es más del 50% del padrón en esta elección que tienen menos de 40 años. Son los millennials, centennials y los próximos extraterrestres. Los menores de 40 vivieron toda su vida en democracia, son los hijos de la hiperinflación y del corralito, ya no son tan jóvenes y muchos de ellos salieron a construir, a emprender, a crear institucionalidad a través de las redes, a través de internet, nuevas formas de medios, nuevas formas de música y nuevas formas de tecnología. “Cripto, trap y escaloneta”, para mí es como la “Santa Trinidad” para salvar al país. La clave está ahí, en una oxigenación de las nuevas generaciones, que creo que puede ser muy positivo y constructivo para la política. Me doy cuenta de que, teniendo 39 años, estoy en un momento que puedo articular entre esos dos mundos: el offline que gobierna y el online que es la mayoría.
–Esa generación sub 40 nunca vio crecer a la Argentina de manera sostenible tampoco.
–Eso es lo terrible. Acá hay una, dos, tres y cuatro generaciones que sienten que la Argentina siempre fue en picada hacia abajo. Mis hijos, nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos. Todos sentimos que estamos en esta decadencia perpetua. Da un poco de miedo. En 1910, las revistas argentinas mostraban que nos sentíamos la nación más rica del mundo. Era impresionante el optimismo, la ilusión, la esperanza y no es que el argentino era otro. Si uno lee el Facundo de Sarmiento, él decía que el argentino era un ser que tiene un sentimiento de superioridad sobre sí mismo, que genera la envidia y el rencor de sus vecinos latinoamericanos. Ya éramos así, siempre fuimos así. La Argentina no es un país, es una civilización, es una forma de ser.
–¿Cree que hay algún líder político que inspire con su discurso ese optimismo?
–Es muy políticamente incorrecto ser optimista en la Argentina. Muchos referentes de la política cantan el típico tanguito de que todo es una m…, mientras se toma un rico malbec. Entiendo, obviamente, que tenemos situaciones acuciantes, urgentes e inmediatas que deben ser atendidas y que claramente no lo estamos logrando de forma satisfactoria. No obstante, existen diamantes en bruto escondidos dentro de nuestra sociedad, que pareciera ser que el sistema mediático tradicional, o la política, o el liderazgo del país desconoce casi por completo, porque no fueron alfabetizados para eso. Son extranjeros en el campo del streaming, de la programación y del desarrollo tecnológico digital. Es verdad que hay un desalineamiento de incentivos muy grande, porque nosotros tenemos genuinamente un capitalismo tecnológico nacional que hizo uno de cada tres unicornios de América Latina, incluido el más grande de todos ellos [Mercado Libre]. Y eso es un activo geopolítico. Para China, tener a Alibaba o a Tencent, sus grandes empresas tecnológicas, es un activo geopolítico. TikTok es un activo geopolítico. La Argentina tiene que empezar a entender la relevancia que tiene su desarrollo en el campo cognitivo.
–Sin embargo, la mayoría de los dueños de esas empresas tecnológicas argentinas decidió irse del país y dirigir sus negocios desde otros lados…
–Yo también me fui del país. Me fui frustrado por el choque con el sistema político en pequeña escala. Hay argentinos por todos lados en este momento y esa diáspora existe, es real y al final del día, creo que casi todos terminan haciendo comunión y amistad con otros argentinos. Lamentablemente, creo que en el país hay mucho tabú con discutir sobre cómo generar riqueza. No obstante, ha tenido estos emprendedores, los tiene y los tendrá. Las nuevas generaciones se vienen con todo. Creo que en los últimos años, esta rebeldía que encolumnó al fenómeno Javier Milei, si bien pienso que su máxima aspiración francamente debería ser la de ser un profesor universitario, porque es alguien que disfruta de citar papers y solo sabe hablar de un tema, le reconozco que él pudo hacer que hablar de capitalismo, de mercado, de generar riqueza, de propiedad privada, de innovación o de racionalización económica está bien, es necesario y es importante. Si miro la carrera presidencial, el 80% del electorado va a votar eso, más allá de quien sea el ganador. Me parece que es una oportunidad que en la Argentina deje de ser tabú hablar de capitalismo, para poder hacer entender que también tenemos capacidad tecnológica desarrollada por un capitalismo tecnológico nacional, que puede contribuir buenas herramientas a resolver los problemas que tenemos.
–¿Volvería a la política?
–Si aparece un proyecto de país que genuinamente me ilusione con la posibilidad de transformar a la Argentina, no tengas duda que sí. Estoy muy agradecido por la experiencia que tuve de poder vivir afuera. Estados Unidos es un país que da muchas oportunidades, pero también es un poco un “sálvese quien pueda”. Madrid es un gran lugar para familia y amigos, seguridad y estabilidad, pero el confort hace que uno pierda también las ganas de seguir creciendo. La Argentina es mi casa. Viviendo afuera uno, descubre el lazo fraternal que tenemos en común todos los argentinos. Cuando vengo a Buenos Aires, la gente en la calle me saluda y me agradece por haber descubierto sobre Bitcoin o cripto. En la pandemia hubo mucha gente que se interesó por estos temas y me doy cuenta de que puedo aportarle algo al país y hacerlo desde un lugar donde no se me calcifique el corazón.