La Argentina está desde el viernes en un club muy particular junto con Turquía, Pakistán, Siria, Yemen y hasta la Gaza de Hamas.
Los países y territorios que recibieron asistencia económica o préstamos de Qatar suelen compartir algunos rasgos: tienen economías muy frágiles, situaciones sociales volátiles y gobiernos que van desde la abierta inclinación autoritaria hasta el terrorismo. Algunas son naciones al borde de la destrucción total; otras están enfermas pero con pronóstico parcialmente positivo. Todas sufren de una aflicción, la pérdida de la confianza internacional, sobre todo de otras naciones potencialmente acreedoras.
Lejos está la Argentina, una de las democracias más resistentes de la región, de ser un nido autocrático, como la mayoría de sus compañeros de club y el país que fue a su rescate. Pero sí padece de la falta de confianza global, al punto de que ni su mayor socio de este período democrático -Brasil- accedió a comprometerse con asistencia económica. Cuando, en mayo pasado, Alberto Fernández y Sergio Massa fueron a pedírsela a Lula, volvieron con todo “el cariño” del presidente brasileño pero con las manos vacías. Ni Brasil, ni el banco de los Brics, todas las puertas se cerraron y solo se abrió la de Qatar.
La Argentina necesita dólares para sobrevivir. Necesita, en definitiva, del mundo. Pero el resto de los países no le creen y los costos de la desconfianza y del aislamiento son cada vez más altos. ¿Cómo piensan los precandidatos a suceder a Alberto Fernández gestionar uno de los mayores desafíos del próximo mandato, la revinculación de la Argentina con el resto del planeta?
Un diagnóstico vertiginoso
Hundidos en las profundidades de la política local, al levantar la mirada, el o la ganadora se encontrará con un mundo atravesado, como pocas veces en la historia reciente, por fenómenos que definirán al planeta y la vida de miles y miles de millones de personas durante muchas décadas: el cambio climático, la tensión entre democracia y autocracia, la rivalidad entre China y Estados Unidos, una guerra en Ucrania que no tiene fin a la vista y que altera cíclicamente el precio de los alimentos, falta de desarrollo de regiones muy vastas y la desigualdad. Todos están de alguna manera relacionados, todos reclaman a los países decisiones inmediatas.
Ese escenario será más desafiante que el que recibió a los últimos presidentes argentinos y obligará al próximo gobierno a ejercicios de relaciones internacionales bastante más complejos que la alineación ideológica de Cristina Kirchner, el declamativo e incompleto “regreso al mundo” de Mauricio Macri o los volantazos diplomáticos de Alberto Fernández.
“Hoy hay que pensar la política exterior en función de grandes temas y articular las relaciones con los países en función de eso. Sería un mapa conceptual renovado en función de problemas y no de actores. Sabemos que este mapa territorial, organizado en función de países y con categorías ideológicas, no es exitoso. Lo vemos en la relación de Fernández con Lula o con Gabriel Boric”, dice, en diálogo con LA NACION, Federico Merke, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
Merke enumera los tres temas que podrían ayudar a conectar a la Argentina con el mundo en función de los que el mundo hoy necesita: derechos humanos, crecimiento y transición energética.
Conversaciones con los referentes de política exterior de los cuatro candidatos con más chances evidencian un consenso rotundo sobre cuál tema debe guiar, casi con exclusividad, al próximo gobierno: rescatar la economía para apurar el crecimiento. Divisas, divisas, divisas son la prioridad del próximo gobierno y de su Cancillería, no importe quién gane las elecciones presidenciales. Los otros temas, ya con menos consenso, se articulan en función del crecimiento.
Una política exterior de adentro hacia afuera
Con menor o mayor detalle en sus propuestas, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Sergio Massa y Javier Milei plantean un acercamiento al mundo basado en las urgencias agobiantes de la vida diaria argentina. Lo hacen a través de sus referentes: el exsenador Federico Pinedo para Bullrich; el ex vicecanciller y economista Martín Redrado para Larreta; el diplomático con 32 años de carrera Gustavo Martínez Pandiani para Massa, y la economista y candidata a diputada Diana Mondino para Milei.
“La Argentina necesita desesperadamente al mundo. Y hay un matrimonio inesperado que se da cada 100 años y es que el mundo también necesita a la Argentina”, advierte Pinedo, en diálogo con LA NACION.
Alberto Fernández repite una y otra vez eso de que el mundo necesita a la Argentina. Y su gobierno celebró los 88.450 millones de dólares de récord de exportaciones del año pasado (las importaciones también fueron un pico, eso no festejó tanto).
Pero, claro, la Argentina está llena de restricciones cambiarias, burocráticas, logísticas, impositivas; ese combo y la sequía hicieron que las exportaciones se desplomaran y que el rojo de la balanza comercial fuera récord en junio pasado (1727 millones de dólares). Exportar, por más que se quiera, no parece tan fácil.
“Tenemos que abrir mercados y posibilitar el flujo para duplicar las exportaciones en la próxima década. Hay cuatro regiones con las que vamos a concentrarnos, China, India, la Asean [Asociación de Naciones del Sudeste Asiático] y el norte de África”, dice Pinedo.
Redrado, por su parte, explica que aplicaría una “política internacional para el desarrollo, tangible para el ciudadano común, es decir que produzca más dólares”. “Tiene que ser una política que se pueda medir: cuántos dólares genera y cuántos dólares produce”, dice el economista.
Para eso, el plan del precandidato de Juntos por el Cambio contempla, entre otras cosas, dinamizar las negociaciones internacionales, hacer acuerdos con el Sur global y cerrar el acuerdo Mercosur-Unión Europea. “Nuestra voluntad es firmar como está el acuerdo”, dice Redrado y agrega que el tratado da tiempo para ir acomodando las normas y los sectores.
Acuerdos, divisas y confianza
También para Mondino es esencial aprobar “lo antes posible el acuerdo con la Unión Europea”. “La Argentina necesita un programa de estabilización y crecimiento. Eso representa exportar más y se termina plasmando en tratados de comercio”.
Pinedo cree que el acuerdo es central pero avala “cualquier mejora en el texto que le permita a la Argentina ordenar la economía”.
Más en línea con los cuestionamientos de la administración Fernández está el programa de Massa. Como el resto de los referentes, Martínez Pandiani cree que el socio esencial a recuperar es Brasil, pero muestra diferencias respecto del acuerdo con la UE.
“¿Queremos una mejor relación con Europa? Sí. ¿Queremos cualquier acuerdo con Europa? No. Lo primero que queremos es cambiar los términos de la discusión. Es importante que haya un capítulo ambiental pero que no se transforme en una barrera paraancelaria”, dice Martínez Pandiani, para quien la prioridad de una Cancillería de Massa sería “abrir nuevos mercados con un enfoque diferente, de mayor valor agregado”.
Abrir nuevos mercados, gestionar relaciones comerciales, tentar a inversionistas suenan necesarios para la Argentina de hoy pero se pueden topar con otro déficit del país en su vínculo con el mundo. ¿Si la Argentina no cumple sus obligaciones como deudor, por qué habría de cumplirlas como proveedor de productos que tanto necesita el mundo? La falta de dólares en la economía local es directamente proporcional a la ausencia de credibilidad del país ante el mundo. ¿Cómo haría el o la próxima presidenta para revertir un fenómeno que lleva años creciendo?
“No vamos a tener credibilidad si no mostramos un programa de estabilidad, de normalidad con leyes con mayorías especiales para demostrar que esto no tiene marcha atrás”, advierte Redrado. A ese concepto, Pinedo le agrega “previsibilidad”; Mondino, “mostrar varias veces que te podés portar bien” y Martinez Pandiani, “con prácticas concretas, sin promesas, y de la mano del sector privado”.
Equilibrio entre los gigantes
Martínez Pandiani advierte que, en caso de que Massa gane, lo que prevalecerá es el pragmatismo, en especial para encontrar el lugar de la Argentina ante una competencia entre Estados Unidos y China que cada vez interpela más a los países comercial, política y estratégicamente.
“La Argentina tiene en su ADN no comprar conflictos que no sean nuestros. Ahí siempre hay que priorizar el interés nacional, que es crecer. La Argentina no debe quedar cautiva de nadie”, dice el diplomático y cita a un exlíder de Barbados, que solía decir: “Amigos de todos, satélites de nadie”.
Ese ejercicio de equilibrio pragmático entre Estados Unidos y China puede peligrar y transformarse en una riesgosa acrobacia cuando los intereses estratégicos están en juego con inversiones en sectores sensibles, como puertos, plantas de energía, sistemas de telecomunicaciones, hidrovías o compra de armamento.
Tanto Pinedo como Redrado concuerdan que es esencial para la Argentina mantener relaciones ricas con ambas potencias, con algunos asteriscos. “China sabe que los temas de Defensa son sensibles y no queremos que el conflicto global ingrese a la región”, opina Pinedo.
Redrado manifiesta esa distinción con otras palabras. “Está claro que pertenecemos a Occidente, pero mantendremos la relación con China. La Ruta de la Seda, sí; la entrada a los Brics, no”, dice y agrega que, de ganar Larreta, la Argentina accionará la invitación a ingresar a la OCDE.
Sin excepción, los referentes de los candidatos enfatizaron que el respeto de la democracia y derechos humanos será un valor que moldee la política exterior. Ese prisma dará forma a todas las decisiones relacionadas a las dictaduras de América Latina, sobre todo en los organismos regionales, y no tanto a la relación con China. Esa contradicción -exigencia de democracia para unos y no para otros- no es excluyente de los precandidatos argentinos; es más bien un mal que aflige a la mayoría de los líderes latinoamericanos. Tampoco es la única contradicción.
“La Argentina tiene que conducirse por los valores de la libertad y la democracia y dejar de hacerse llevar por los intereses del partido de gobierno. Nosotros no negociaremos con autocracias,” dice Mondino, referente de Milei, de proclamada adhesión a Donald Trump y Jair Bolsonaro, dos presidentes que, al desconocer resultados electorales, acercaron sus países a la deriva autocrática.