El 22 de octubre estaremos votando en las elecciones presidenciales. Y hoy damos el primer paso, seleccionando a los candidatos que competirán. Hace exactamente 36 años, en octubre de 1987, el entonces alcalde de Moscú, Boris Yeltsin, dio uno de los discursos más importantes de la era moderna. El entorno de su discurso tiene, sorprendentemente, muchos paralelos con el trasfondo de la elección argentina de 2023. El volátil Yeltsin hizo algo que, pese a que la Perestroika (reestructuración) y el Glasnost (apertura y transparencia) ya habían sido lanzados por Mikhail Gorbachov, era impensado hasta entonces: dio un discurso en el pleno del Politburó criticando fuertemente la realidad y a la dirigencia rusa.
Yeltsin argumentó que las reformas económicas venían muy lentas y que se necesitaban más reformas democráticas. Y criticó a la nomenklatura por contar con unos privilegios increíbles, habiéndose alejado de las carencias que vivía la población general, en tiempos en que la inflación y la escasez de productos afectaban a la gran mayoría de los rusos. El discurso sacó de eje a Gorbachov, que venía negociando las reformas con el ala dura del Partido Comunista. Las opciones que enfrentó la dirigencia soviética se asemejan a las que enfrenta la población argentina en esta elección: por un lado, están quienes quieren defender el statu quo político y económico; por otro, quienes quieren implementar reformas en forma negociada con las estructuras vigentes, y por otro, quienes quieren resetear el sistema económico y político. Cada una de estas opciones tiene más de un candidato o candidata que las representa, aunque con distintos matices.
Hoy sabremos qué camino quiere elegir el pueblo argentino. Con opciones tan distintas, la reacción del mercado ante los resultados puede ser muy diversa. De todas formas, de los datos de la reacción del mercado del día posterior a las PASO de 2019 se puede inferir claramente que, cuanto peor le vaya a la coalición de gobierno, más positiva será la reacción del mercado. Hilando un poco más fino, y en base a mis conversaciones con gente del mercado, parecería que una distancia entre Juntos por el Cambio (JxC) y Unión por la Patria (UP) de entre 3 y 4 puntos porcentuales no será bien recibida, porque se leería como un signo de que UP será competitiva de cara a octubre.
El mercado reaccionaría positivamente solo si esa distancia excede al menos el 5%. No será lo único que mirarán los inversores. También incidirán el resultado en la provincia de Buenos Aires (si UP saca mucho más, más, igual o menos del 30%); quién ganará la interna de JxC; el nivel de participación electoral, y muchas variables más. Pero la distancia entre las dos coaliciones será la variable más importante a considerar.
Mañana se caerá la fachada de Potemkin construida por Sergio Massa para intentar disimular una situación económica desesperante. Las aldeas de Potemkin eran fachadas de casas falsas que construía Gregorio Potemkin para que su amante, la emperatriz Catalina II de Rusia, viera una falsa prosperidad en su camino a Crimea.
La fachada de Massa se construyó con más de US$1700 millones que el Gobierno usó desde mayo, de las reservas internacionales, para intervenir en el mercado del MEP, intentando contener, por momentos infructuosamente, la presión dolarizadora, para transmitir una falsa sensación de estabilidad prePASO.
Con esos dólares compra bonos denominados en esa moneda, que luego vende al público contra pesos. Años atrás, dijo Cristina Kirchner: “Los argentinos tienen que tener en claro que los únicos que emiten dólares están en Washington. Miren que bárbaro sería si uno pudiera emitir dólares”. Eso es, justamente, lo que hace el Gobierno: quienes le venden los bonos reciben dólares en cuentas en la Argentina: los llamaremos “argendólares”. Esos depósitos son asientos contables que, si todos fuesen a retirar en simultáneo, probablemente no tendrían respaldo. La creación masiva de argendólares hizo que la brecha entre el dólar MEP y el oficial haya tocado niveles récord. Una cosa son asientos contables creados por el gobierno en la Argentina (argendolares) y otra cosa son dólares en el exterior (CCL).
Esta fachada se caerá, porque el Banco Central ya usó todas las reservas internacionales, que –en términos netos y excluyendo el oro– están en más de US$12.000 millones en rojo. Quedan dudas sobre si el segundo tramo del swap con China, por US$5000 millones, está operativo o no. Si así fuese, ¿por qué pidió el Gobierno prestado al gobierno de Qatar cerca de US$740 millones para pagarle intereses al FMI hace dos semanas? Otro indicio de que podrían quedar pocos yuanes disponibles es que su uso diario para importaciones cayó estrepitosamente en días recientes. Mientras que el Banco Central usó un promedio diario de yuanes equivalentes a US$53,6 millones por día en junio y a US$61 millones en julio, eso bajó a US$21,8 millones en lo que va de agosto.
Los importadores, mientras tanto, quedaron esperando. Los sistemas para pedir autorización de importaciones “se caen” misteriosamente, o no tanto, a poco del inicio de cada día. No hay dólares para todos: o se usan para la producción o para la especulación, y el Gobierno optó por los especuladores. En términos kirchneristas, por quienes están “fugando” capitales. Las quejas, demasiado silenciosas a mi parecer, de distintos sectores productivos, van en alza. No hay dólares ni para importar en industrias que producen insumos para alimentos. Si se mantiene este ritmo de importaciones, la parálisis en la industria será colosal en pocos meses.
El resultado de las elecciones no será el único determinante de la reacción del mercado y de la economía. También influirá el acuerdo con el FMI. Todavía no sabemos si el directorio le pedirá al Gobierno una devaluación antes de aprobar el acuerdo. La forma en la que se dieron las negociaciones sugiere que las medidas adoptadas hasta ahora podrían no ser suficientes para el directorio del Fondo.
El Gobierno ofreció e implementó su programa de devaluación fiscal y de tipo de cambio especial durante la semana del 17 de julio, pero para el 24 de julio no había acuerdo alguno. Si esas medidas hubiesen sido suficientes, se podría haber firmado el Staff-Level Agreement (SLA) el 24, y el directorio podría haberlo votado el 31, último día antes de sus vacaciones. El estándar es que el directorio se tome dos semanas para evaluar un SLA, pero ya hay precedentes en el caso argentino de decisiones más rápidas. Otro indicio es que el nuevo SLA tiene una meta de acumulación de reservas netas anual que implica que, de acá a fin de año el Banco Central debería sumar más de US$ 9000 millones en reservas. O el programa tiene implícita una devaluación, o las metas son una broma, aunque esto último no se puede descartar con un FMI tan concesivo con este gobierno peronista. Lo que se observa es que en agosto el Banco Central aceleró el paso en las mini-devaluaciones diarias y, si mantuviese eso todo el mes, depreciaría el peso en un 13% en agosto, casi el doble de los meses anteriores.
Si a UP le va bien y el FMI le exige una devaluación, es probable que Massa, o un sucesor suyo en el ministerio, la implemente, ya que sería un mal menor comparado con salirse del programa con el Fondo. En ese caso, al momento de la devaluación la brecha cambiaria caería y los bonos y acciones subirían de precio. Luego, habrá que ver como sigue la novela. Si a UP le va bien y el FMI no le exige nada adicional, todo seguirá como ahora: minidevaluaciones diarias, las que muy probablemente aflojen apenas la Argentina reciba los dólares del FMI, y super cepo cambiario e importador (y la presión sobre la brecha cambiaria seguiría en aumento). Si a UP le va mal, es probable que el FMI quiera discutir con la oposición. La incertidumbre sobre cómo seguiría la política económica en este escenario es mayor.
Más allá del resultado electoral y de si el FMI pide o no una devaluación, hay algunos desarrollos difíciles de evitar. El primero es que la inflación se volverá a acelerar. La inflación de julio probablemente haya sido cercana al 7% mensual. La de agosto vendrá más alta aún. Por un lado, el programa de tipo de cambio especial hizo subir el costo de los insumos para producir distintos tipos de carne, y ya tiene impacto en los precios del ganado en el mercado mayorista de Cañuelas, que subió 11% en julio y 21% en lo que va de agosto.
Por otro lado, la depreciación del peso en los mercados paralelos, de más del 20% en menos de dos meses, hace subir los precios de los bienes durables. El otro impacto difícil de evitar es que, en un contexto de mayor inflación y mayor escasez de insumos, la actividad se seguirá resintiendo. Estará peor en octubre que en agosto. Los distintos escenarios eleccionarios y con el FMI solo cambiarán la velocidad y la magnitud de la aceleración inflacionaria y de la caída de actividad. Parafraseando a Tolstoi, cada escenario malo será malo a su manera.