Quienes hoy son jóvenes no pueden imaginar cómo es vivir sin teléfonos celulares o realizar una transacción bancaria teniendo necesariamente que concurrir personalmente a la sucursal correspondiente. Mi generación no puede imaginar la vida sin energía eléctrica. A los contemporáneos de Joseph Alois Schumpeter o John Maynard Keynes les resultaba difícil imaginar la vida sin ferrocarriles. Y nadie sale de su asombro imaginando cómo hizo Santo Tomás de Aquino para escribir los 20 tomos de la Suma Teológica sin máquina de escribir o grabador. Todo esto viene a cuento del impacto que puede producir la decisión del Banco Central de postergar la difusión de los resultados del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) hasta después de las PASO. ¿Cómo hizo la humanidad para sobrevivir cuando no existían las estadísticas?
Al respecto conversé con el alemán Claus Adolf Moser (1922 -2015), quien en 1936 migró a Londres. Paul Anthony Samuelson solía referirse al éxodo del talento que, con consecuencias en la ciencia americana, generó la política antisemita de Adolf Hitler. Harold Hagemann documentó esto en el caso de los economistas de habla alemana que migraron entre 1933 y 1945. Uno de ellos fue Moser. De 221 personas cuyos casos fueron analizados, 131 migraron a Estados Unidos y 35 a Inglaterra. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, muy pocos retornaron a sus países de origen.
–La migración salvó su vida, pero igual le provocó inconvenientes.
–Mucho menores. Cuando Francia cayó en manos de los nazis, con otros cientos de “extranjeros que podrían ser amigos del enemigo” fui internado en el Huyton Camp. Allí cristalizó mi vocación. Si uno pone a 5000 judíos detrás de alambres de púas, todos encontrarán algo para hacer. Contando el número de detenidos aprendí a amar los números, y así fue como me volví un estadístico. A partir de 1967 dirigí la Oficina Central de Estadísticas y en 1971 encaré un estudio pionero del relevamiento general de los hogares.
–También se involucró con actividades artísticas.
–Así es. Entre 1974 y 1987 presidí el Royal Opera House de Londres. Pude haber sido músico profesional, pero elegí el ámbito académico. Lo mío hubiera sido el piano, instrumento con el cual se destacaron, entre otros, Tjalling Charles Koopmans, Ronald Lindley Meek, Elías Salama y Lloyd Stowell Shapley.
–¿Qué pasaría en el mundo si de la noche a la mañana se dejaran de estimar estadísticas?
–Para iniciar la conversación, comencemos respondiendo otra pregunta: ¿cómo se las arreglaba la gente para vivir, comerciar, analizar, etcétera, antes de que aparecieran las estadísticas?
–Lo escucho.
–Pensemos en Adam Smith, David Ricardo y Thomas Robert Malthus, quienes publicaron sus obras a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Ni La riqueza de las naciones, ni el Ensayo sobre la población, ni los Principios de economía y tributación contienen series estadísticas, las cuales comenzaron a compilarse durante la segunda mitad del siglo XIX. Ellos se nutrieron de su experiencia, de los relatos de los viajeros, de sus lecturas históricas, filosóficas, etcétera.
–¿Cuándo aparecieron las estadísticas de manera sistemática?
–A partir de la década de 1930. Don Patinkin ilustraba el punto afirmando que en Inglaterra, durante la Gran Depresión, había estadísticas de tasas de interés, pero no de oferta monetaria.
–En estadísticas, contra la ley enunciada por Juan Bautista Say, la demanda genera su propia oferta.
–Así es. La década de 1930 generó una demanda gubernamental por estadísticas, porque los gobiernos de los países centrales, no pudiendo resolver su problema de la desocupación de mano de obra induciendo a la emigración de desocupados, tomaron el desempleo como un desafío al cual la política económica tenía que responder. Había estimaciones pioneras, aisladas y no sistemáticas del PBI. Recién a partir de la Segunda Guerra Mundial se contó con estimaciones sistemáticas.
–Gracias a la cliometría, hoy se cuenta con estadísticas referidas al PBI, precios, salarios, etcétera, de varios siglos, en algunos países.
–Que hay que tomar con pinzas, por favor. Al gran historiador Alexander Gerschenkron no le entusiasmaba que el PBI de Francia en 1564, la tasa de inflación y los aumentos salariales en el siglo XVI, fueran publicados en letras de molde, porque eso les hacía parecer a los lectores que las estimaciones eran mucho más confiables de lo que podían ser.
–Si los controles de precios tienen por lo menos 40 siglos de existencia, quiere decir que la inflación es por lo menos tan vieja como ellos. ¿Cómo sabían los habitantes de Grecia, Roma o El Cairo si tenían inflación, si no había estadísticas?
–Porque encontraban más dinero en sus bolsillos que bienes en sus manos, y al querer corregir el desequilibrio, provocaban el aumento de los precios, excepto en épocas de fuertes recesiones.
–¿Está usted diciendo que da lo mismo que existan estadísticas, o que no existan?
–No, estoy diciendo que las estadísticas son importantes, pero que su ausencia no es una cuestión de vida o muerte, como lo es la disponibilidad de agua o de determinados medicamentos.
–¿En qué reside la importancia de la estadística?
–A nivel agregado, en poder tener alguna idea del funcionamiento de la economía. Salvo en condiciones extremas, no es fácil saber si una economía está en reactivación o recesión con salir a caminar por la calle. A nivel individual, en la posibilidad de comparar lo que nos pasa a cada uno de nosotros, con lo que le pasa al conjunto.
–Deje un ejemplo de esto último.
–Una persona acaba de perder su empleo. No necesita al Indec para saber si está ocupado o desocupado, pero la evolución de la tasa de desocupación le puede servir para entender qué es lo que le puede llegar a ocurrir. Porque si cuando perdió el empleo la tasa de desocupación está disminuyendo, se sentirá mal en lo personal, pero esperará rápidamente volver a conseguir trabajo, mientras que, si en el momento en que pierde el empleo la tasa de desocupación está aumentando, no sentirá lo que le ocurrió como algo personal, pero sabrá que le costará volver a trabajar.
–Se ha comparado a las estadísticas con las bikinis.
–Comparación feliz, que debe ser enunciada de dos maneras distintas. La versión más conocida dice que las estadísticas, como las bikinis, lo que muestran es importante pero lo que ocultan es fundamental. Esta es la que hay que mencionarles a los estadisticomaníacos, quienes se matan por los decimales. Pero la versión contraria, la que dice que lo que ocultan es fundamental, pero lo que muestran es importante, hay que mencionárselas a los estadisticofóbicos, quienes en el nombre de las limitaciones pretenden conocer la realidad “sin prestarles atención a los fríos números”.
–Don Claus, muchas gracias.