En las cercanías del Lago de Maracaibo, el más grande de América Latina, se desarrolla una industria que le da un pequeño impulso a la golpeada economía venezolana.
Gran símbolo de la “Venezuela Saudita”, ya que fue allí donde se encontró a principios del siglo XX un mar de petróleo que le permitió al país enriquecerse sobre todo en los años 70, el lago fue también un gran perdedor de la explotación del llamado oro negro.
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Numerosos derrames lo contaminaron y le dieron un llamativo y preocupante color verde en algunas zonas. Pero es allí donde, contra todo pronóstico, floreció la industria pesquera y camaronera del país.
“Su cuenca ofrece grandes virtudes y la temperatura de sus aguas es ideal para la producción de muchas especies”, le dice a BBC Mundo Fernando Villamizar, presidente de la Asociación de Productores de Camarones de Venezuela (Asoproco).
“Hay variedades de camarones que son naturales del lago, como el camarón blanco, el camarón marrón o café, que se pueden pescar, pero nosotros cultivamos otras variedades como el camarón patiblanco”, prosigue.
En los últimos años, la industria camaronera le ha dado una nueva cara a un lago ahora lleno de piscinas enormes en las que crecen camarones que terminan en restaurantes de muchos rincones del mundo. Del lago provienen cerca del 80% de las exportaciones de camarones de Venezuela.
En el 2000, un grupo de acuicultores venezolanos se dieron cuenta del potencial del cuerpo natural de agua y crearon la Asociación de Productores de Camarones de Venezuela (Asoproco), que desde entonces ha trabajado para promover el desarrollo de la industria del camarón.
Es uno de los pocos sectores que ha tenido éxito en un país que desde 2013 sufre una debacle económica jamás vista en un país sin guerra. Entre ese año y 2021, su economía se contrajo en más de un 75% y al menos siete millones de venezolanos emigraron a otros países.
Un “milagro económico”
En una nación que en 1998, cuando Hugo Chávez llegó al poder, producía unos 3,3 millones de barriles de petróleo diarios que generaban millones de dólares para el Estado y empleos en muchas otras industrias, la pesca no era vista como un negocio lucrativo.
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Pero, la decadencia del sector petrolero venezolano, que muchos economistas atribuyen a la mala gestión gubernamental de la empresa estatal PDVSA (Petróleos de Venezuela SA), hizo que la producción cayera a unos 700.000 millones de barriles diarios en 2022.
Es un declive que obligó a buscar relanzar otros sectores de la economía. La industria pesquera es una de las pocas que se logró mantener a flote durante los años más difíciles de la crisis y hoy representa un foco de esperanza para muchos habitantes del estado Zulia, cuya capital, Maracaibo, está a las orillas del lago.
Vale destacar que el petróleo sigue siendo una de las principales fuentes de empleo de la región: el lago aún produce unos 200.000 barriles diarios, que le aportan a la economía venezolana alrededor de US$4.000 millones anuales.
Pero la importancia del petróleo zuliano es hoy la sombra de lo que fue durante la Venezuela saudita de los años 70, cuando la mayoría de las exportaciones de oro negro provenían de la región.
Mientras la actividad petrolera decayó significativamente en los últimos años, la producción pesquera creció en valor un 17% en 2021 en comparación con 2020 y un 219% desde 2016, según cifras del Foreign Agricultural Service (FAS), una agencia del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés).
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La misma fuente afirma que la industria pesquera representó el 62% de las exportaciones agroalimentarias del país y aportó US$422 millones a la economía venezolana en 2022.
Solo la industria camaronera generó poco menos de la mitad de ese monto. Fernando Villamizar, de la Asoproco, afirma que varios economistas se le han acercado y han descrito la industria camaronera como un “milagro económico”.
“Yo siempre les respondo ‘el milagro económico no es la industria camaronera, el milagro se llama Venezuela’. Si no tuviéramos las condiciones naturales que nos ofrece este país, nada sería posible”, añade el empresario zuliano.
Un buen ejemplo de ese “milagro” es el Grupo Lamar, el mayor productor de camarones de Venezuela, que emplea a unos 10.000 trabajadores. Hace cinco años la empresa producía apenas unas 4000 toneladas de camarones, pero este año espera elevar la producción a entre 50.000 y 60.000 toneladas.
Proyecciones
De ser un sector que “nadie conocía”, según afirman varios productores, pasó a ser una industria que emplea a unas 300.000 personas directa e indirectamente, según Asoproco.
Hoy, el camarón venezolano se exporta principalmente a la Unión Europea, que es de lejos el mercado principal con 77% de las exportaciones, además de Estados Unidos, China, el Sureste Asiático y Turquía. Próximamente el producto llegará a Rusia.
Los camarones se convirtieron en el segundo rubro de exportación del país, después del petróleo. Villamizar asegura que si bien no reciben “incentivos”, el Gobierno venezolano los apoya con la documentación para poder exportar, recibir acreditaciones y certificados en los mercados internacionales.
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Se estima que este año la producción supere las 80.000 toneladas y para el año 2029 el gremio espera exportar 600.000, una cifra que pondría a Venezuela dentro de los diez principales exportadores de camarón en el mundo.
Abigail Mackey, agregada agrícola del Foreign Agricultural Service en la embajada de EE.UU. en Bogotá, quien trabajó en varios reportes sobre la producción agrícola venezolana, espera que el crecimiento de la industria camaronera continúe, pero afirma que las proyecciones para 2029 son un poco ambiciosas. “Si bien la demanda global está allí, puede que haya problemas estructurales para lograr esa meta”, le dice Mackey a BBC Mundo.
Villamizar, de la Asoproco, reconoce que la escasez de nafta y los cortes de electricidad, que se han vuelto una constante en Venezuela, pueden terminar afectando la producción.
La meta de producir 600.000 toneladas es ambiciosa, pero también es modesta si se compara con el primer productor mundial de camarones: Ecuador.
“Cada día hay más gente en el sector”
Mientras que Venezuela espera exportar 80.000 toneladas del marisco este año, Ecuador exportó más de 1060 millones de toneladas el año pasado.
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Esa comparación solo les da a los productores venezolanas ganas de seguir trabajando. “Ecuador nos lleva mucha ventaja. Tienen muchísimos más años de experiencia que nosotros, pero en Venezuela aún tenemos mucho espacio por explotar y nuestra ubicación geográfica brinda condiciones favorables para que sigamos creciendo”, afirma Villamizar.
“Nos va a costar mucho llegar a los niveles ecuatorianos de producción, pero no es imposible”. A sus 32 años, Andrés Ávila ha trabajado 18 en la industria. Él es uno de los aproximadamente 20 productores de camarones que tienen su centro en el Lago de Maracaibo y asegura que el crecimiento de la industria ha cambiado su vida.
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“Estoy muy feliz con el pronunciado crecimiento que hemos tenido, gracias a eso he tenido la oportunidad de viajar varias veces al extranjero a ferias internacionales, en las que he aprendido mucho más de la industria”, le dice el presidente de la empresa Camalago a BBC Mundo. “Además, me alegra que cada día haya más gente trabajando en el sector y beneficiándose de él económicamente”.
Víctima de la industria petrolera
Sin embargo, en los últimos años no solo hubo buenas noticias para los productores de camarones. “El lago ha sufrido por muchos años de abusos de la industria petrolera. Todavía hay derrames y fugas de petróleo. Nosotros tenemos que reciclar el agua y tratarla para que entre limpia a nuestros centros de producción”, le dice a BBC Mundo Gianni Stathakis, gerente de la cadena de suministro del Grupo Lamar.
“Antes del camarón, la industria del cangrejo era la más importante en el lago, pero debido a la contaminación y la consecuente reducción de los volúmenes de cangrejos, la gente se volcó hacia el camarón”, añade.
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Para hacerle frente a la contaminación del lago, los productores han recurrido a la tecnología. “Tenemos filtradores que funcionan dentro de un sistema de recirculación del agua. Nosotros no vertemos el agua al lago y solo tomamos de allí lo que se pierde por evaporación”, explica Fernando Villamizar. “Nos encargamos de que el agua cumpla con las condiciones que requiere el cultivo para tener un producto de alta calidad”.
Una industria moderna
El presidente de Asoproco asegura que lograron que la industria florezca organizando el gremio, capacitando a los productores, ayudándolos a recibir certificaciones para que puedan exportar sus productos y ganando espacios, lo que ha incluido el reclutamiento de más productores.
Pero. la tecnología y la productividad también fueron importantes. “Gracias a los sistemas que hemos instalado logramos reducir la mortalidad y los ciclos de producción. Cuando empezamos teníamos cultivos cada 120 días, pero hoy cada 40-45 días ya tenemos camarones de tallas comerciales”, agrega.
Abigail Mackey destaca la modernidad de la industria pesquera venezolana. “A diferencia de otros sectores agrícolas, (los productores) tienen sus certificados para comercializar sus productos, tienen equipos técnicos y plantas instaladas para producir 180.000 toneladas de camarones”, explica la agregada agrícola del Foreign Agricultural Servicede Estados Unidos.
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“Tienen la infraestructura necesaria para crecer y alcanzar sus metas a corto plazo y también tienen acceso al mercado de soya de Estados Unidos, el mayor productor de soya del mundo”, prosigue.
Según cifras del Departamento de Agricultura de EE. UU., Washington proporciona el 90% de la soya necesaria para producir los camarones venezolanos. Las sanciones estadounidenses impuestas al régimen del presidente Nicolás Maduro no incluyen las transacciones relacionadas con la exportación de productos agrícolas y alimenticios. Tampoco impiden la emisión de certificados de exportación. Son excepciones de las que el sector agrícola venezolano y los consumidores se han beneficiado. Desde 2019 hasta la fecha, las exportaciones agrícolas de EE.UU. a Venezuela han crecido un 360%, alcanzando la cifra de US$809 millones.
Contratiempos
No obstante, la industria camaronera tampoco es inmune a los numerosos problemas que enfrenta el país. Aparte de las dificultades para adquirir el combustible necesario para mantener y exportar su producción, los acuicultores del lago también se enfrentan a problemas de logística.
Pese a que algunos productores ya están certificados para exportar a Rusia, les ha costado conseguir navieras que recojan los contenedores en Venezuela y los envíen al puerto de San Petersburgo, al noroeste de la nación euroasiática.
“El cumplimiento de nuestras metas está sujeto a que podamos tener los servicios fundamentales para mantener el crecimiento. Al final, creo que la escasez de combustible podría terminar afectando nuestras proyecciones”, admite Villamizar.
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“Nadie puede entender que en un país petrolero pueda existir esta situación”. Por su parte, Andrés Ávila, de la empresa Camalago, asegura que para seguir creciendo hace falta que se agilice la obtención de financiamientos bancarios, un proceso sumamente complicado en la Venezuela actual.
Pero, el trabajo para muchos de estos productores zulianos no termina con hacer de Venezuela uno de los mayores productores de camarones del mundo.
Villamizar, por ejemplo, ya tiene otros planes tan ambiciosos como ese. “Uno de los últimos proyectos que comenzamos se llama ‘Un cocotal llamado Venezuela’. Queremos construir una importante industria cocotera con 25 mil hectáreas de plantaciones de cocoteros”. “Este es un país en el que, con todas las calamidades que hemos vivido últimamente, todavía queda gente con ganas de salir adelante. Tenemos 6068 kilómetros de costa para convertirnos fácilmente en una potencia pesquera y tenemos potencial en muchos otros ámbitos”, concluye.
*Por Norberto Paredes