Sobre llovido, mojado. En un contexto internacional enrarecido por la suba de los precios de los insumos para el agro, la última medida del ministro de Economía, Sergio Massa, de poner un impuesto a las importaciones del 7,5% embarran aun más la cancha.
En una actividad que ya venía bastante trabada por la dificultad de acceder a los productos de afuera por las SIRA, puestas el año pasado, en la industria se ha generado un “combo explosivo”, según advirtieron.
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Federico Landgraf, director ejecutivo de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), dijo que, para la industria local que formula productos con algún porcentaje de insumo extranjero el escenario es “muy complicado”.
“Sumado a la situación internacional, donde cayó la producción en las plantas chinas de glifosato, tenemos el condimento local, donde el impuesto le pega doble a la industria”, aseguró a LA NACION.
En este contexto, el directivo, con un ejemplo, graficó la problemática que atraviesa la actividad, donde las industrias trabajan a plazo, es decir, pagan a 180 días a sus proveedores de afuera y cobran también con ese término a los productores.
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Explicó que una fábrica que comercializa dos productos diferentes en distintas épocas del año, primero glifosato y a los seis meses atrazina, debe pagar esas operaciones de productos ya comercializados pidiendo al Banco Central las divisas para pagarle al proveedor. Pero ahora tiene que sumar ese 7,5%.
Pero la cosa no termina ahí: un inciso de esta nueva normativa dice que también se debe anticipar un 95% de dicho impuesto de las futuras compras, es decir un 7,1%. El resto, el 0,4 %, es a pagar cuando se haga efectivo el pedido de los dólares a la entidad monetaria.
La preocupación mayor de las empresas del sector pasa por la incertidumbre que genera ese “saldo impositivo a pagar abierto”.
“Nuestro dilema es que en cualquier momento puede haber una nueva suba y nos cambian de nuevo las reglas. Por eso le pedimos, al menos, a los funcionarios que nos dejen pagar el total de ese impuesto ahora, adelantarlo y no depender que haya un cambio imprevisto para nosotros nuevamente, por el tipo de cambio, la inflación, una posible devaluación y sobre todo porque habrá elecciones presidenciales y no sabemos con quién nos tocará negociar estas cosas”, expresó a LA NACION.
“En un escenario de incertidumbre, necesitamos algo de previsibilidad del Gobierno, porque con plazos tan largos, hay mucha intranquilidad. Estamos trabajando en una propuesta para presentarles y solucionar este gran inconveniente”, agregó.
Insumos caros, pocos y desacoplados
Para Enrique Bayá Casal, dueño de la empresa de insumos y fertilizantes para el sector que lleva su nombre, desde hace un tiempo que en la Argentina los precios están desconectados del mundo. Los insumos se volvieron caros, pocos y desacoplados de los precios globales, encima con productores que vienen arrastrando campañas muy malas en su haber.
“Tiempo atrás, este país era eficiente, con mucha competencia, con un mercado libre y transparente. Pero el año pasado todo se empezó a tergiversar y a complicar con el SIRA, con mucho miedo a si se iba a poder importar o no”, indicó.
Y, como si fuera poco, este año las cosas siguieron en un rumbo más incierto, con los rumores que tomaron protagonismo sobre si el Gobierno iba a poner o no ese impuesto del 7,5% a las importaciones, que luego finalmente ocurrió.
“Con SIRA que te aprueban a cuentagotas, lo que deja intranquilo a los importadores qué te van a dar y que no, hoy la industria dice que importa con un valor de dólar sin saber qué dólar pagará al final comparado con el de hoy. Genera mucha incertidumbre y los importadores de agroquímicos y fertilizantes se preguntan ¿para qué voy a importar, para qué voy a meterme en todo este lío? Es un combo explosivo el que generaron”, indicó.
Según comentó, en el mundo hubo una suba de la urea de 150 dólares la toneladas. De costo y puesta en la Argentina vale 550 de costo. Sumado el impuesto del 7,5% sale 600 dólares. “Hoy la urea se está vendiendo a 770 dólares [valor final] y, encima, la venden en cantidades chicas, es decir cuesta comprar. Además, en la Argentina, falta todavía comprar fertilizantes porque muchos productores están esperando que las lluvias se confirmen si van a maíz de primera (que lleva mucha urea) o directamente a soja”, detalló.
“También el fósforo se incrementó a nivel global y ya nadie tiene ganas de importarlo, porque es tan complicado hacerlo. Cuando antes había un buen mercado ofrecido ahora comienza a haber poca oferta”, cerró.