CÓRDOBA.- China aprobó, hace unos días, la soja editada genéticamente. Se trata de una semilla desarrollada por la empresa privada ese país Shandong Shunfeng Biotechnology, que tiene dos genes modificados, lo que eleva significativamente el nivel de ácido oleico de grasas saludables. ¿Tiene impacto para la Argentina esta decisión? China es un gran importador de la oleaginosa y un jugador fuerte en el comercio internacional.
Desde la startup de agrobiotecnología rosarina Bioheuris, Lucas Lieber, confirma que están trabajando en la edición génica de soja entre otros cultivos hace varios años. “Cada uno está en un grado diferente de avance y este año pensamos ya ir al campo con algunos”, indica. Están esperando la aprobación de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agrícola (Conabia).
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Lieber estima que este año podrán hacer las pruebas de campo y empezar con las inscripciones en el Inase pero recién en 2027 estarían en condiciones de venderla a los productores. La empresa tiene un acuerdo con GDM, que controla el semillero Don Mario, para desarrollar las sojas de alto rinde.
“La decisión de China es muy importante porque abre el juego para que otras empresas puedan invertir y avanzar en el desarrollo -señala a LA NACION-. Sin saber cómo la consideraría China, había cierto temor en los planes. La resolución cambia para bien el panorama”.
A modo de ejemplo de lo que implican estos desarrollos, apunta que para la soja HB4, desarrollada por el Conicet y Bioceres, llevó 15 años la aprobación y no se comercializa todavía en general. La producción se hace con un esquema propio de la firma desarrolladora. “Como son variedades que tienen un gen de otro organismo, en diferentes lugares del mundo se requiere una evaluación muy detallada”, precisa Lieber.
A diferencia de la modificación genética, que introduce genes externos en una planta, la edición de genes altera los existentes. La tecnología está menos regulada en algunos países, incluida China, que publicó reglas sobre la edición de genes el año pasado. Lieber refuerza: “La aprobación de China implica que a la génica la considerará parecida a cualquier soja convencional”.
En la Argentina, en 2017, la Conabia, y en 2020 la CTNBio -organismo que interviene en la regulación para los cultivos en Brasil- les confirmaron a Bioheuris que la soja editada génicamente no será considerada transgénica.
De esa manera se reducen a la mitad los tiempos de desarrollo y se ahorran unos US$50 millones de costos regulatorios, que si no serían el doble. La compañía viene trabajando en la edición genómica llamada Crispr para mejorar soja, maíz, arroz y algodón, entre otros cultivos.
Según información de Bioheuris, Lieber lidera el equipo científico desde que cofundó la empresa. Comenzó como gerente de Biotecnología. “Previamente trabajó en proyectos de desarrollo en empresas de agrobiotecnología como Indear y Bioceres en Argentina y como Investigador Asociado en Imperial College London en Inglaterra”, indicó la firma.
Ingeniero agrónomo egresado de la Universidad Nacional de Rosario y con un doctorado en Ciencias Agrarias, también fue fundador de Nitris, una startup de desarrollo de tecnologías de fijación de nitrógeno en cereales.