Carlos III tendrá que enfrentarse a la creciente indiferencia de los jóvenes frente a la monarquía

PARÍS.- La desbocada velocidad con la que cambia el mundo parece estar afectando incluso el secular apego popular a las monarquías. En Europa, casi todos los sondeos, en particular en Holanda y ahora en Gran Bretaña, muestran la creciente indiferencia de los jóvenes ante un sistema hereditario que consideran injusto y antidemocrático. En ese contexto, para el rey Carlos III de Inglaterra, conservar la fidelidad de sus súbditos a la corona no será una tarea fácil.

El nuevo soberano, que será entronizado oficialmente el 6 de mayo, lo sabe bien: su llegada marca una auténtica transición para la monarquía británica. El largo reino de su madre, la reina Isabel II, pasó por numerosas turbulencias familiares, pero fue un periodo de estabilidad y continuidad institucional.

Ahora no es lo mismo. Desde que accedió al trono, en septiembre de 2022, Carlos III se ha visto enfrentado a grupos cada vez más importantes de antimonárquicos durante sus visitas oficiales en todo el país. Carteles violentos, ataques con huevos, manifestaciones… En particular los jóvenes parecen haber hecho suyo el eslogan “Not my King” (No es mi rey). Y aunque el fenómeno no es nuevo, la muerte de Isabel II parece haberlo reavivado.

El 6 de mayo, Graham Smith, el presidente de Republic, la organización que milita por un Reino Unido republicano, evocó ante la prensa la coronación oficial de Carlos III como “la próxima gran manifestación de los antimonárquicos”.

“Republic protestará durante la coronación, repitiendo el mensaje de que no se trata de una celebración nacional, sino de una promoción de la monarquía que tiene un inmenso costo para los contribuyentes. La hora del cambio ha sonado”, declaró.

A menos de una semana de la fastuosa ceremonia de su coronación en la abadía de Westminster, un sondeo realizado por YouGov sobre su popularidad, comparada con el resto de los miembros de la familia real, demuestra que el monarca llega en quinto lugar, con apenas 55% de opiniones favorables, precedido por su madre (80%), su hermana, la princesa Ana (66%), su hijo, el príncipe Guillermo (65%) y su nuera, la princesa Catherine (65%). En cuanto a su esposa, Camila, la futura reina llega en noveno lugar con apenas 38% de opiniones favorables.

Pero, para Carlos III, lo más preocupante debería ser otro aspecto del mismo sondeo, que mide el apoyo popular a la monarquía. Según el mismo, si bien 58% de los británicos sigue declarándose a favor, contra 26% que preferiría un Ejecutivo electo, los resultados difieren profundamente en función de la generación concernida. Así, solo 32% de los jóvenes de entre 18-24 años apoyan la monarquía, mientras que los mayores de 65 la plebiscitan en 78%.

En el detalle, cuando YouGov preguntó si Gran Bretaña debía seguir teniendo un monarca o ser remplazado por un jefe de Estado electo, 32% de los entrevistados de entre 18-24 años respondió a favor de la monarquía y 38% por un jefe de Estado; 48% de los 25-49 años por la monarquía y 31% por un jefe de Estado electo; 67% de los 50-64 años por la monarquía y 22% en contra, mientras que 78% de los +65-78 años se declaró a favor de la monarquía y 15% en contra.

Este último sondeo demostró, en todo caso, que el sostén a la monarquía declina sensiblemente entre los jóvenes. En 2019, una encuesta similar realizada por YouGov demostró que casi la mitad de los británicos (46%) de entre 18-24 años estaba a favor del actual sistema institucional.

Según los especialistas, la indiferencia -más que la oposición- podría explicar estos resultados, ya que 78% de los más jóvenes se declaran “no interesados” en la familia real.

Otro factor que parece dividir profundamente la opinión pública es la fortuna de la familia reinante, en momentos en que los británicos deben enfrentar una realidad cotidiana cada vez más difícil, con una inflación de más del 10% anual.

En ese terreno, 54% de los entrevistados considera que la monarquía representa una buena inversión, contra 32% que piensa lo contrario. Pero también en esta cuestión la diferencia generacional es importante. El 40% de los jóvenes de entre 18-24 años considera que mantener una familia real es un gasto inútil, mientras 36% cree lo opuesto.

La cantidad de palacios es absurda. Francamente, se necesita un solo palacio para ocasiones oficiales, el de Buckingham. Y tal vez otro para cuando la familia quiere pasar un tiempo fuera de Londres”, asegura el político liberal-demócrata Norman Baker, crítico del presupuesto real. El exdiputado también censura el uso excesivo de helicópteros y jets privados, mientras que el rey “da lecciones sobre cambio climático”.

Esas acusaciones son rechazadas por Lord Nicholas Soames. Para ese viejo amigo del rey, los helicópteros serían “solo utilizados con objetivos justos en ocasiones oficiales”.

El constitucionalista Sir Vernon Bogdanor tampoco acepta las críticas sobre los gastos oficiales.

En general, la familia real devuelve un excelente servicio por el dinero gastado. Y son solo aquellos que realizan tareas oficiales los que reciben dinero de las arcas públicas”, precisa.

Recientes investigaciones de prensa sobre el dinero público que recibe la familia real demostraron un importante cuestionamiento de los británicos sobre los verdaderos límites entre fondos públicos y privados de los miembros de la casa real, incluyendo el estatus de los ducados reales de Lancaster y de Cornualles, que generan más de 20 millones de libras anuales cada uno.

Instituido en 1399, el ducado de Lancaster es dominio privado del soberano británico en su calidad de duque de Lancaster. Su objetivo principal es proveer una fuente de ingresos independiente al soberano. El ducado de Cornualles, por su parte, está destinado al heredero de la corona, el príncipe de Gales. En septiembre pasado, tras acceder al trono, Carlos III lo transfirió a su hijo y futuro monarca, el príncipe Guillermo.

Evaluado en 1200 millones de libras en 2021, el ducado de Cornualles comprende tierras, bienes inmobiliarios, el bosque de Dartmoor, una granja especializada en bioagricultura, una empresa de productos alimenticios, el estadio de cricket Oval, las islas Scilly —archipiélago situado en el mar celta— y una abultada cartera de obligaciones.

Para Norman Baker, esas propiedades deberían ser consideradas “bienes públicos” y “el dinero que producen ir a los contribuyentes para financiar servicios”, en vez de ser “desviados hacia los cofres reales”.

La popularidad de la familia real alcanzó su punto culminante entre 2011-2012, con la boda de Guillermo y Catherine y con el jubileo de Diamante de Isabel II. Desde entonces, el apoyo de los británicos no dejó de disminuir, sobre todo a partir de los enfrentamientos protagonizados por el príncipe Harry, su esposa Meghan, y el resto de la familia.

Aunque todos esos dramas no significan que “La Firma”, como sus propios miembros califican a la familia real, no sea capaz de recuperar el terreno perdido. Las primeras medidas adoptadas por el nuevo monarca, limitando el número de miembros de la familia real que reciben beneficios públicos al reducido núcleo que realmente desempeña tareas oficiales, así como ventajas en emolumentos, viviendas y otras prebendas de las cuales gozaban aparentemente sin razón, parecen indicar que Carlos III es bien consciente de la necesidad de realizar cambios acordes a la evolución de la sociedad actual.

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