Biofertilizantes: la rizobacteria que reduce la emisión de CO2 y aumenta los rindes

El comité asesor en Bioinsumos de uso agropecuario, dependiente de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, considera que los productos biológicos para agricultura o bioinsumos de uso agropecuario se clasifican en dos grandes categorías para su registro, control de calidad y comercialización: biofertilizantes y biopesticidas.

Teniendo en cuenta que un fertilizante se utiliza para mejorar el crecimiento de las plantas o aumentar el rendimiento de cultivos por el aporte de macro o micronutrientes, los productos biológicos del tipo biofertilizantes no parecen ajustarse correctamente a la definición, ya que paradójicamente no aportan nutrientes.

https://www.lanacion.com.ar/economia/campo/con-un-gran-punto-a-favor-la-fertilizacion-va-por-la-revancha-luego-de-la-sequia-nid10052023/

Para entenderlo mejor, los biofertilizantes para leguminosas formulados con rizobios no aportan el elemento nitrógeno en su composición, pero sí aportan bacterias viables y fisiológicamente activas, con capacidad de bio-disponer este elemento desde la atmósfera para las plantas. Para ello, es necesario el establecimiento de una simbiosis y la puesta en marcha de un proceso denominado fijación biológica de nitrógeno. Entonces, si aportamos bacterias fijadoras de nitrógeno a cultivos ¿inoculamos o biofertilizamos?

Se estima que la cantidad de nitrógeno aportado a campo por una leguminosa (como soja o alfalfa) puede alcanzar 300 Kg por hectárea por año, evitando así la fertilización química nitrogenada. Además, la práctica de inoculación impacta en los cultivos con incrementos de rendimiento promedio del 10% (250 de kilos por hectárea). Así, nadie puede discutir que la biofertilización es una forma de inoculación y que si bien, no hay aportes de nutrientes, la planta los obtiene porque la bacteria los biodispone para ella. Pero la inoculación va más allá de las leguminosas por lo que la pregunta ahora es: ¿Qué tipo de tecnología tenemos disponible para otro tipo de cultivo?.

Azospirillum sp. es uno de los géneros de rizobacterias promotoras del crecimiento vegetal más estudiados en todo el mundo y uno de los más utilizados en la Argentina para la formulación de inoculantes para el tratamiento de no-leguminosas como trigo, sorgo, maíz, pastos de invierno o verano y en los últimos años leguminosas en co-inoculación con rizobios.

Azospirillum mejora el crecimiento y desarrollo vegetal ya que promueve su crecimiento. Si bien el primer propuesto fue la fijación biológica, no simbiótica, de nitrógeno, este proceso tuvo menos significancia agronómica la que se esperaba y por ello se propusieron y estudiaron mecanismos alternativos, como la producción de hormonas vegetales: moléculas con capacidad de modificar la forma y funcionalidad de toda la planta pero que, en el caso particular de Azospirillum, actúan en la raíz provocando una mayor captación de agua y nutrientes

La inoculación con Azospirillum puede generar un ahorro de hasta 15 dólares por hectárea y evita la emisión de más de 200 kg de CO2 por hectárea, con un impacto económico global de 1,2 billones de dólares por año. Entre 2021-2022 un total de más de 18 millones de dosis de productos a base de Azospirillum fueron comercializados en América del Sur (Brasil y Argentina) para el tratamiento de cultivos como maíz, soja, trigo, sorgo, girasol, especies forrajeras, hortícolas y frutales.

Vale recordar que, después de más de 40 años de ser un protagonista clave en agricultura, Azospirillum brasilense Az39, la cepa más utilizada en la Argentina para la formulación de inoculantes para no-leguminosas, sacó su DNI en nuestro país y ahora se llama Azospirillum argentinense Az39. El trabajo publicado en International Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology.

Además, el aumento de rendimiento debido a la inoculación se estima en 10% (dependiendo del tipo de cultivo) y su frecuencia de éxito se aproxima a 80%, por lo que no existen diferencias significativas a lo que ocurre en el caso de los rizobios.

Así, sin lugar a dudas, podemos considerar esta tecnología como una práctica consolidada, sustentable y sobre todo, rentable para nuestra agricultura.

El autor integra el Laboratorio de Fisiología Vegetal e Interacción planta-microorganismo. Instituto de Investigaciones Agrobiotecnológicas. INIAB-Conicet-UNRC

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