Banco Itaú, el banco más grande de América Latina por cantidad de activos, decidió ponerle cartel de venta a su filial en la Argentina. Pese a que se trata de un año electoral y de altísima volatilidad, al menos cinco fuentes del mercado al tanto de la transacción confirmaron que la entidad bancaria, que en el país nunca terminó de despegar con fuerza, estaría en conversaciones con el Banco Macro, la entidad que preside Jorge Brito, para venderle su operación en el país.
Consultados al respecto por LA NACION, desde Itaú no negaron la información, sino que simplemente afirmaron que “no opinan sobre rumores de mercado”. En el Banco Macro tampoco hicieron comentarios.
La decisión de Itaú no toma por sorpresa al sistema financiero, aunque sí algunos admiten que llama la atención sobre todo el timing, en pleno año electoral. De concretarse, no obstante, su salida podría ser la primera de varias ventas de entidades financieras de capital internacional. Es un secreto a voces en el mercado que hay más de una entidad internacional esperando el momento adecuado para salir a buscar interesados.
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En la City porteña reconocen que el argentino se transformó en un mercado de altísimo riesgo para las compañías internacionales. La inestabilidad macroeconómica, la inflación descontrolada y la alta volatilidad cambiaria hacen que para muchas hoy la operación local se haya transformado en un dolor de cabeza. Muchas temen además por el riesgo reputacional que pueda surgir en un momento de tanta incertidumbre económica y política. En tal sentido, sobran ejemplos recientes de entidades que sufrieron algún tipo de persecución en momentos de crisis; los recuerdos del HSBC y de Citi siguen frescos en el sistema.
Para Itaú, en tanto, la Argentina es un mercado en el que nunca terminó de desarrollarse. Pese a que según S&P Global Market Intelligence, Banco Itaú era a fines de 2022 el número uno de toda América Latina en cantidad de activos, con US$439.000 millones bajo administración, en la Argentina no llega ni siquiera a alcanzar el top 10. “Para ser líderes, tenemos que ser top 3 en los distintos países donde operamos”, reconoció en una entrevista en 2020 Ricardo Marino, socio de Itaú Unibanco y chairman del Consejo Consultivo de Itaú Latam. Con solo 58 sucursales en el país, la mayoría de ellas en la Capital Federal y algo en el Gran Buenos Aires, Itaú viene invirtiendo en los últimos años en el desarrollo de la banca digital.
Según datos a enero pasado, los últimos disponibles en el Banco Central (BCRA), en la Argentina Itaú tenía activos por $411.714 millones (unos US$847 millones al tipo de cambio libre, de los cuales casi 37% estaban colocados en títulos públicos). Los préstamos al sector privado no financiero sumaban entonces $116.692 millones (unos US$240 millones) o el equivalente al 28,3% del activo total. Básicamente, se trata de una operación casi insignificante para el gigante brasileño. Sus últimos dos balances, a 2021 y 2022, arrojaron además resultados negativos, por $782 millones y $3165 millones, respectivamente.
Itaú había entrado al mercado local en 1994, pero hizo su apuesta mayor en 1998, cuando adquirió el Banco del Buen Ayre, perteneciente entonces a la familia Garfunkel. Por esa operación había pagado unos US$225 millones, según se consignó en su momento. Ahora, estiman en el mercado, el Banco Macro podría llegar a pagar unos US$100 millones para quedarse con el 100% de la filial local del banco brasileño, una cifra que habla del deterioro de los activos argentinos en el tiempo.
Para el Banco Macro, junto con Galicia y Santander, una de las entidades financieras más grandes de la Argentina, el atractivo de Itaú reside sobre todo en su red de clientes corporativos –la mayoría de las compañías brasileñas que operan en el país– y de individuos. Según datos del BCRA, a enero pasado, 3126 empresas lo elegían para pagar sueldos a un total de 58.388 individuos. El banco además tenía 851.792 tarjetas de débito emitidas y 390.720 tarjetas de crédito. El Macro, por su parte, tiene activos por $2,1 billones, lo que equivalen a unos US$4345 millones al dólar libre.
Pese a la buena sintonía del gobierno de Alberto Fernández con el presidente de Brasil, Lula Da Silva, y el vínculo que existe con el país vecino a través del Mercosur, las inversiones brasileñas hace tiempo que vienen en retirada en la Argentina. “Brasil invirtió mucho en la Argentina en los años 90, pero luego se retrajo”, reconoce Marcelo Elizondo, el economista especializado en negocios y en comercio internacional. Según Cepal, en la Argentina hay unos US$100.000 millones invertidos de origen extranjero. Un trabajo reciente del banco Santander estimó que, de ese total, provenían de Brasil apenas el 6% de las inversiones.
El año pasado, recordó Alejandro Cagliolo, jefe de Research de First Corporate Finance Advisors, “empresas como Petrobras anunciaron la venta de sus operaciones en el país, pero no salieron del anuncio”. Hubo, sin embargo, algunas compras relevantes en 2022, agrega, como la de Coats Group por parte de un fondo de inversión brasileño y, en 2021, la de Biblos y Avant Trip por parte del brasileño CVC group.
No sólo el Itaú no logró en la Argentina alcanzar sus expectativas iniciales. Tomás Ferreccio, asociado de Infupa, señala otros casos de gigantes brasileños que no pudieron despegar: “Vale tuvo una mala experiencia; nunca pudo hacer la mina de potasio, mientras que BRF compró frigoríficos, pero luego al poco tiempo la política de Guillermo Moreno sobre el mercado de la carne provocó la masiva liquidación de vientres”, enumera. “Hubo otros casos a los que no les fue tan mal, como el de Camargo Correa, que compró Loma Negra, y el de Votorantim, que se hizo de la mitad de Avellaneda. Supongo que en estos casos los retornos no son buenos por la devaluación del peso, pero al menos no se les destruyó el mercado ni los regularon”, agrega Ferreccio.
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