Banco de Inglaterra: la historia desconocida del oro que usó el Gobierno

Las autoridades del Banco Central y del Ministerio de Economía están preparadas para convivir con la amenaza permanente de un ataque de nervios, al menos hasta septiembre próximo. Así lo revelan un conjunto de documentos internos y planillas de cálculo al que tienen acceso una decena de funcionarios y utilizó LA NACION para reconstruir los manejos que llevó a cabo el Gobierno en los últimos días en medio de la crisis permanente por el dólar.

La conducta desplegada por el equipo económico incluyó el uso de las reservas en oro de la entidad monetaria, echar mano a una porción de recursos que funcionan como reaseguro del sistema bancario y hasta la llegada de un avión con billetes de dólares desde Estados Unidos, como informó LA NACION el último domingo.

La operación con oro es quizás la más polémica del conjunto de medidas que está desplegando el Gobierno en el marco de la crisis del dólar.

El Banco Central tiene certificado de oro en el BIS, el banco de pagos internacionales. Es una especie de banco de los bancos centrales. El jueves último, hizo un repo sobre esos certificados. En otros términos, se usó el oro como colateral para recibir dólares. Esa operación será cancelada contra el desembolso del FMI, se prometieron a sí mismas las autoridades de la entidad monetaria. Es un crédito puente para pagarle al Fondo.

Estimaciones no oficiales hablan de metal por US$450 millones que está en el Banco de Inglaterra. La localización es importante. Si bien el Banco Central también tiene oro en su tesoro, ubicado en la calle Reconquista, es más difícil de movilizar. Ese es el motivo por el cual la operación se hizo sobre los bienes en Gran Bretaña.

Un informe de la consultora 1816 agitó la city porteña ayer. Sostenía que el Banco Central había realizado “alguna operación con oro” porque había achicado la posición en metálico en la última semana de julio. Sobre la base de información estadística de la entidad monetaria, volvió sobre la información que LA NACION había difundido el lunes.

Minutos más tarde, el Banco Central difundió a través de un comunicado su posición oficial. “En el caso del oro, el Banco Central de Argentina mantiene la misma posición en dicho metal”, afirmó la autoridad monetaria en un comunicado. No profundizó en más explicaciones.

En la práctica, la operación con el BIS para certificar oro a cambio de dólares, fue confirmada a LA NACION por una fuente incuestionable. El comunicado del Banco Central no desmiente la información.

Todo ocurre en una situación de máxima tensión administrada. Los documentos que recibe diariamente Miguel Pesce (presidente del BCRA), preparados por diversos técnicos de carrera, muestran que el 10 de julio último, el Banco Central tenía una disponibilidad casi inmediata de US$1728 millones, de los cuales US$1393 millones estaban en cuentas a la vista. Se podía hacer de los US$335 millones de diferencia -una parte correspondía a encajes del popular swap con China- en 48 horas.

Siempre según los registros de esa fecha, la entidad monetaria se quedaría sin billetes el 22 de agosto. Ese número, cambia. La situación de escasez absoluta difícilmente se concrete, porque se va administrando, con costos.

Quince días después, el martes pasado, esa cuenta se había deteriorado. El dinero disponible en 48 horas había bajado hasta los US$582 millones. Es decir, un tercio del número anterior.

La pérdida de divisas disponible para uso inmediato fue el resultado de la salida diaria de recursos debido a los pedidos de importadores que lograron sortear el tupido cepo cambiario, entre otras cosas.

Al principio del viernes último, la cuenta había mejorado. El salto en cuentas a la vista se había recuperado hasta los US$1274 millones. En primer término, comenzó a notarse la liquidación del campo promovida por el tipo de cambio para el sector que dispuso Sergio Massa el lunes pasado.

También anotó un ingreso proveniente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este último aporte, que podría pasar casi desapercibido en tiempos de normalidad, le dio oxígeno a una cuenta que también mejoró porque se restringieron las ventas de divisas debido a la adaptación de sistemas tras el aumento de impuestos a las importaciones y el dólar ahorro. Mientras se hacen esos cambios, casi nadie tiene acceso a las divisas. Es decir, cayó artificialmente la demanda.

Las cifras anteriores muestran la administración cotidiana de la crisis del dólar.

En medio de ese período, las autoridades monetarias tomaron algunas decisiones para anticiparse a cualquier requerimiento de billetes por encima de lo previsto y reforzar, en caso de que resultara necesario, el abastecimiento a los bancos.

El 12 de julio pasado, el Banco Central tenía en efectivo US$660 millones en su tesoro, ubicado en la calle Reconquista al 200. Al día siguiente, ese número se elevó a los US$961 millones.

El colchón adicional de divisas está incorporado a los registros contables de la entidad monetaria el 13 de julio. Son US$301 millones que llegaron al país por una gestión de Brinks, una empresa dedicada a logística de caudales, la única que tiene permitido entrar a las dependencias de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).

Es posible que el dinero haya salido de una imprenta en Dallas para después ser trasladado hacia la Argentina en un avión de American Airlines.

No es la primera vez que el Banco Central se pone en guardia ante una posible corrida. Con menos prolijidad que en esta ocasión, había mandado a traer dólares durante los días que involucraron la salida del Gobierno del exministro Martín Guzmán.

La llegada de billetes de afuera no sólo está relacionada con las dificultades actuales. El Gobierno descuenta que la presión hacia la dolarización aumentará a medida que se acerquen las elecciones.

Algo similar, pero por otros motivos, pensó Hernán Lacunza, el entonces ministro de Economía de Mauricio Macri, cuando tras los días que siguieron a la elección general inundó la City con camiones de caudales para sobreactuar la disponibilidad de divisas. Era septiembre de 2019. Funcionó.

La calma en el sistema bancario es algo que Economía y el Banco Central esperan conservar. En la reunión de directorio que se hizo el último jueves al mediodía fue una de las pocas noticias mínimamente tranquilizadoras. Una de las conversaciones breves fuera del temario tuvo que ver con que tres bancos de primera línea habían registrado el día anterior un ingreso mínimo de depósitos.

Otro movimiento que comenzó a notarse en los últimos 20 días llama un poco más la atención. El Banco Central tiene recursos de pases con Sedesa. Así se denomina a Seguro de Depósitos S.A., una sociedad dedicada a administrar un fondo de garantía de depósitos del sistema bancario. Se trata de una cobertura para una porción del sistema distinto a los encajes bancarios, que las entidades financieras no pueden prestar. Sus accionistas son los bancos y el Central, que tiene una acción de oro.

El 10 de julio pasado, ese ítem marcaba la existencia de US$1816 millones. Al martes pasado, en tanto, los pases con Sedesa había bajado hasta los US$1705 millones. El descenso indicaría que el Banco Central vendió esos recursos, una conducta muy infrecuente. La cifra se mantenía casi inalterable ayer por la mañana.

En la práctica, según especialistas que pasaron por la conducción de la entidad monetaria, el Banco Central tiene herramientas para contrarrestar las críticas en caso de haber vendido activos que funcionan como seguros, como Sedesa. Puede decir, por ejemplo, que está en condiciones de reponerlos con otros recursos.

Quizás un número muestra por encima del resto el estrés que implica administrar hoy el escenario cambiario argentino. Los flujos estimados de salidas diarias de divisas mostraban, al principio de la semana, que el Banco Central se quedaría sin dólares en efectivo el pasado miércoles. Hubiese tenido un saldo negativo de US$39 millones en cuentas a la vista e inversiones.

Si se incluyeran los fondos de Sedesa, esa fecha se podría haber estirado, siempre según las cuentas del Banco Central, hasta el 5 de septiembre próximo. La entidad monetaria, sin embargo, luego revisó esas cifras tras la buena semana -esta última- que tuvo en términos de recuperación de reservas.

Documentos del Banco Central de principios de la mañana del martes mostraban que el próximo 5 de septiembre los flujos diarios de caja arrojarían un número negativo. El Gobierno se encargó de que esto último no ocurriera, beneficiado por la ingente liquidación del campo, mayor a los US$1000 millones en una semana.

Los mismos documentos permiten anticipar parte de la estrategia del equipo económico en los próximos dos meses. En la práctica, por cada US$1000 millones que ingresen del campo, el Gobierno compraría un mes más de reservas, cuyo uso dosificará al máximo con el cepo.

La expectativa oficial es que ingresen US$2000 millones con el nuevo dólar para las economías regionales y el maíz. Es lo que necesita el Banco Central para llegar a octubre. Luego, el panorama podría relajarse, siempre hablando desde una posición de extrema precariedad.

Hasta el jueves, había comprado US$735 millones en la semana. Es el mayor número del año y lleva la marca del nuevo precio del dólar para el maíz. Y ayer al mediodía cerró un doloroso acuerdo con el FMI para despejar los vencimientos con el organismo hasta después de las elecciones.

Los números que muestran la caja del BCRA indicaban que, hasta el último viernes, se quedaría sin billetes físicos el 12 de septiembre próximo. Será cuestión de sacar nuevos conejos de la galera, como los que anunció hoy Sergio Massa.

*Esta nota se hizo sobre la base de una publicación del domingo 30 de julio.

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