Muchos preferían evitar el “caso Terter”. Y es que las acusaciones eran verdaderamente increíbles.
Pero el episodio de tortura a gran escala y sin precedentes en contra de militares de Azerbaiyán por supuestamente espiar a favor de Armenia fue saliendo a la luz poco a poco.
Obligar a los azerbaiyanos a creer en este caso que ocurrió entre 2016 y 2018, y a las autoridades de esta antigua república soviética a reconocerlo, fue posible en gran parte gracias a la persistencia de un padre que perdió a su hijo.
La acusación
“Papá, no entiendo por qué estoy aquí”.
El ex mecánico del pueblo Nasir Aliyev recordó estas palabras cuando recobró el sentido después del arresto de su hijo Emil.
Según él, durante 4 días estuvo prácticamente inconsciente: no podía comer ni hablar, estaba de rodillas y pensaba qué iba a hacer a continuación.
En la mañana del 15 de enero de 2018, en lugar de celebrar el cumpleaños de su hija, Nasir y su hijo fueron a la capital.
Unos días antes, Emil había recibido una llamada de la Fiscalía General y fue convocado a declarar sobre las circunstancias de su servicio militar en 2011.
A las una de la tarde de ese 15 de enero ya estaba detenido. Lo esposaron en frente de su padre.
“No sabía cómo mirar a la gente a la cara”, dice Nasir. “Fue considerado un enemigo del pueblo”.
Emil fue acusado de espiar para Armenia, país con el que Azerbaiyán ha estado en guerra durante más de 30 años.
Para un país donde ya creció toda una generación que no conoció cómo era el mundo antes de este conflicto, esta es una acusación pesada y una vergüenza para toda la familia.
Al recordar las últimas palabras de Emil y su mirada confundida, Nasir le creyó a su hijo y decidió pelear.
“Me dije a mí mismo que no me iría hasta que investigara el caso”, afirma.
Ahora este episodio es conocido en Azerbaiyán por todos como “Terter”.
Caso sin precedentes
Nueve meses antes del arresto de Emil, en mayo de 2017, la fiscalía anunció el hallazgo de una red de espías armenios en el ejército de Azerbaiyán.
Años después, se supo que cientos de dramas humanos se escondían detrás de una declaración lacónica: durante mayo y junio de 2017, los soldados fueron arrestados y torturados masivamente.
Los llevaron a un antiguo edificio administrativo en la región de Terter, en el oeste de Azerbaiyán, y los torturaron para que confesaran que espiaban para el enemigo.
Las víctimas de tortura y sus familiares contaron más tarde a la BBC y a otros medios cómo desnudaban a las personas, las arrojaban por las ventanas, las golpeaban con palos, les arrancaban las uñas y les insertaban contactos eléctricos en las heridas.
Ahora, la tortura masiva en el ejército de Azerbaiyán está siendo investigada por la propia fiscalía de ese país, pero en 2017 y 2018 pocas personas se enteraron de lo que había ocurrido.
La tortura y el maltrato de prisioneros no son nuevos en Azerbaiyán, pero este caso ha alcanzado una escala sin precedentes.
Hasta la fecha, más de 400 personas han sido reconocidas oficialmente como víctimas de tortura masiva, no solo en Terter, sino también en otras regiones del país.
Según activistas de derechos humanos, al menos 11 personas murieron a causa de la tortura. La fiscalía había dicho previamente que solo una. El departamento no respondió a las preguntas de la BBC.
Nasir no sabía del “asunto Terter” cuando decidió quedarse en Bakú, la capital de Azerbaiyán, y luchar por su hijo.
Vendió la tierra que tenía en su pueblo natal de Bostanchi, región de Khachmaz, abandonó la granja y se mudó con su esposa e hija a la capital.
Alquilaron un departamento en los suburbios, comenzaron a buscar trabajo, y le llevaron paquetes a su hijo a la prisión.
Durante muchos meses, mientras se desarrollaba la investigación, Nasir buscó pruebas de la inocencia de Emil.
Pero ni siquiera pudo obtener los antecedentes del caso porque el tribunal estaba cerrado.
En junio de 2018, Emil Aliyev recibió una condena de 12 años por alta traición.
Los primeros cuatro los tuvo que cumplir en una prisión cerrada de alta seguridad.
Luego, Nasir finalmente recibió una decisión judicial y descubrió cosas extrañas en el caso.
Los archivos decían que en mayo de 2011, en la línea de contacto entre los ejércitos azerbaiyano y armenio, su hijo se había pasado al lado del enemigo, pero Nasir sabía que Emil se había retirado del servicio en abril.
Tras el veredicto, Nasir logró ver a su hijo -por primera vez desde su detención- quien le dijo que lo habían golpeado, obligándolo a incriminarse.
“Quería encontrar más evidencia y comencé a buscar a otros padres cuyos hijos fueron acusados de hacer trampa”, dice Nasir.
En otoño de 2018, cerca del edificio de la administración presidencial, donde acuden muchos azerbaiyanos a exigir justicia, conoció a varias personas en una situación similar, intercambiaron números de teléfono y comenzaron a mantenerse en contacto.
Según Nasir, muchos de ellos no estaban familiarizados con los materiales de los casos de sus hijos; solo sabían que estaban encarcelados en virtud del artículo 274 (“alta traición”).
Pero todas las historias eran similares entre sí: las personas afirmaban que sus hijos fueron torturados y bajo tortura asumieron la culpa.
Nasir tenía la esperanza de que, dado que su hijo no estaba solo, podría salvarse.
En busca de pruebas
A principios de 2019, el activista de derechos humanos Oktay Gyulalyev se acercó a Nasir.
Juntos crearon el Comité contra la Represión y la Tortura, y asumieron la investigación del “caso Terter”, comprendiendo paulatinamente su escala.
“Esos primeros meses fueron los más difíciles”, recuerda Nasir.
“Fuimos literalmente de casa en casa, buscando a las víctimas, convenciéndolas de que nos acompañaran en las acciones, buscando documentos”.
Y es que una historia sin pruebas ni documentos era difícil de creer.
La mayoría de los activistas de derechos humanos y periodistas, con la excepción de los canales de televisión independientes Turan y MeydanTV, intentaron mantenerse al margen de este caso.
Algunos tenían miedo de correr riesgos, otros simplemente no creían que en el ejército -orgullo del país- cientos de personas pudieran pasar por el “transportador de la tortura”.
En la primavera de 2019, Nasir y Oktay Gyulalyev fueron citados a la Fiscalía General debido a las transmisiones de televisión en las que hablaban de tortura.
“Estábamos muy preocupados, porque ya habíamos dicho mucho: que las personas fueron torturadas, pero no teníamos documentos en nuestras manos que lo confirmaran”, dice Nasir.
Ambos tenían algo que temer: en ese momento, la represión en Azerbaiyán se había intensificado.
Desde 2014, las autoridades comenzaron a irse en contra de los activistas de derechos humanos. Muchos de ellos terminaron en la cárcel, se fueron del país o dejaron de trabajar porque tenían miedo de tocar casos peligrosos.
Nasir admite que a veces se desesperaba.
“Cuando escuchábamos lo que decía la gente, incluso dudábamos un poco al principio si podría haber tal crueldad, hasta el punto de que allí estaba ocurriendo una pesadilla”.
Según Nasir, en la oficina del fiscal, a Oktay Gyulalyev se le dijo directamente que abandonara el caso.
Pero esa misma mañana tuvieron la primera evidencia física.
Primeros documentos
“Cuando Valida Khanum apareció esa mañana y trajo la decisión del tribunal, puedo decir que nuestra vida cambió”, recuerda Nasir.
El hijo de Valida Akhmedova, Elchin Guliyev, murió en prisión bajo tortura en 2017.
Ella le entregó los documentos a Nasir y Oktay, tanto la decisión judicial sobre el caso de la muerte de Elchin, como el testimonio de los testigos y las conclusiones del examen médico forense.
Los archivos enumeraban los nombres de 101 víctimas, 16 personas fueron declaradas culpables de tortura y abuso de poder.
Los resultados de los exámenes describieron en detalle los crueles métodos de tortura, pero no se aplicó el artículo sobre la tortura en sí, que prevé un castigo más severo.
Valida era bien conocida por los familiares de otras víctimas de tortura: se reunieron en su casa, donde discutieron los planes para la lucha judicial.
La mujer escribió cartas a la fiscalía y dirigidas al presidente exigiendo que se encontrara y sancionara a los responsables de la muerte de su hijo.
Ella dice que no está segura de si sus cartas ayudaron a iniciar ese primer caso penal en 2017, pero se presentó un caso de tortura y ella fue la víctima.
“Fui a todos los juzgados, no me perdí ni uno solo, recogí todos los documentos que pude conseguir”, afirma.
“Valida era muy activa. Puedo decir que luchamos hombro con hombro”, dice Nasir.
Gracias a su expediente, Nasir tuvo más confianza: “Empecé a hablar con más dureza, porque ya tenía pruebas a mano. Me di cuenta de que todo esto era verdad”.
Comenzó a llamar a los familiares de las víctimas para que lo contactaran, y gradualmente comenzaron a unirse.
Cuanta más gente estaba dispuesta a colaborar, más dispuestos estaban los medios a hablar del caso.
En 2019, se publicó el primer material sobre él en la BBC; después de eso, un diputado mencionó casualmente el caso en una reunión en el parlamento.
Esta fue la primera vez que se discutió a nivel oficial la tortura masiva en el ejército.
Comenzar de nuevo
Nasir dice que hubo dos personas clave en la investigación del “caso Terter”: Valida Akhmedova, que presentó las primeras pruebas, y Oktay Gyulalyev, quien se puso en contacto con Nasir y se hizo cargo de un caso que nadie más asumió.
Pero a fines de octubre de 2019, Oktay fue atropellado por un taxista en un paso de peatones. El activista de derechos humanos recibió heridas en la cabeza que le provocaron consecuencias irreversibles en el cerebro y quedó postrado en una cama.
“Éramos amigos y, por supuesto, lo que sucedió fue un gran golpe”, dice Nasir.
“Después de eso, el comité dejó de trabajar, porque Oktay estaba a cargo de todo: conocía las leyes y las direcciones de las organizaciones extranjeras”.
Después de lo que le sucedió a Oktay, Nasir nuevamente comenzó a buscar organizaciones de derechos humanos y a enviar cartas.
“Básicamente tuvimos que empezar de nuevo”, dice.
Nasir tuvo que trabajar solo durante casi un año.
Durante este período, encontró casos similares en los distritos de Aghjabedi y Gazakh. Viajó a las regiones para reunirse con las víctimas y sus familiares. Fue ayudado por los padres de otros convictos.
“Hay canales que ahora están hablando de este caso, pero antes estaban en silencio”, recuerda Nasir.
Resultó difícil encontrar otros activistas de derechos humanos, y el “caso Terter” se estancó durante un año.
“No había nadie excepto Oktay: todos huyeron, sin importar a quién recurriera”, afirma Nasir.
Todo ese tiempo su hijo estuvo en prisión.
“Sabía que Emil no era culpable y, por lo tanto, no tenía derecho a rendirme”, dice.
Primeros resultados
A fines de 2020, Nasir se reunió con el activista de derechos humanos Fikret Jafarli y el caso avanzó: otros activistas de derechos humanos comenzaron a unirse a él, incluido el conocido abogado en Azerbaiyán, Rasul Jafarov.
Comenzó a compilar listas de militares que sufrieron torturas en el período de 2016 a 2018 y se comunicó activamente con los medios.
Se rompió el hielo: cada vez más periodistas se comprometieron a hablar sobre este caso.
Según Nasir, fue entonces cuando la opinión pública comenzó a cambiar gracias a la prensa: la gente comenzó a creer que en lugar de espías, el Estado atrapaba a los inocentes.
“Las víctimas comenzaron a salir al aire en varios medios, mostrando allí sus heridas de tortura. Hay quienes todavía están sufriendo”, dice Nasir.
En noviembre de 2021, el tema del “caso Terter” fue discutido en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE).
Khanlar Veliyev, subjefe de la Fiscalía General, afirmó entonces que todos los culpables de llevar adelante las torturas habían sido castigados durante mucho tiempo, y que el caso estaba siendo inflado en la prensa por los enemigos de Azerbaiyán, gente “con esencia armenia”.
Y un mes después, en enero de 2022, los organismos encargados de hacer cumplir la ley -la Fiscalía General, el Ministerio del Interior y el Servicio de Seguridad del Estado- emitieron inesperadamente un comunicado conjunto sobre el inicio de una investigación preliminar sobre tortura masiva.
Por primera vez, los casos individuales se combinaron en uno.
Las víctimas y sus familiares habían estado tratando de lograr esto durante cinco años.
“Hoy veo que ellos (los organismos) están interesados en la investigación. Veo que los interrogatorios de las víctimas a veces continúan hasta la medianoche”, dice Nasir.
“Yo mismo me encuentro con estas personas que vienen de las regiones, a veces se quedan conmigo, los acompaño a la oficina del fiscal y regreso. Me mantengo en contacto con ellos para que el caso avance, trato de ayudar en la investigación”.
Durante 2022, el caso adquirió nuevos detalles: el número de víctimas oficiales comenzó a crecer, los condenados por tortura comenzaron a regresar a los tribunales (muchos habían salido luego de penas cortas) y, lo más importante, salieron a la luz los casos de quienes, según activistas de derechos humanos, confesaron bajo tortura el espionaje.
Así, las primeras personas involucradas en el “caso Terter” comenzaron a salir libres.
El reencuentro
En septiembre de 2022, la Fiscalía General inició una revisión de los casos de 19 personas condenadas por traición a la patria. Entre ellos estaba Emil Aliyev.
El 6 de diciembre, a las 10 de la mañana, Nasir acudió a la fiscalía para saber cómo avanzaba la investigación.
“Estuve allí en una reunión con el jefe de la investigación y le pregunté cuándo liberarían a nuestros muchachos, y él se ríe, dice, bueno, ‘por qué tienes prisa’, y sonríe”, recuerda Nasir.
“Y luego dice que mi hijo saldrá por las puertas de la prisión en cualquier momento”.
El 6 de diciembre, por decisión de la Corte Suprema, 10 de las 19 personas fueron absueltas, las causas contra las nueve restantes fueron sobreseídas. Fueron puestos en libertad ese mismo día.
“De alguna manera, ni siquiera pensé que mi hijo iba a ser liberado… Lo olvidé por completo”, recuerda Nasir con vergüenza.
Su hermano fue más rápido y sacó a Emil de la prisión él mismo.
Nasir, quien llegó a su casa una hora después, fue el último de la familia en ver a su hijo.
“Lo abracé, le dije: todo pasará, todo se olvidará, todo terminará, será difícil, pero se acabo”.
En mayo de este año, cuatro personas más condenadas por traición a la patria fueron indultadas por decreto presidencial.
11 personas permanecen en prisión que, según activistas de derechos humanos, fueron torturadas entre 2016 y 2018 en los distritos de Shamkir, Gazakh, Tovuz y Aghjabadi.
Pero su liberación no se convertirá en el punto final del “caso Terter”.
Los activistas de derechos humanos están tratando de obtener compensación para los condenados injustamente y dinero para el tratamiento y asistencia en la rehabilitación.
Además, queda por ver quién dio exactamente las órdenes de torturar a los militares.
En septiembre de 2022, el general Bekir Orudzhev y otros cuatro oficiales fueron arrestados por este caso y su juicio comenzó en abril.
Están acusados de organizar la tortura. Enfrentan hasta 11 años de prisión.
Como señalan los activistas de derechos humanos, este artículo rara vez se usa en Azerbaiyán: en cambio, generalmente se juzga bajo el artículo duplicado y más suave “tortura”.
Fue por “tortura” y “abuso de poder” que anteriormente fueron condenados 16 militares, la pena máxima fue de solo 10 años.
Según Nasir, hasta 2018, año en que arrestaron a su hijo, él no sabía cómo usar Internet. Cinco años después, es el subdirector del Centro de Investigación de la Tortura.
De acuerdo con el activista de derechos humanos Rasul Jafarov, Nasir desempeñó uno de los papeles clave en la investigación del “caso Terter”.
“En primer lugar, recopiló información general sobre el caso, ya que antes solo había entrevistas con ex militares. Descubrió cómo estaban interconectados estos casos, ayudó a recopilar pruebas”, dice Jafarov.
“En segundo lugar, planteó el tema no solo de su hijo, sino que era uno de los padres que estaban a favor de la solidaridad común”.
Nasir dice que no va a regresar a su pueblo natal hasta que finalmente se resuelva el “caso Terter”, hasta que se castigue a todos los responsables.
“Todos deben exigir sus derechos. Pasé cinco años en esto, mi casa se quedó en el pueblo, mis jardines se pudrieron, vendí la tierra”, dice.
“No me pregunté si me metería en problemas, y pensé que mi hijo no era culpable y debía salir libre. Es mi deber como padre”.
Magerram Zeynalov
BBC News Rusia