Argentina: una radiografía de sus votantes

Desde este fin de semana, estamos ya en presencia de la campaña electoral en modo pleno. Empieza la publicidad electoral. Estamos conociendo los mensajes explícitos y también los mensajes subliminales que hay detrás de cada spot de campaña. Son mensajes dirigidos a las internas, expresas o tácitas, que hay en cada fuerza política. Para el Gobierno todo es campaña, inclusive hasta el abuso. Vimos la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, que fue convertida en un acto de campaña como debíamos esperar que iba a ocurrir. Algo similar hizo cuando repatrió un avión de los siniestros vuelos de la muerte para evocar lo que fue la represión clandestina, un avión desde el cual se arrojaban desaparecidos al Río de la Plata. Utilizó esa repatriación -para escándalo de muchos, sobre todo de parientes de las víctimas- para hacer campaña electoral.

Lo del gasoducto, por su parte, fue una acción de gobierno que se mezcla con el proselitismo, sobre todo porque no sabemos en qué momento Sergio Massa y Agustín Rossi van a renunciar a sus cargos para competir de manera más leal con sus rivales en el llano. Esto es una pregunta para todo el mundo, para todos aquellos que ocupan cargos públicos. Alrededor del gasoducto se desató una polémica electoral muy estridente y al mismo tiempo aburrida y pesada porque, para usar una expresión de Cristina Kirchner, son textos sin contexto. Se tiran desde el Gobierno y la oposición con el gasoducto que hay, con el gasoducto que no hubo, con argumentos que consisten en medias verdades, en datos falseados o que se sacan de contexto como para herir al adversario. En esa polémica se han enredado Cristina Kirchner y Mauricio Macri.

Lo concreto es que la Argentina dispone de volúmenes importantísimos de gas y de petróleo por distintas razones, no es solamente la bendición de la naturaleza. Son los esfuerzos y avances en productividad que han hecho las empresas en los últimos años, muchas veces en condiciones adversas desde el punto de vista económico. Y ahora, con este gasoducto, la ecuación energética argentina puede modificarse muy saludablemente. La clave del problema consiste en que, en gran medida por la pésima política energética que se desarrolló durante el kirchnerismo, la falta de gas se transformó en un problema macroeconómico y no sectorial. Las cuestiones energéticas dejaron de ser cuestiones relativas a un problema que es estratégico para cualquier economía, como es la provisión de energía, para convertirse en cuestiones macroeconómicas. ¿Qué quiere decir cuestiones macroeconómicas? Apunta primero a la falta de reservas en el Banco Central por la necesidad de importar volúmenes caudalosos de gas y, en segundo lugar, problemas fiscales por la necesidad de subsidiar un gas tan caro. Todo esto está en el corazón del desbarajuste macroeconómico que ha tenido la Argentina durante más de una década.

¿Qué opinan los expertos? Daniel Gerold planteó que si bien las ventajas de estas modificaciones dependen de condiciones macroeconómicas, institucionales y contratos de largo plazo, cuestiones que no hacen a la existencia del recurso natural, la posibilidad de transportar el gas va a cambiar la ecuación energética y por lo tanto fiscal y monetaria de la Argentina. Hay un informe de Cammesa, que es la empresa que administra el mercado energético, responsable de financiar la generación de electricidad a partir de la producción de gas, que habla de que podría haber en los primeros tres años de funcionamiento de este gasoducto un ahorro de 3500 millones de dólares, que son los números que también plantea Gerold. Este informe de Cammesa habla de las posibilidades que daría este cambio en el costo del gas en el costo y la producción de electricidad. Esto quiere decir que podríamos producir electricidad más barata dado que tendríamos un gas más accesible. Según los cálculos de estos técnicos de Cammesa, a partir del año 2025 la producción eléctrica en la Argentina podría estar ahorrándose por año 2200 millones de dólares.

¿Esto equivale a una panacea? Obviamente, no. Pero, muy probablemente, para los economistas que están pensando la economía para los próximos años, sobre todo los que podrían formar parte del próximo gobierno y planean ajustes que van a ser muy rigurosos, este cambio en la ecuación energética podría llevar a que esos ajustes no sean tan antipáticos o no tengan que ser realizados de manera tan urgente. Estamos hablando de algo que tiene que ver con las reserva del Banco Central, el costo de la producción eléctrica, es decir, el nivel de dolor que va a tener que provocar el Gobierno que asuma el 10 de diciembre. De eso hablamos cuando mencionamos el gasoducto y esta es la discusión que aparentemente, por la controversia de Cristina Kirchner o Mauricio Macri, al tirarse los caños por la cabeza, no podemos enfocar. El Gobierno ha sido el principal responsable, que no pudo dar este mensaje, que podría ser un mensaje universal, que involucre a toda la nación en una perspectiva de cambio. No. Eligió, como suele suceder, la dialéctica amigo-enemigo y, en todo caso, la venganza.

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Este es un tema central del que hablan los políticos a un país que mira los spots de campaña, que empieza ahora a enterarse en qué consisten las elecciones de este año, cuáles son los candidatos, las propuestas y discusiones. Para entender ese debate, todo el proceso electoral, hay que mirar esa oferta, los mensajes de los políticos, sus políticas y sus gestos. Pero también tenemos que tener noción de cuál es la demanda, cuál es la sociedad que está mirando a la política, cuáles son las categorías con que esa sociedad concibe la vida pública hoy.

Acaba de aparecer un estudio muy interesante, realizado por el Instituto Pulsar de la Universidad de Buenos Aires. Es un observatorio de opinión pública que corresponde a una tarea interdisciplinaria entre la carrera de Ciencias Políticas y la carrera de Economía. El Instituto Pulsar es dirigido por Agustín Reina y Daniela Barbieri. Produce encuestas que nos permiten ver la mentalidad de los argentinos y las distintas sensibilidades de los votantes argentinos frente a las principales cuestiones que empiezan a aparecer como organizadoras de este esquema electoral. Uno de sus estudios tiene como tópico central al orden público, que está tan vigente con las protestas. Una de las primeras preguntas apuntaba a saber si los encuestados estaban muy, bastante, poco o nada de acuerdo con la necesidad de aumentar las penas para luchar contra la inseguridad. El 56% está muy de acuerdo, seguido de un 21% que está bastante de acuerdo. Respecto de si los militares deben actuar para ayudar a combatir el narcotráfico, 50% está muy de acuerdo. Muy probablemente en ese 50% no estén los propios militares, que no quieren entrar en esa pelea. Le sigue un 22% que está bastante de acuerdo. Cuando se les preguntó sin embargo si cualquier persona puede portar legalmente un arma, cambió el espíritu de la respuesta. Solo 9% estuvo muy de acuerdo con que la gente ande armada. 5% dijo estar bastante de acuerdo. Rompiendo con las tendencias anteriores, 14% está poco de acuerdo y el 71% de los encuestados dice estar muy en desacuerdo de que la gente empiece a armarse. Son novedades para lo que se supone como una especie de derechización irreflexiva de la sociedad. Daría la sensación de que, en este último punto, no va por ahí.

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En otro tramo del trabajo, se les preguntó si la Policía tendría que tener más poder para luchar contra el delito. El 73% está de acuerdo. Ahora, aclara el Instituto Pulsa, este nivel de acuerdo cae al 50% en los votantes de Unión por la Patria. Respecto de si deberíamos preservar nuestras libertades y derechos aun si esto dificulta el combate del narcotráfico, 74% cree que sí. A ese interrogante se le suma una segunda cuestión, que reside en si creen necesario perder algunas libertades y derechos para combatir el narcotráfico. Un 37% piensa que sí. Pero con una nueva aclaración: este porcentaje crece al 52% en los votantes de La Libertad Avanza. Interesante giro para una fuerza que se llama La Libertad Avanza. Sin embargo, la libertad para algunas cuestiones debería retroceder y no avanzar.

En el ámbito de las creencias sobre lo público y lo privado, les consultaron a los 1000 encuestados si tienen mayor confianza en empresas públicas o privadas. Un 54% se queda con la empresa privada, mientras que 39% se decanta por la empresa pública. De este último segmento, el 50% de los votantes del peronismo. En relación a qué es lo mejor para un país, el 60% cree que la mayor parte del empleo tendría que ser creado por empresas privadas. La predilección de lo privado sube a 62% en el caso de los votantes de Juntos por el Cambio y a 72% en el caso de los votantes de La Libertad Avanza. En contraposición, el 33% apoya que el empleo sea creado por el Estado y las empresas públicas. Ese 33% sube a 54% en el caso de los votantes de Unión por la Patria.

Ahondando en temas morales, o lo que se puede llamar también “voto comportamental”, que es cada vez más decisivo en todos los electorados de todo Occidente, se les consulta en primera instancia cuánto están de acuerdo en que las personas puedan tomar decisiones sobre su propia muerte en situaciones médicas extremas. 72% está a favor, del cual 46% está muy a favor y 26% bastante a favor. Respecto de si dos personas del mismo género pueden adoptar, 43% está muy de acuerdo y 16% bastante de acuerdo. En cuanto al alquiler de vientres, 58% está de acuerdo, de los cuales 35% está muy de acuerdo y 25% bastante de acuerdo. En relación al aborto, 45% está a favor. Este porcentaje agrupa al 26% que está muy de acuerdo y al 14% que está poco de acuerdo Para esta temática en particular sube la negatividad ya que 16 % está un poco de acuerdo y el 43% restante está nada de acuerdo. Sobre si el trabajo sexual deber ser legalizado, 36% dice que sí, 13% está poco de acuerdo y 43% nada de acuerdo. Algo similar ocurre con la legalización de la marihuana, donde 30 % está muy de acuerdo, 16% poco de acuerdo y 47% nada de acuerdo. Finalmente, para el uso del lenguaje inclusivo, 13% está muy de acuerdo junto con un 10% muy de acuerdo. En disonancia, 15% está poco de acuerdo y nada de acuerdo 57 por ciento. De esta manera, una encuesta nos muestra el perfil que tiene el electorado, un electorado que si le preguntamos por discriminación, considera en un 73% que hay personas discriminadas en la Argentina y un 27% que no.

A este país le hablan los políticos. Esta es la radiografía de la sociedad argentina en estas elecciones, si seguimos esta encuesta tan interesante de Pulsar, hecha por la Universidad de Buenos Aires, por un equipo dirigido por Agustín Reina y Daniela Barbieri.

Empieza ahora la gente que está reflejada en esa radiografía a prestarle atención a la elección. En todas las encuestas cualitativas, encuestas de focus group, aparecen dos tendencias. Por un lado, un peso inusual, como nunca hubo, de lo emocional sobre el voto. Hablamos muchas veces de esto: desazón, falta de esperanza, futuro negro, gente angustiada, muchos que cuando empiezan a hablar de su vida privada en relación con lo público, se ponen a llorar. Segundo, y hay que prestarle atención porque es novedoso, los sociólogos especializados en encuestas de focus group empiezan a ver una tendencia hacia el centro, hacia posiciones de más moderación.

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¿Hay una despolarización? Es una gran pregunta. La idea de dos bloques extremos, cada uno mirando al otro como enemigo, todo blanco y negro, ¿sigue siendo la forma en que se organiza la opinión pública respecto a la política? ¿O eso está cambiando y empieza a ser anacrónico?

A partir de este problema, apareció todo un debate sobre un spot, el primero de la campaña de Patricia Bullrich, donde ella plantea que tiene que haber un cambio muy marcado, muy drástico, muy draconiano: “O es todo o es nada”, dice ella. Un aire de familia al “Vamos por todo” de Cristina Kirchner, pero desde la otra vereda ideológica, como una polarización muy extrema. La idea es que va a haber un programa de gobierno que va a desatar conflicto, que va a desatar protestas y que estas van a demandar conflicto del otro lado. Entrar en conflicto con los que protestan, y dice algo más: mantener ese conflicto en la calle. Hay radicales dentro de Juntos por el Cambio que se preguntan: ¿cómo en la calle? ¿No es en el Congreso donde se discuten las leyes? Esto abre todo un debate respecto del nivel de agresividad que tiene que tener una política de cambio.

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Obviamente que acá hay una disputa explícita, que abre un signo de interrogación que se plantea todo el mundo desde hace tiempo. ¿En qué medida el que gana, si tiene una posición tan diferente del que pierde, va a poder absorber al votante del que perdió? ¿Hasta dónde el votante del que perdió se siente lo suficientemente familiarizado con el ganador como para quedarse en la misma casa y no buscar una opción afuera? Este es un problema central en Juntos por el Cambio, sobre todo porque existe la opción Javier Milei. Ahora también existe la opción Sergio Massa, y habrá que ver si para algunos votantes de Larreta, si este perdiera, no sería más opción Massa que Bullrich. En el caso de que Bullrich perdiera, sus votantes podrían tentarse con Milei. Esta es una consecuencia del nivel de divergencia que hay dentro de esa coalición.

En Unión por la Patria existe también esa disputa, pero es larvada, porque hicieron un gran esfuerzo por suprimir la interna. Aun así, fue imposible. Sigue habiendo una disputa formal entre Sergio Massa y Juan Grabois. Es una disputa que hay que leer debajo del agua. No es la confrontación nítida de Daniel Scioli contra Wado de Pedro, que fue el primer diseño. Pero quedó gente marginada en las listas y hay personas que no se sienten reflejadas en Massa y sí se sienten reflejadas en Grabois. Basta ver el acto que tuvo lugar en Quilmes donde militantes de La Cámpora – Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes, junto a Daniela Vilar, ministra de Medio Ambiente de la provincia de Buenos Aires- muy identificados con La Cámpora, con Cristina y sobre todo con Máximo Kirchner, lo reciben a Grabois como si fuera el propio candidato. Y elogian en Grabois la coherencia. ¿Sugieren que en Sergio Massa hay o hubo alguna incoherencia?

Al acoger a Grabois como si fuera el candidato de La Cámpora demuestra que necesitan un candidato que esté a la izquierda de Massa para que esos votos no se vayan a la abstención o al Frente de Izquierda.

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Hace minutos conocimos el primer spot de Unión por la Patria, el frente oficialista. Hay algo obvio que siempre hay que esperar: que el peronismo, el kirchnerismo, el oficialismo se identifique con el todo y no se interprete a sí mismo como una parte. Son “la patria”, por eso el gasoducto es un insumo de campaña, por eso el avión desde el cual se tiraban desaparecidos al río también es un insumo de campaña. Interesa resaltar que el primero que aparece en el spot es Wado de Pedro, no son los candidatos. Es el jefe de campaña. Es un esfuerzo del equipo de campaña de Massa por retener y absorber a los que quedaron heridos, a los que podrían irse para otro lado, a los que no lo ven como candidato propio. Y esa función la cumple De Pedro, casi la única función que cumple en esta campaña, porque el jefe de campaña de Massa es Massa.

En estas horas está diciendo algo simpático, controvertido, con esa audacia, ese desparpajo intelectual que tiene Massa. Viajó hace 15 días a China, no sabemos cuántas veces habrá viajado antes, pero volvió sinólogo, experto. A sus interlocutores ocasionales hace pocos días les viene diciendo, imaginando un período de ocho años de gobierno, que los primeros años va a ser Mao Tse Tung: dice algo así como “voy a llevar adelante la revolución cultural y sobre todo las purgas de la revolución cultural, y voy a limpiar al Gobierno, al peronismo, de La Cámpora”. Quizás piense cumplir la promesa que había hecho cuando estaba en la vereda de enfrente y había dicho, en 2015: “Voy a barrer con los ñoquis de La Cámpora”.

Luego, la segunda afirmación de Massa, donde él ya está pensando en la reelección, es que va a ser Teng Hsiao Ping, el hombre de las reformas. Un amigo de él que es Carlos Maslatón mostró una imagen de Massa como el hombre de las reformas de una China moderna. Como sabemos, Deng

Xiaoping fue el que inició desde 1978 en adelante las reformas de liberalización económica en China. Siempre China, un modelo autoritario, autócrata, pero con dos etapas. Habrá que ver cómo le caerá a la militancia de La Cámpora esa promesa.

Hay gente en el peronismo que confía en este mensaje, gente que no se ve reflejada en el liderazgo de Cristina o que lo ha padecido como buena parte de la CGT. Este martes habrá una reunión importante en la CGT, en la que van a participar por primera vez después de mucho tiempo todas las facciones. Van a tratar de cerrar heridas, para el 19 de este mes recibir a Massa como candidato formal del movimiento obrero. Esto es el anticipo de algo que piensan hacer los dirigentes sindicales, entre los cuales está alguien tan ligado a Massa y a Malena Galmarini como es José Luis Lingeri. Le van a realizar un acto a Massa, para la primera semana de agosto, días antes de que se celebren las primarias.

El problema de Massa no son los próximos cuatro años ni los próximos ocho años que es de lo que está hablando delante de sus interlocutores, sino las próximas cuatro semanas. Porque todavía está pendiente el problema del acuerdo con el Fondo. La Argentina entró en una zona desconocida -donde otras veces entró, pero sin tanta complejidad- que es que nos quedamos sin reservas, sin dólares. Hace más o menos tres semanas, Luciano Laspina dijo algo grave que no tuvo la repercusión que tendría que haber tenido, luego de precisar que de los 10 mil millones de dólares de la gente depositados ç como encajes en el Banco Central solo quedan dos mil. Ocho mil ya se los gastó el Gobierno en que haya importaciones y la recesión no sea pavorosa. Bueno, ya nos quedamos sin dólares con un problema: todavía no está cerrado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Es el acuerdo que Massa ha asegurado que está cerrado desde hace dos meses. Pero todavía no pudieron viajar a Washington los colaboradores de Massa a terminar con este acuerdo. Hay dos versiones: la primera es que va a haber un entendimiento por el cual el Fondo va a hacer el desembolso que corresponde al cumplimiento, o incumplimiento, de metas del mes de marzo a cambio de un ajuste, que será una devaluación. “Pequeña”, dicen desde el Gobierno. Tiembla Cristina Kirchner y todo el Gobierno, porque piensan que la devaluación mal hecha va a los precios, centralmente a los de los alimentos. Por eso, muchos sospechan que si hay una devaluación va a haber un intento de congelamiento de precios. Probablemente un aumento de impuestos. ¿Van a aumentar las retenciones a algunos bienes para poder con esos recursos subir las jubilaciones? Dijo Massa que va a haber buenas noticias en los próximos días para los abuelos. Es posible que quiera también subir el monto de los planes sociales. Esta es una de las posibilidades. La otra la comentó el representante de China en el Fondo que se llama Tao Zhang. Le escribió a Kristalina Georgieva y le dijo que, si el FMI no cierra rápido el acuerdo con la Argentina, China le permite al país usar el swap de monedas, los yuanes que tiene prestados, para pagar por adelantado todos los vencimientos de acá a diciembre. son siete mil millones de dólares que los pagaríamos en yuanes, lo que haría que el país se aparte del programa con el Fondo. Habrá que ver más adelante si conviene negociar otro programa. Si es lo que el próximo gobierno quiere. Esto le permitiría a Massa fundar el discurso de ruptura con el FMI que viene insinuando desde hace una semana. Una ruptura “igual a la de Néstor”. Para eso incorporó a su campaña nada menos que a Amado Boudou.

El tema acá es que no sabemos en qué consiste ese acuerdo con China, en qué consiste ese préstamo, por qué nos desendeudaríamos del Fondo pero nos endeudaríamos con los Chinos. Eso significa que pagaríamos una tasa de interés más alta y no sabemos cuándo llegarían los vencimientos, para los que hay que conseguir dólares para comprar los yuanes y devolverlos. Es decir que “no fue magia”, como dice Cristina. No va a ser magia. Es endeudamiento. Y un endeudamiento importantísimo porque en un momento en que el conflicto entre China y Estados Unidos se vuelve cada vez más agresivo, cada vez más intenso, la Argentina, por sus urgencias financieras, terminaría dándole a China la gran oportunidad de convertirse en un acreedor de un país mediano, importante en la región.

Como diría un experto en política internacional: “Es la diplomacia del mangazo”. La que lleva, en una mesa o en otra, en la de China o en la del Fondo, a grados inevitables de pérdida de soberanía.

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