Aprendizajes desde el campo de 4 años sin rumbo

Al asumir Alberto Fernández como presidente era evidente que el poder real era el de Cristina Fernández de Kirchner y el único plan que tenía meditado el flamante mandatario era intentar agradar a quien lo designó. A partir de ahí, se abrió un amplio campo de juego de oportunidades para oportunistas varios.

Cualquier propuesta podía llegar a colarse en un gobierno signado por la improvisación, siempre que pudiese arroparse con algo de ideología que contente a la seudo intelectualidad kirchnerista.

Así llegó la aventurada y atropellada idea de “estatizar” Vicentin, creyendo que se “nacionalizaba” la soja, pero en realidad solo se iban a nacionalizar deudas. Un intento de volver a una Junta Nacional de Grano y creer que se puede jugar al trader desde el Estado. Ese abortado debut, desnudó, que para tanto la política en general, y políticas agro en particular, no había rumbo, ni idea, ni capacidades. Por lo tanto, todo podría ser considerado.

Metano, bonos y cambios disruptivos: la batalla decisiva para el futuro de las vacas

Era tierra fértil para acercar ideas a quien no sabe dónde quiere ir, pero sí sabe a quién quiere agradar. De a poco la industria aceitera, y con algunos vaivenes, logró conseguir el tan ansiado “diferencial” para favorecerse a costas del productor argentino, exigencia que la industria local no le pide a los brasileños o paraguayos a la hora de importar soja.

También hábilmente, desviaron la presión del gobierno por los precios domésticos del aceite, endosando la factura a los productores vía los “fideicomisos”. Fideicomisos que rápidamente fueron imitados para trigo y harinas. Ambas cuestiones de muy dudosa instrumentación y de brillante opacidad, más cerca del escándalo que de otra cosa.

Mesa de “prebendas”

Surgió a los inicios del gobierno de Alberto Fernández la estridente e inútil “Mesa del hambre”, donde se agolpaban gerentes de cámaras, entremezclados con actores, celebridades varias y supuestos intelectuales, en fotos donde no había marco suficiente, ni segundas o terceras filas que alcanzaran para poder apiñarse y salir en la foto junto al presidente, todos los oportunistas juntos con caras de compungidos. Esta cercanía les abría una línea de entrada, por donde poder lograr alguna ventajita particular. Fue a todas luces: “La mesa del hambre de prebendas”.

La industria de agroquímicos, también logró vía los aranceles de importación, pero más que todo por las discrecionales SIRA, que se distingan claramente ganadores y perdedores. Era evidente y público, quién caía bien parado y quién no. Lo más rimbombante, eran las actuaciones, lindando lo circense, de algún ejecutivo de estas empresas, que se mostraba en cuanto evento y programa de TV que pudiera, adulando a las autoridades, con las ideas más aventuradas posibles, y con el claro objetivo de lanzarse (aunque sea efímera y aparatosamente) a la política.

Surgió también de las cenizas del antiguo Foro Agroindustrial el “Consejo Agroindustrial”, un amasijo de instituciones sin un orden o personería jurídica, en la cual autopercibidos representantes “del campo”, crearon una la lista de deseos para cada cámara comercial, intentando darle tratamiento parlamentario y omitiendo de par en par los temas relevantes como: DEX (retenciones), tipos de cambio diferenciales y restricciones a exportación e importación.

El proyecto de ley era solo un compendio alineado con las necesidades de los bonus de los gerentes de cada cámara. A esto se lo bautizó con un extenso y pomposo nombre: “Régimen de fomento al desarrollo agroindustrial federal, inclusivo, sustentable y exportador” (SIC). La idea era sencilla: sin hacer enojar al gobierno, y dejando intactas las exacciones al productor, lograr un pequeño beneficio para cada cámara. Mirada corta.

Mientras tanto, y de manera sorpresiva, surgió de la noche a la mañana y sin pasar por el Congreso, un sistema de cobro de “regalía global” de semillas que ascendía a la friolera del 1,5% del valor de las exportaciones granos. Cuestión que cayó por su propio peso en menos de una semana. La improvisación y el exabrupto siempre presentes.

La sequía desnudó muchos aspectos que las euforias de las cosechas tapaban anteriormente. Con la mayor crudeza se vio cuán dependiente es un Gobierno populista del campo. Pero del campo genuino, del que siembra, del que invierte realmente, el que decide cuándo y cómo vender sus granos y sus producciones. Mil y un inventos y presiones se pergeñaron para que “el campo” cambie sus granos (dólares genuinos) por papel pintado (pesos).

La discriminatoria restricción crediticia a la “tenencia” de soja (como si fuese una mercadería prohibida por la convención de Ginebra), los desequilibrados “volúmenes de equilibrio”, y los dólares soja 1,2 y 3 que desarbitran todos los mercados con la anuencia explícita de la cámara aceitera. La cual presenta como tragedia la “capacidad instalada” y ociosa de la industria, en lugar de poner en relieve la millonaria pérdida en los 34 millones de hectáreas sembradas.

Mientras esto sucedía, las entidades representantes del campo asistían a reuniones y más reuniones donde cada vez que finalizaban, el campo salía esmerilado. Todo sea por el “diálogo”.

Por otro lado, la otra fuente de dólares aparte de los del campo, son los dólares del FMI, a quien también el gobierno tanto denostaba, y daba siempre muestras de no hacerle caso, mientras declamaba supuestos principios soberanos e ideológicos. Pero resulta que termina casi de rodillas pidiendo rolear deuda y (por favor) algo de fondos frescos “porque no llegamos”.

A quienes empezó ninguneando el gobierno de Fernández, resulta que, al final, termina suplicándole por unos pocos dólares.

En una muy peculiar evolución ideológica, el dólar siempre tan aborrecido por el peronismo, desde que Juan Domingo Perón preguntaba altivamente: “¿Quién ha visto un dólar?”, a la situación hoy, con el gobierno kirchnerista mendigando por un puñado de dólares.

Y no suplican por dólares para continuar en otro gobierno las próximas elecciones, sino para poder concluir lo menos estrepitosamente el gobierno actual. Como Ricardo III, que canjeaba su reinado a los gritos, a quien le consiguiera un caballo. ¡Mi reino por un caballo! Hoy el kirchnerismo defenestra hasta sus prejuicios más viscerales, y suplica por la moneda estadounidense en un trágico fin de fiesta…que nunca fue. ¿Aprendimos?

Los autores son productores agropecuarios

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