La Argentina vive su cuarta combinación de crisis económica, en simultáneo con un proceso electoral, en los últimos cuarenta años de democracia.
La primera tuvo lugar en 1989, que llevó a la renuncia anticipada de Raúl Alfonsín. En febrero de ese año, tres meses antes de la elección presidencial, se desató una crisis que se materializó en una hiperinflación que ya se había iniciado cuando se votó.
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En 2001, durante la presidencia de Fernando de la Rúa, fue una elección legislativa de medio mandato la que se dio a la par de una crisis económica, que estalla un mes antes de los comicios, que tuvieron lugar en octubre, cuando cesaba el flujo de fondos en el marco del “blindaje”. La derrota electoral fue muy fuerte y llevó en diciembre al estallido de la crisis social que derivó en la renuncia del presidente.
En 2019 se vivió una situación similar, caracterizada por la salida de dólares y el aumento de la inflación. El financiamiento del sector privado no resultaba suficiente. En esas circunstancias, una decisión del presidente Donald Trump evitó el estallido. La administración de Mauricio Macri recibió un crédito de 44.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), gestionado por el presidente estadounidense.
Sin embargo, esto no permitió el triunfo del oficialismo, que era el objetivo político de Washington en ese momento.
Experiencia peronista
Ahora, por primera vez este tipo de crisis económico-electoral tiene lugar en un gobierno de origen peronista.
La insuficiencia de dólares y la inflación creciente, cuando faltan dos meses para el cierre de listas, tres y medio para que se realicen las PASO y seis para la elección presidencial, muestran al Gobierno buscando ampliar el auxilio financiero para evitar el estallido, mediante el apoyo de la Administración de Joe Biden.
La renuncia del presidente Alberto Fernández a su eventual candidatura no es un cambio político para contener la incertidumbre. Tomó la decisión en la mañana del viernes 21 de abril. En la tarde de ese día se reunía el Consejo del PJ, en el cual el kirchnerismo, que tiene mayoría, iba a realizar una ofensiva política sobre el Presidente para exigirle que renunciara a competir. Alberto Fernández quitó, así, a sus adversarios internos el principal argumento, pero a costa de debilitar su ya exiguo poder.
La vicepresidenta Cristina Kirchner quedó con poder suficiente para intentar que las PASO del PJ se hagan con un candidato único. En esa dirección se moverá en los próximos días.
El ministro de Economía, Sergio Massa, depende de ella para la toma de decisiones y ya no enfrenta un presidente receloso.
El 24 de junio es el límite para formalizar las candidaturas. Por esta razón, Massa tiene semanas para definirse, de acuerdo con las perspectivas de la economía.
Este jueves, en La Plata, se esperas que Cristina Kirchner ofrezca pistas sobre si será o no candidata.
El 16 de mayo se reunirá el congreso del PJ, que definirá la estrategia electoral. El 25 de mayo se cumplen 20 años de la llegada del kirchnerismo al poder y ese día tendría lugar una movilización popular.
La CGT apoya la eventual candidatura de Massa, los movimientos sociales oficialistas han celebrado la renuncia a la reelección de Alberto Fernández, los intendentes del conurbano se concentran en las estrategias provinciales y los gobernadores buscan que uno de ellos integre la fórmula presidencial.
La historia se repite, pero nunca es igual. Y no asumir los errores del pasado puede ser imperdonable. Tampoco lo es no tener conciencia que la primera medición de pobreza realizada hace medio siglo en 1974, era del 6% y que, ahora, está superando el 40 por ciento.
La dirigencia política tiene el protagonismo para enfrentar la crisis y conceptos como unidad y consenso son fundamentales, más allá de su desgaste. mAunque parezca que no tiene probabilidad, siempre hay que intentarlo.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría