La mayor conciencia sobre la necesidad de cuidar el ambiente y la búsqueda de una uva que eleve la calidad del vino producido caminan la misma senda. Con esta lógica, que crece de manera irreversible en función de un consumidor que también comienza a poner su atención en las historias que llegan hasta la copa, treinta bodegas argentinas participarán con más de setenta y cinco marcas entre hoy y mañana en la novena edición de la feria Vinos Orgánicos y Sustentables, organizada por Vinos más Sustentables (VIOS) en la Ciudad de Buenos Aires, en el espacio cultural La Botica del Ángel, de 19 a 23.
“En los últimos diez años resulta notable el interés creciente de los diversos eslabones de la cadena del vino por sumarse a modos de producción cada vez más sustentables. Desde lo comercial, por el aumento de la demanda internacional y local de vinos orgánicos y por la diferenciación que implica tener un producto de alta calidad con certificación orgánica, pero, también, por un convencimiento de que las características climáticas y de suelos en las diversas zonas productoras de la Argentina permiten, con ajustes en el manejo, hacer una agricultura sustentable, que sí, requiere más cabeza y más atención sobre el entorno natural, para entenderlo, para adaptarse a él y ya no para someterlo”, explicó a LA NACION Juan Pino, licenciado en Ciencias Ambientales y fundador, junto a Francisco “Pancho” Barreiro, de VIOS.
Añadió que a través de las ferias y de la comunicación se procura mostrar la sustentabilidad como un camino hacia el cuidado de la tierra y de las personas, siempre desde un costado proactivo. “Trabajamos para que quien toma una copa de vinos orgánico, biodinámico y del comercio justo conozca y aprenda sobre estas formas de producción y sobre los impactos positivos que generan. Cuando comenzamos nos preguntaban qué es un vino orgánico y hoy nos dicen ‘quiero un vino orgánico’. Se fue generando conciencia y ya se valoriza un producto con mayores atributos de calidad”, destacó.
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Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura, en 2022 recibieron uvas orgánicas, es decir, que en su producción no se utilizaron insumos de síntesis química, 142 bodegas. Y en cuanto al área plantada, la Argentina cuenta con 9300 hectáreas de viñedos con certificación orgánica, lo que representa el 4,4% de la superficie total. En el nivel mundial, España, Francia e Italia ocupan el podio de los países productores de uvas orgánicas, ranking que tiene a la Argentina en la décima posición, como el mejor país de Sudamérica.
Como periodista, Barreiro apuntó al valor de la comunicación como un activo clave para dar más impulso a la producción sustentable de vino y para llegar a más consumidores. “Hoy nos sorprende cómo vamos evolucionando, al pasar de la elección de un vino orgánico por curiosidad a un consumo por elección, tanto por el compromiso con el ambiente, como por la calidad demostrada en los vinos orgánicos argentinos. El público del vino es cada vez más exigente”, aseguro. Agregó que resulta notable el crecimiento en conjunto que se está dando entre nuevos productores, bodegas y consumidores.
Y en esa sinergia, el comunicador explicó a LA NACION que “las nuevas generaciones hoy tienen un pensamiento mucho más trascendental y no sólo les piden a las empresas que no dañen el ambiente, sino que, además, les exigen que hagan cosas por cuidarlo y por recuperar parte de lo dañado. Y, dentro de estas nuevas generaciones están los jóvenes enólogos que continuamente buscan la máxima optimización de la vid, con el mínimo impacto sobre el ecosistema. Hoy tenemos enólogos que se juntan y que se comparten información, que avanzan todos para el mismo lado sin ocultar métodos ni datos”.
Pino sumó que la idea de un ambiente saludable, “que hoy también adopta y hace suya la vitivinicultura, redunda en beneficios tanto para quienes consumen esos vinos, como para quienes no lo hacen, pero que indirectamente reciben el beneficio de un ambiente sano”.
En la opinión de los fundadores de VIOS, tanto la producción orgánica, que cuenta con sistemas de certificación auditados por el Senasa, como las prácticas biodinámicas o la agroecología, vienen en franco crecimiento dentro del mundo del vino no solo por la mayor conciencia ambiental, que está y que procura el bienestar de naturaleza y de quienes trabajan en las viñas, sino, también, por la búsqueda de una mejor y mayor calidad. “Es imposible hacer un buen vino con una mala uva. Por eso, cada vez son más las bodegas que trabajan de forma orgánica o agroecológica en sus líneas más altas de vinos, con la finalidad de regenerar y darle nueva vida a los suelos”, dijo Barreiro.
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Además del cuidado en las prácticas agrícolas, donde se incluyen, entre otros, cultivos, suelos y agua, la sustentabilidad en el trabajo de las bodegas comprende más áreas, como el uso de papel reciclado para las etiquetas, la elección de corchos, el vidrio de las botellas, donde todavía se debe trabajar para desmitificar aquello que mayor peso es igual a mejor calidad del contenido, e incluso, la optimización en los métodos de transporte. Términos como huella de carbono o huella hídrica comienza a sonar cada vez con más fuerza, también, en el mundo del vino.
“En tiempos en los que el mundo demanda calidad ambiental en los productos que compra, quienes exportan sus vinos hoy tienen en estas formas de producción sustentables otro modo de agregar valor y de diferenciarse de los competidores”, aseguró Pino.
Chicos y grandes detrás del mismo objetivo
En la industria vitivinícola argentina, el impulso que vienen ganando las prácticas productivas sustentables atraviesa por igual a bodegas grandes, medianas y chicas. El hilo conductor es la búsqueda de una uva que exprese de manera cabal en la botella la calidad del ambiente que la genera, donde el entorno, que incluye a los trabajadores y a las comunidades próximas a los emprendimientos, también participen de los beneficios que conlleva una relación más amigable con la naturaleza.
“Ser orgánico no es solo un eje del negocio para nosotros, es parte de nuestra filosofía de trabajo; está en nuestro ADN, con lo cual el desarrollo de vinos orgánicos es algo que venimos trabajando en los últimos 10 años. Manejar nuestros cultivos sosteniendo un equilibrio con el sistema agroecológico es algo muy importante desde el punto de vista de la conservación, el cuidado del medio ambiente y de la sustentabilidad de nuestros viñedos”, dijo a LA NACION Juan Pablo Murgia, gerente de enología del Grupo Avinea, el mayor productor de vinos orgánicos de la Argentina, con 1.530.000 botellas vendidas en el último año, con marcas como Argento, que se producen en 339 hectáreas certificadas en Mendoza (Agrelo, Altamira, Gualtallary y Ugarteche), y Otronia, bodega instalada en Chubut (Sarmiento), con otras 50 hectáreas certificadas orgánicas.
Agregó que la decisión de acentuar las formas de producción sustentables llevó al Grupo Avinea a desarrollar el programa “Matriz Viva”, que está basado en cinco pilares: “El agua y su uso eficiente; los organismos superficiales y subterráneos; el suelo; el medio ambiente, y la planta de la vid. Y el para desarrollo y la investigación de estos pilares sumamos el conocimiento de entidades como el INTA, CREA y la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Cuyo”.
Facundo Bonamaizon, enólogo de Chakana Wines, firma que trabaja en Mendoza 100 hectáreas certificadas orgánicas en tres viñedos (Agrelo, Paraje Altamira y La Consulta) y que produce entre 600.000 y 800.000 botellas de vino orgánico, dependiendo de las oscilaciones de las vendimias, contó a LA NACION que la meta de la bodega siempre fue “hacer el mejor vino posible. Y en ese camino entendimos la necesidad de utilizar prácticas que mejoraran el entorno donde crecen nuestras viñas para que se desarrollaran sanas y nos dieran las mejores uvas posibles para lograr por ellas el objetivo inicial. Muchas de esas prácticas necesarias para mejorar el entorno natural las encontramos en la biodinámica”.
Este viticultor explicó que la misión es poner en cada botella un lugar y un tiempo determinado, “como una instantánea de la vendimia. Y las prácticas no intervencionistas que promueve la biodinámica, al no usar casi ningún insumo, nos llevan a evitar hacer ‘correcciones’ sobre lo que nosotros creemos que debería ser un buen vino. Entonces, lo que prima es la uva y el resultado es un vino auténtico, que expresa un lugar y un momento”.
En la bodega de la familia Salas el concepto de agricultura orgánica estuvo claro desde el momento en que se plantó la primera vid, en 2008. “Así lo decidieron mis padres, por el principio de disminuir todo impacto negativo sobre el ambiente y por el valor agregado que ello implicaría al momento de comercializar la producción de vino. Hoy estamos convencidos como familia de que fue un acierto muy grande, porque es un nicho de mercado con un potencial increíble, que crece con mucha fuerza”, contó Ramiro Salas, enólogo de Familia Salas Organic State, que produce entre 35.000 y 40.000 botellas de vino por año sobre 7 hectáreas certificadas en el departamento mendocino de Maipú.
En la Feria de Vinos Orgánicos y Sustentables participarán Ánimal Organic Vineyard, Bodega Araujo, Bodega Argento, Caligiore, Cavas Vilarnau, Chakana Wines, Che Vins, Cruzat, Del Fin del Mundo, Domaine Bousquet, Durigutti Family Winemakers, Earth First, El Esteco, Familia Cecchin, Familia Salas Organic Estate, Finca Flichman, Félix Enrique 1931, Finca Dinamia, Kaiken Wines, Lamistá Wines, Finca Las Moras, Mastrantonio Wines, Mara de Uco, Montes Wines, Ojo de Agua, Susana Balbo Wines, Tres Wines, Vinecol, Vinos Barroco y 3SAPAS.
“Lo que buscamos transmitir al consumidor es que se logran vinos de excelentísima calidad con uvas orgánicas y que, además, en esa tarea aportamos nuestro grano de arena a la sustentabilidad al disminuir los impacto sobre el ambiente”, destacó Salas y añadió que la devolución que reciben de los consumidores en muy positiva: “Para muchos todavía es algo desconocido este modo de producción, pero una vez que lo descubren, que lo entienden y que prueban vinos orgánicos pasan a elegirlo”.
Murgia, que en 2021 fue distinguido como “enólogo joven del año” por el crítico inglés Tim Atkin, explicó que los vinos que vienen de viñedos manejados de manera natural “tienen los rasgos potenciados en la definición del carácter varietal, que se ven reforzados por las características del lugar. Esto lo tenemos muy bien definido y básicamente nos permite transmitir una experiencia sensorial que transporte al degustador a las distintas zonas de Mendoza donde tenemos nuestras fincas y que describa el terruño de cada lugar”, dijo.
El viticultor agregó que, tanto en el nivel local como en el exterior, el interés por los vinos orgánicos es creciente. “Observamos un consumidor cada día más interesado en llevar adelante una vida equilibrada, con pleno conocimiento sobre los productos que elige”, indicó.
Bonamaizon coincidió con Murgia en el sentido que el crecimiento de la demanda de vinos producidos en forma orgánica es una tendencia. “A medida que el consumidor conoce más, exige más. Ya no le da lo mismo que los vinos sean solo buenos, sino que, además de buenos buscan que estén asociados con prácticas que impliquen el cuidado del ambiente y de las personas que toman parte en la producción. Esa mayor conciencia que, reitero, se va transformando en exigencia, hace que producir de manera sustentable resulte hoy un valor agregado para nuestros vinos”, completó el enólogo.