Las expectativas de un cambio de signo político con las próximas elecciones generan movimientos en las actividades económicas. El campo no es ajeno a ello y, en particular, el mercado inmobiliario rural está en modo “activo, pero selectivo”. Así lo resumen fuentes del sector que son optimistas a la hora de contemplar el presente y futuro en la compraventa de campos.
Para Juan José Madero, expresidente de la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), la actualidad que atraviesa el sector “es muy particular, porque históricamente a medida que se acercan las elecciones se ralentiza la actividad”.
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“Pero en este año hay muy buen ritmo, donde hay campos ofrecidos con decisión de venta e inversores genuinos que no están curioseando, averiguando, sino que hay firme determinación para comprar”, destacó.
Analizando el contexto actual, recordó una situación semejante previa a que Mauricio Macri ganara las elecciones: “Se infería que la llegada de un cambio en el Gobierno traería más racionalidad, más normalidad; hoy estamos en un escenario similar solo que con un panorama económico mucho más complicado”.
Para Madero, hay que entrar en el negocio en momentos difíciles y este es un momento económico muy difícil en el país. “Año electoral, con una coyuntura política confusa, cargada de incertidumbre, es una buena oportunidad porque comprar tierras es una inversión a largo plazo. Y eso es lo que ven quienes buscan invertir”.
En coincidencia, Mariano Maurette, responsable de Campos de Álzaga, Unzué y Cía., también ve “con sorpresa este mercado activo en un año electoral”.
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“Hay mucha gente interesada, muchas consultas, incluso se está insinuando un pequeño rebote en los valores. Además del posible cambio de color político, hay otra explicación que es la vulnerabilidad financiera que se desató en el mundo en el último tiempo, donde varios bancos quebraron, eso al inversor le da pánico. También hay que agregar que, los campos que habían bajado de valor el año pasado, que los inversores los veían solo como una manera de diversificar; luego se acomodaron en precios y comenzaron a dar rentabilidad”, remarcó.
“Para los compradores, este potencial cambio de gobierno es un aliciente porque la actual administración tiene una mirada hostil hacia el agro, ve al campo como enemigo y lo persigue”, amplió.
Tras una baja histórica de un 20% en promedio luego de las PASO en agosto del 2019, poco a poco los valores de los campos se fueron recomponiendo y hoy están estabilizados. “El 2021 fue el piso, donde por ejemplo una hectárea en la zona núcleo bajó hasta los US$12.500. Hoy, como una manera de salir de pesos y posicionarse en carne y granos, los precios de la hectárea en la región agrícola volvieron a US$16.000. El espejo de esas tierras son el cinturón maicero de Estados Unidos, donde se cotizan a 50.000 dólares”, indicó Madero.
Para Roberto Frenkel Santillán, presidente de Bullrich Campos, el por qué de este fenómeno es que hay muchos pesos en el mercado, sumado a la expectativa de sembrar a un dólar oficial y vender a un dólar libre con un nuevo gobierno. Además, los números de los cultivos son buenos.
“Todos piensan que la situación del país se puede recuperar rápidamente, sincerando la economía y generando divisas, a través del campo. Se presume que va a haber un cambio abrupto de 180º, no gradual como lo intentó hacer Macri, esa es la sensación. Si ocurre lo contrario y continúa este gobierno con su política, los compradores de campos se van a querer pegar un tiro en el pie”, dijo.
En este sentido, Madero destacó que si un inversor encuentra lo que busca, avanza. “Además de mirar la carpeta del establecimiento, hoy hay recorridas de campos que son más que el año pasado”, describió.
Sin embargo, aseguró que el inversor está selectivo, donde la demanda fuerte está en campos 100% agrícolas, es decir zona núcleo y pampeana y ese segmento es el que escasea: “Hay mucho pedido de campo agrícola pero ese pedido no está en el mercado”.
Finalmente, a este escenario alentador y optimista le falta concretar un último paso: cerrar las ventas. Si bien el ticket de inversión pasó entre el año pasado y el actual de los 2 millones de dólares a más de US$5 millones, por el cepo se necesita de mucha ingeniería para cerrar las operaciones. “Se retrasan o se caen indefectiblemente: el cepo es la madre de todos los males para operar”, subrayó Madero.
Para Maurette, otro tema es el financiamiento de las operaciones a cinco años, como habitualmente se realizaban. Hoy “es un riesgo” y muchos propietarios de la tierra son reticentes a aceptar dicha metodología y prefieren resguardar a sus hectáreas dentro de su patrimonio, alquilándolo.
“Los dueños de los campos tienen miedo en embarcarse en una operación de compraventa a largo plazo en dólares, con la incertidumbre de que haya un cambio en su contra en las leyes y, sobre todo, si van a tener en el futuro consigo los dólares de su campo vendido”, cerró.