MARSELLA.- Hakim quería ganar algo de dinero con las drogas. Fue violado. Mathieu, quemado con un soplete. ¿Y Jules? Secuestrado. Tres juicios describen la insostenible realidad de los jóvenes que venden droga en Marsella -una importante ciudad al sureste de Francia, sede del Mundial del Rugby- víctimas de la “justicia del barrio”. Esta es una realidad muda, ya que las víctimas, cuyos nombres fueron modificados, apenas hablan.
Hakim, 15 años, se presentó en el último momento al juicio de sus presuntos torturadores, celebrado a puerta cerrada a finales de septiembre en Aix-en-Provence (sureste). “Hacía semanas que no tenía noticias suyas, su valentía fue notable”, afirmó su abogado, Stéphane Arnaud.
Unos días antes, Mathieu se quedó duro ante sus cuatro verdugos, condenados a penas de hasta 25 años de prisión por secuestrarlo, torturarlo y quemarle los genitales con un soplete en el verano boreal de 2019. ¿El motivo? Vender sin autorización de la red algunos gramos de droga en Felix Pyat, una de las mayores barriadas de la segunda ciudad de Francia. Desde entonces, “no hago nada especial, salgo poco, reacciono raro, hago cosas sin sentido”, explicó.
Jules, por su parte, decidió no presentarse el 13 de septiembre en el tribunal correccional de Marsella. En mayo de 2021, este adolescente de entonces 14 años -”un niño” según el presidente- fue secuestrado una tarde en plena ciudad.
Los responsables de un puesto de menudeo lo acusaban de llevarse mercancía, por lo que lo retuvieron y golpearon toda la noche. Al día siguiente, obligado a volver a vender para pagar su deuda, le pidió desesperado a unos policías que se lo llevasen esposado, “para que parezca de verdad”.
”Cometí un grave error”, pero él “jugó con fuego”, declaró Marouan Rady, de 22 años, condenado a cinco años de cárcel tras admitir parcialmente los hechos. Los otros tres acusados fueron absueltos. Según el presidente del tribunal, Francois Lemardeley, Jules “vio cernirse la justicia del barrio sobre él”.
“Ya no tienen límites”
Este 2023 está siendo un año negro en Marsella, “un baño de sangre” según las autoridades, con más de 40 muertos por la violencia relacionada con las drogas.
”Nos hablan de ajustes de cuentas, de muertos, de víctimas colaterales, pero no oímos hablar mucho de este aspecto. (…) Estas víctimas siguen vivas pero quedan destruidas por dentro”, indicó la fiscal Virginie Tavanti durante su alegato en el caso Jules.
El agresor principal de Hakim, que reconoció haberlo obligado a hacerle una felación, tenía 17 años en el momento de los hechos. El joven explicó que él mismo fue explotado por la red, admitiendo, según una fuente judicial, que normalmente “un esclavo no pega a un esclavo” porque “están todos en la misma bolsa”.
”No es que no tenga empatía, pero yo estoy en mi burbuja. (…) No me interesa lo que pasa alrededor, cuanto menos sepa, mejor”, lanzó por su parte El-Kabir M’Saidie Ali, el mayor condenado en el caso de tortura a Mathieu. ”La violencia aumenta cada vez más actualmente, las personas que trafican ya no tienen límites”, afirmó después.
En los pasillos de tribunal, ante todos estos casos, empieza a circular un término: trata de seres humanos.”Si leen estudios sobre la trata de humanos, verán que implica control, miedo, secretismo, hipervigilancia, traumas físicos y sexuales, y negación o minimización del peligro por parte de las víctimas”, explicó Laurence Bellon, al frente del tribunal de menores de Marsella hasta su reciente jubilación.
”La trata de seres humanos es una figura penal muy específica y, por tanto, difícil de perseguir”, subrayó a finales de junio Dominique Laurens, fiscal de Marsella.”Estos adolescentes están atrapados en un proceso de repetición que abordamos únicamente desde el punto de vista de la reincidencia, cuando se trata también de una cuestión de control y sumisión a redes muy violentas”, insistió Bellon, quien aboga por “alejarlos o incluso exfiltrarlos” rápidamente.
Agencia AFP