Por Alexis Benveniste
Si has notado que obtienes menos mientras la cuenta en la caja del supermercado sigue siendo la misma, no eres solo tú.
La reduflación (reducir el tamaño o la cantidad de un producto manteniendo su precio) es rampante.
Mientras la economía global se enfrenta a problemas que incluyen el aumento de los costos de las materias primas, los retrasos en la cadena de suministro y salarios más altos después de la pandemia, los consumidores son los más afectados por los crecientes costos de producción.
Ya sea papel higiénico o una bolsa de papas fritas, esta práctica, que se produce principalmente en épocas de inflación, está apareciendo en las tiendas de todo el mundo.
A mediados de septiembre, el supermercado francés Carrefour colocó carteles al lado de productos para advertir a los consumidores cuando el contenido de un paquete se ha reducido sin la correspondiente disminución de precio o con un precio mayor.
Los consumidores están tomando nota del cambio hacia envases más pequeños y, naturalmente, no están contentos, especialmente porque su poder adquisitivo ya estaba cayendo por la inflación.
A pesar de lo incómodo que resulta ahora el shock al ver las etiquetas, un problema de más largo plazo cobra importancia: las manifestaciones pasadas del fenómeno muestran que la historia de la reduflación no termina cuando termina la inflación.
En términos de frustraciones, los consumidores “notan más los aumentos de precios que las disminuciones de tamaño”, dice Mark Stiving, educador jefe de Impact Pricing, una organización en Estados Unidos que enseña a las empresas sobre precios.
Como resultado, afirma, las empresas utilizan la reduflación para subir los precios “de manera menos dolorosa”.
Cammy Crolic, profesora de la Saïd Business School de la Universidad de Oxford y especializada en el comportamiento del consumidor, está de acuerdo.
Debido a que los consumidores están tan concentrados en cómo sus compras afectan sus bolsillos, dice, es “más probable que noten el aumento en el precio que la cantidad de producto ‘perdido’ cuando los paquetes se encogen”.
Los consumidores, sin más opción que adaptarse
Los consumidores no siempre ven los cambios de inmediato; a menudo, son incrementales.
Por ejemplo, una bebida que pudo haber venido en una botella de 600 mililitros un año antes ahora puede ofrecerse por el mismo precio, pero reducida a 500 mililitros.
Y los expertos dicen que una vez que los nuevos tamaños estén disponibles, es probable que sigan así.
Phil Lempert, analista de la industria alimentaria en EE.UU. y editor de SupermarketGuru, añade que los compradores tienen que adaptarse a las modificaciones, dado que no tienen otra opción.
En algunos casos, pueden cambiar a productos con mejor valor.
Lempert dice que la lealtad a la marca se desploma en medio de la contracción inflacionaria y la gente, a menudo, vira hacia marcas blancas.
Pero en el caso de los productos básicos, es posible que los consumidores no tengan tantas opciones.
Por ejemplo, si dependes de la fórmula para bebés y una tienda solo ofrece una opción, tendrás que pagar el precio que figura y obtener lo que haya en la lata.
En Carrefour, la leche infantil Guigoz de Nestlé pasó de un envase de 900 gramos a uno de 830 gramos.
¿Qué sucede cuando la inflación baja?
Aunque la reduflación se corresponde en gran medida con la inflación, Crolic dice que los consumidores generalmente no ven que el tamaño de los productos se recupera incluso después de que los desafíos económicos disminuyen.
Hay raras excepciones, pero las empresas generalmente aprovechan la oportunidad para utilizar menos producto y cobrar la misma cantidad (o más).
En cambio, a menudo se afianza un nuevo fenómeno.
“Después de que los productos se reducen repetidamente de tamaño, el fabricante lanza una nueva versión más grande, a veces con un nombre nuevo e imaginativo”, coincide Edgar Dworsky, abogado estadounidense que en el pasado se dedicaba a derechos del consumidor y es fundador de la guía Consumer World.
Con ello, los compradores pagan un precio más alto por la novedad.
Los paquetes de papas fritas, por ejemplo, siguieron reduciéndose en medio de la reduflación, afirma Dworsky.
En casos anteriores, la empresa de snacks Lay’s, una división de PepsiCo, respondió a este cambio relanzando su bolsa de gran tamaño, pero con un nuevo nombre -”Party Size”, “tamaño para fiestas”- que podían vender a un precio mayor.
Dworsky también señala el caso del papel higiénico. Según él, el tamaño de los rollos se ha ido reduciendo durante décadas.
Él explica que cuando empezaron a hacerse lo suficientemente pequeños como para que los consumidores se dieran cuenta, los fabricantes empezaron a introducir nuevamente en el mercado tamaños más grandes.
A medida que los paquetes más grandes llegaron a los estantes, empresas como Charmin cambiaron su marketing, nombrándolos rollos “dobles”, “triples” e incluso “mega”. (Y ahora, en medio de este período de contracción inflacionaria, incluso los rollos “supermega” ultra suaves de Charmin se están haciendo más pequeños).
Ya sea que los comercios usen carteles para advertir a los compradores o no, es una píldora difícil de tragar –y un duro golpe para el resultado final– especialmente porque el precio de los productos generalmente no cae como lo hace la inflación.
Es posible que los consumidores deban seguir siendo muy conscientes de su presupuesto mientras compran y asegurarse de no caer en la trampa de ese tamaño Recontra Ultra Súper Mega en el estante.