Con el objetivo de controlar las malezas en los cultivos, millones de litros de glifosato se aplican cada año en la Argentina. Su uso continuo durante décadas generó diversos problemas, uno es el aumento de la resistencia al herbicida.
Un informe de Sebastián Tamashiro, de Sobre La Tierra, área de Divulgación Científica y Tecnológica de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), dio detalles de un trabajo que realizó un equipo de investigación de esa institución educativa, donde analizaron los casos de resistencia en diversas regiones de la Argentina de la especie Eleusine Índica, conocida por pie de gallina.
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“Se detectó en seis provincias y la mayor cantidad se dio en el este de Tucumán y en el centro y sur de Córdoba”, informaron los científicos que enfatizaron en la necesidad de adaptar los manejos agronómicos para prevenir que los casos se incrementen.
“En las poblaciones de malezas existen individuos que tienen la capacidad de sobrevivir o de eludir el efecto del glifosato. Si bien estos individuos son preexistentes a las aplicaciones, el uso recurrente del mismo producto a lo largo del tiempo genera un ambiente que los favorece y hace más evidente su presencia. Es un problema que sucede cada vez con mayor frecuencia y en cada vez más especies”, explicó Natalia Moreno, becaria posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (Ifeva), organismo dependiente de la UBA y del Conicet.
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El equipo que integra Moreno se centró en el estudio de Eleusine Índica, o pie de gallina, una maleza anual que aparece en los cultivos de verano. En el 2012, se reportó la primera resistencia de esta especie al glifosato en la provincia de Tucumán, y con los años se convirtió en un desafío en más provincias, según indicó Sobre La Tierra.
En este sentido, “resulta clave conocer dónde se da y se concentra la resistencia al glifosato de Eleusine Índica, en la Argentina. Por eso, relevaron casos en seis provincias y encontraron resistencia en todas: Tucumán, Santiago del Estero, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Además, detectaron dos zonas de alto riesgo: el este de Tucumán y el centro y sur de Córdoba. “Estas regiones demostraron una mayor cantidad de poblaciones resistentes y altos índices de resistencia al glifosato”, sostuvo Moreno.
Si bien todas las poblaciones evaluadas presentaron resistencia al glifosato, tuvieron distinto porcentaje de supervivencia. “El 80% de las poblaciones analizadas mostró más de un 20% de supervivencia, y el 20% restante presentó valores menores. Estos resultados, sumados a otros de trabajos previos, nos hacen sospechar que las distintas poblaciones tienen diferentes mecanismos de resistencia“, resaltó la becaria.
Asimismo, indicó que, como parte de sus estudios, caracteriza los tipos de resistencias presentes en el área muestreada. “Nuestra línea de investigación busca entender cómo varía la abundancia de los individuos resistentes generación tras generación en diferentes ambientes, expuestos al herbicida a lo largo del tiempo”.
Claves de la resistencia
Para analizar y combatir esta propiedad de las malezas, Moreno contó que aplican la dosis de herbicida que usualmente se usa a campo a poblaciones “sospechosas” de presentar resistencia como también a otras ya identificadas como resistentes y susceptibles; y evalúan el porcentaje de supervivencia de los individuos. “Luego, también analizamos distintas dosis, tanto superiores como inferiores a la de campo. Además, investigamos los mecanismos de resistencia y sus consecuencias en el desarrollo de las plantas”, explicó.
En esa línea, dijo: “Si bien se tiende a pensar que la resistencia tiene un costo fisiológico o reproductivo para el individuo resistente, hay que evaluarlo en cada situación particular. Por un lado, se sabe que en ausencia de herbicida existe un resistente que se comporta prácticamente igual que el susceptible tanto en cantidad de semillas como en acumulación de biomasa. Por otro lado, otro tipo de individuo resistente presenta menor tamaño y cantidad de semillas que el susceptible”.
Para finalizar, Moreno señaló que para combatir la resistencia al herbicida hay que realizar un conjunto de diferentes estrategias que incluyen evitar el uso del mismo herbicida de forma continua, ser cuidadosos con las dosis y los tiempos de las aplicaciones, y rotar cultivos. “Lo que se conoce como manejo integral de las malezas. Los ingenieros agrónomos desempeñan un papel crucial en la implementación de estas prácticas”, cerró.