Un descubrimiento arqueológico realizado en Francia podría significar un cambio importante sobre el conocimiento que se tiene sobre el proceso evolutivo. Concretamente, lo que se halló fue el hueso de un bebé homo sapiens dentro de una cueva en la que supuestamente había neandertales hace más de 40.000 años.
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Gracias al avance de las herramientas y el constante interés de los investigadores, con mucha frecuencia se hacen hallazgos que otorgan nuevos detalles y hasta una nueva visión sobre la evolución y la interacción en las distintas etapas.
En este caso, un estudio que fue llevado a cabo por el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y que fue publicado en la revista científica Nature Scientific Reports, trajo un descubrimiento inesperado que planteó nuevas preguntas y la obligación de revisar lo que se creía hasta el momento.
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Concretamente, la novedad surgió a partir de un análisis sobre la colección de herramientas y restos humanos atribuidos a los neandertales, sobre todo a la tradición artesanal denominada como Châtelperroniense, que fue descubierta hace décadas por el arqueólogo André Leroi Gourhan. Conservadas en el Museo Nacional de la Prehistoria de los Eyzies en Borgoña, una de las 64 piezas llamó la atención de Bruno Maureille, director de la entidad que llevó a cabo adelante la investigación.
Al observarla en detalle, notó que era diferente. Se trataba de la pelvis superior de un recién nacido: un ilión, la palabra para nombrar a un fragmento de cadera, que tenía el tamaño de una moneda. El hueso tenía una diferencia importante con los se encontraron en neandertales.
Las diferencias morfológicas con homo sapiens son notables, por lo que el especialista no tuvo mucha dificultad para notar que no se trataba de un neandertal. Al darse cuenta de esto, llevó a cabo un análisis morfométrico en 3D de la pieza y lo comparó con otros huesos ilión de neandertales. A partir de esto, confirmó que se trataba de formaciones óseas distintas.
El descubrimiento fue impactante, ya que hasta el momento no se habían encontrado restos de humanos pertenecientes a esta etapa en la cultura Châtelperroniense, que se ubicaban en varias zonas de Francia, aunque también fueron descubiertos en el norte de España. El hallazgo histórico también plantea dudas sobre el desarrollo de la evolución en esa zona de Europa.
La novedad, que se destacó entre las piezas encontradas en la Cueva del Reno, propone la posibilidad de que haya existido algún tipo de interacción entre los dos grupos biológicos y no el reemplazo directo de uno por otro con el correr de los años en esa zona específica. El descubrimiento le abrió la puerta a otras investigaciones arqueológicas posteriores que busquen profundizar en este tema y obtener más evidencia que permita determinar, con la mayor precisión posible, cómo fue el proceso evolutivo en esa parte del mundo hace decenas de miles de años.
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Incluso, el mismo grupo de investigadores que llevó a cabo los pasos para presentar este estudio no descartan la posibilidad de realizar nuevas excavaciones en la zona, con el objetivo de saber más sobre este aspecto en particular.