El gobierno y el rey de Marruecos quedaron en el ojo de la tormenta después del potente terremoto

TUNEZ.- Se suele decir que es frente a las adversidades cuando se revela el verdadero valor y carácter de una persona. Lo mismo sucede para los pueblos y las naciones. Y en el caso de Marruecos, el terrible terremoto que asoló al país el pasado viernes, y que de momento ya se ha saldado con la muerte de más de 2800 personas, ha mostrado las costuras de un sistema político muy vertical, pero con un rey a menudo ausente. Asimismo, la catástrofe ha hecho que los focos se posen sobre ese Marruecos rural y atrasado, eclipsado por las flamantes nuevas infraestructuras que exhibe el país orgulloso al mundo, como el tren de alta velocidad entre Tánger y Rabat, o las cifras de crecimiento macroeconómico.

Una vez más, ante el advenimiento de un hecho importante, el rey Mohamed VI se encontraba de vacaciones fuera del país. En concreto, en un lujoso palacio que posee en París a orillas del río Sena que compró a la familia real saudita y cuenta con más de 1000 metros cuadrados. El año pasado, ya pasó buena parte del tiempo entre sus residencias vacacionales de Francia y de Gabón, lo que hizo, por ejemplo, que no acudiera a la Reunión de Alto Nivel celebrada entre España y Marruecos en Rabat a principios de año. A causa de las veladas críticas en algunos medios locales y entre la élite política, Mohamed V decidió volver en primavera, y se dejó ver en varios actos públicos.

El pasado sábado, durante horas, cuando los marroquíes buscaban un líder que con sus palabras les ayudara a superar el desasosiego y el dolor, se encontraron un vacío estrepitoso. Entre el sismo del viernes y la noche del sábado, cuando el rey Mohamed VI por fin celebró una reunión en el Palacio Real de Rabat para abordar la crisis, el pueblo marroquí se tuvo que conformar con los asépticos comunicados del Ministerio del Interior que actualizaba el balance de víctimas, y los mensajes de las Fuerzas Armadas en los que explicaba la movilización de sus medios en ayuda de los damnificados.

Casi 72 horas después del terremoto, todavía ninguna de las más altas autoridades del país se ha desplazado a la zona siniestrada. La única comunicación del monarca alauita con el pueblo es una nota pública que establece tres días de duelo nacional, y algunas medidas de ayuda a los equipos de rescate. Aunque de todos es sabido en Marruecos que el verdadero poder reside en el Palacio Real, formalmente, el país es una monarquía parlamentaria. Sin embargo, el primer ministro elegido en las urnas, Aziz Ajanuch, tampoco ha tenido una mayor presencia pública, y se ha limitado a acudir al gabinete de crisis convocado por el rey.

Quizás por el férreo control de los medios por parte de los servicios de seguridad, son escasas las críticas a la reacción de los máximos dirigentes del Estado. Pero estas críticas a veces se cuelan a través de los videos subidos a las redes sociales, sobre todo, desde los rincones marginados del país, como la siniestrada sierra del Atlas. Por ejemplo, de allí salió la grabación en la que se ve a un padre que acaba de perder a su mujer y todos sus hijos y grita desconsolado: “¿No somos también nosotros parte de Marruecos?”.

“Solo allí, en los pequeños videos que circulan por Instagram, Facebook, YouTube, vemos una verdad desnuda, una verdad terriblemente abrumadora. Vemos el Marruecos de los olvidados que sufren, que caen y que lloran sin cesar”, denuncia el escritor Abdalah Taia en las páginas del diario El País. Y es que las diferencias entre las zonas rurales y las grandes ciudades es notable. El ratio de pobreza en la Marruecos rural es del triple que en las grandes ciudades, y el analfabetismo es el doble. Es en esas zonas negligidas por el Estado, con sus construcciones de adobe, incapaces de resistir a un temblor tan brutal, del 6,8 en la escala de Richter, donde se hallan la mayoría de las víctimas mortales.

Otro asunto que ha sido ampliamente comentado ha sido el rechazo del gobierno marroquí a recibir la ayuda que ofrecía el Ejecutivo de Francia. Incluso en una situación de extrema gravedad como esta, Rabat no puede dejar de lado las dinámicas políticas alrededor del conflicto del Sáhara Occidental, una auténtica obsesión nacional. El Sáhara Occidental es un territorio situado al sur de Marruecos que estuvo colonizado por España, y que Rabat reclama como propio, pero una milicia local, el Frente Polisario, exige la independencia.

Aunque Francia ha sido un aliado tradicional de Marruecos, Rabat está enojado con la administración Macron por no haber ido más allá, siguiendo los pasos del Gobierno de Sánchez, que respalda sin tapujos a sus tesis en el enquistado conflicto. “Estamos preparados para ayudar a Marruecos. Es una decisión soberana marroquí. Les corresponde a ellos decidir”, ha declarado Catherine Colonna, la ministra de Asuntos Exteriores francesa.

Asimismo, la vecina Argelia, valedora del Polisario, mostró el sábado su disposición a suspender el cierre de fronteras entre ambos países –en vigor desde hace casi tres décadas– para enviar ayuda. No obstante, hasta el momento, Marruecos sólo ha aceptado el apoyo de cuatro países amigos: Reino Unido, España, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.

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