Entrevista con el exjefe del Mossad, Udi Levy: “Yo no quiero matar a mis enemigos, quiero matar sus negocios”

Udi Levy sabe que es un blanco del terrorismo desde que ascendió en el Mossad, el servicio de inteligencia israelí, y llegó a ser la mano derecha del legendario Meir Dagan, el implacable jefe de operaciones del Estado Mayor. Como una suerte de Eliot Ness contemporáneo, Levy dedicó su vida a convencer a las agencias de seguridad de la conveniencia de perseguir el dinero antes que enfocarse en asesinar a los miembros de los grupos terroristas. “Yo no quiero matar a mis enemigos, quiero matar sus negocios”, dice el coronel Levy, mientras subraya cada palabra en hebreo y abre los brazos de su enorme figura recortada por el sol en una oficina del centro porteño.

Durante años, su prédica tuvo detractores; la mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas preferían mantenerse dentro de los cánones de la guerra convencional. Pero Degan lo escuchó a él. Y Levy finalmente fue designado al frente de la oficina secreta del Mossad dedicada a la guerra económica. La información que recopiló llevó a Israel a bombardear los depósitos de dinero en efectivo, galpones completos llenos de billetes, que financiaban a Hezbollah y Hamas. La unidad reveló la red de empresas que servían como cobertura en todo el mundo para alimentar a los grupos terroristas. Y el descubrimiento confirmó las sospechas que daban vueltas desde hacía tiempo: las venas a través de las cuales fluía gran parte de los fondos nacían en América Latina, en los carteles de la droga de Colombia y Venezuela. El narcotráfico y el terrorismo entrelazaban sus hilos.

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Fue entonces cuando un acuerdo secreto entre Estados Unidos dio vida a la Operación Casandra. Desde 2006 hasta 2015, cientos de agentes estadounidenses e israelíes confiscaron cargamentos de drogas, congelaron cuentas con miles de millones de dólares y arrestaron a jefes de Hezbollah. Levy era entonces el principal referente del Mossad en la guerra contraeconómica contra el terrorismo. El nombre de la operación había sido tomado de una figura de la mitología griega, la pitonisa Casandra, que había sido bendecida por los dioses con el don de predecir el futuro, pero con una maldición: nadie le creería.

A pesar de sus éxitos, la operación fue desmantelada en 2015. El motivo fue que la administración de Barack Obama consideró que sus golpes contra la economía de Irán ponían en riesgo sus negociaciones para que el régimen de los ayatollahs frenase sus desarrollos nucleares.

Levy acaba de llegar de Ecuador. Tras dejar el Mossad, se convirtió en un asesor internacional y sus contactos lo trajeron a Buenos Aires. Pero la guerra contra el terrorismo y el narcotráfico no lo abandona. En Quito debió dejar una investigación cuando la vida de los miembros de su equipo comenzó a estar en peligro. “Decidí no continuar porque se había llegado a personas muy altas, era muy peligroso para mí y para mi equipo y los estaba poniendo en riesgo”, puntualiza en una charla con LA NACION.

–¿El proyecto Casandra no existe más?

–La división que se dedicaba a narcoterrorismo fue desmantelada. Lamentablemente, es una gran frustración que Israel no siguiera ese tipo de operaciones

–¿El narcotráfico dejó de financiar el terrorismo?

–Todo lo contrario. El financiamiento del terrorismo a través del narcotráfico es cada vez mayor. No solo Irán y Hezbollah continúan usando el narcotráfico como una forma de financiar el terrorismo, sino que aumentó. Y en esta batalla ingresó un actor nuevo, que es Siria. No es solo drogas, también ahora trafican medicamentos adulterados. Los países europeos, que en el pasado no habían colaborado tanto con nosotros, ahora están muy preocupados.

–Los carteles que detectó su unidad se ubicaban en Colombia y Venezuela.

–Sí

–¿Tenían en Venezuela la complicidad del gobierno?

–Venezuela es uno de los países que más colaboraron con Irán, desde la emisión de pasaportes hasta la transferencia de dinero. Es uno de sus principales aliados. Hasta en el presente hay información de la intensa actividad de los iraníes y de Hezbollah en Venezuela. Desde ahí se expanden a toda Sudamérica y los Estados Unidos. En el caso de Colombia, como consecuencia del éxito que tuvo la acción de los Estados Unidos, el foco del narcoterrorismo se mudó a Ecuador.

–¿En algún momento de la investigación apareció la Argentina?

–La Argentina es parte de la región. Y se sabe que hubo actividad en la Argentina. Específicamente en la operación Casandra, no aparecía con los niveles de lo que sucedía en Colombia y Venezuela. Pero hay que entender que las operaciones se mueven a través de toda una red, extremadamente extensa, a través de compañías que sirven como cobertura. Y la red abarcaba a toda la región, e incluía empresas alimentarias y de logística. Se beneficiaban en una región con gran porosidad en las fronteras.

–Tradicionalmente la atención en la región se enfoca en la triple frontera entre la Argentina, Paraguay y Brasil.

–Para Irán y Hezbollah, sería mejor que solo pongan el foco en la Triple Frontera. Se habla mucho de eso. Pero hay información de muchos otros lugares. En Ecuador, por ejemplo, se siguen usando drogas para financiar al terrorismo. Nuestros enemigos no son tontos. Cuando se descubre una zona, enseguida mueven el foco hacia otra. Eso no quita que se corte la actividad en la anterior: no creo que se esté cumpliendo la ley en Ciudad del Este. Pero como el foco se puso en la Triple Frontera, el grueso de la operación se mueve hacia otras zonas.

–La red descubierta en la operación Casandra llevó incluso hasta el tráfico de armas de Rusia, del régimen de Putin.

–Ahora la situación se agravó. Es peor. Con la invasión de Ucrania, la actividad de Rusia aumentó. Se estrechó más la relación entre Irán, Rusia, Siria e incluso Venezuela. Hay una cooperación entre esos países y Rusia para transferir dinero. Así aparecen, por ejemplo, los drones iraníes en Rusia.

–El gobierno argentino está pidiendo asociarse a los Brics, como Irán, y donde ya está Rusia. ¿Cuál es su mirada?

–Es preocupante. Eso puede profundizar la integración del sistema financiero de la Argentina con Irán, Rusia, Venezuela y China. No les conviene entrar a un club así, es el club de los villanos.

–Sin embargo esa alianza tiene cada vez más miembros.

–Estamos en una situación geopolítica compleja, en especial por el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China. Se generó una suerte de vacío. Llega China a un país y le dice: el Banco Mundial o el FMI no les quieren dar más dinero, nosotros estamos dispuestos a darles. Y los gobernantes deben manejar esos países, tienen esa responsabilidad. El problema es que Occidente a veces no tiene herramientas para enfrentar esas propuestas tan tentadoras. Yo quiero creer que los Estados Unidos no van a desestimar a un país tan importante en la región como es la Argentina, y van a evitar que termine del lado de los Brics.

–¿Cómo ve actualmente la evolución de las investigaciones por los ataques a la AMIA y de la embajada de Israel?

–Las pruebas están, más allá de que no haya habido condenas. Yo no busco venganza, no creo que sea algo sano en la vida. Pero es muy importante que un país sepa lo sucedido y que el Estado entienda cuáles fueron los errores que se cometieron para que sucediera. Creo que es muy importante la disuasión para que esos atentados no vuelvan a suceder. La Argentina necesita un sistema de inteligencia fuerte para enfrentar y prevenir ese tipo de amenazas. Y lograr que Irán y Hezbollah paguen un precio muy alto por lo que hicieron en la Argentina.

–¿Qué significa lograr que paguen un precio muy alto?

–Yo entiendo que la Argentina no puede salir a buscar ahora a los perpetradores de los atentados por el mundo. Pero como se hizo en Estados Unidos y Canadá, la Justicia argentina puede determinar el pago de una indemnización de miles de millones de dólares para las víctimas y para el Estado. Eso pondría a los iraníes y a Hezbollah en problemas, porque pueden tener bienes y operaciones financieras en la Argentina proclives de ser confiscados. Y los llevará a pensar dos veces ante de ordenar otro atentando en la Argentina. Esto ya se hace. Hay demandas contra Qatar e incluso de Ucrania contra intereses económicos rusos e iraníes.

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–Usted arruinó negocios de mucha gente…

La risa de Levy resuena atronadora en la oficina y asiente con su cabeza calva.

–Eso lo convirtió en un blanco. ¿Cómo es vivir siendo un blanco?

–Sí, entiendo –responde Levy, mientras baja la cabeza y se mira las manos–. No me gusta. Por eso prefiero pensar que existen alternativas para la guerra convencional. Yo no quiero matar. La mayoría de las personas, cuando piensan en enemigos, piensan en matarlos. Yo no. Yo pienso: quiero matar tu negocio. Y si mato tu negocio, es como matarte.ß

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