El shofar, el cuerno de carnero cuyo sonido simboliza el intento por despertar las conciencias adormecidas, sonó de modo penetrante, un rato antes de que la multitud cantara con fervor el hit “la casta tiene miedo”. Javier Milei, el líder libertario y candidato presidencial más votado en las PASO, introdujo esa variante en el inicio de su multitudinario acto de cierre de campaña, cinco días antes de su triunfo electoral, y como modo de reafirmación de su “fanatismo” por el judaísmo y el Estado de Israel, una devoción que incomoda a dirigentes de las entidades centrales de la comunidad judeo-argentina, pero que también suma la adhesión de no pocos judíos de a pie.
Milei estudia la Torá (el denominado viejo testamento) con un rabino ortodoxo y visitó el mes pasado la tumba del venerado rabino de Lubavitch en Queens. Además, promete trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén y quiere relaciones privilegiadas con el Estado judío en caso de llegar a la Casa Rosada. Todo esto compone un combo inédito que despierta no pocos rechazos y sospechas en muchos dirigentes comunitarios argentinos, que ven especulación política donde el dirigente libertario solo admite pasión y admiración por la tradición judía y el Estado hebreo.
“Evidentemente, el judaísmo es un componente central de la personalidad de Javier Milei. También es un componente clave de su campaña. A algunos, las cosas que dice los pone contentos, a otros los incomoda”, evalúa Claudio Epelman, director del Congreso Judío Latinoamericano, que nuclea a las representaciones políticas judías del continente.
La representación política local, la DAIA que encabeza Jorge Knoblovits, firmó días atrás una carta interreligiosa, de la que también formó parte activa el titular del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, texto que en uno de sus párrafos saliente enfatiza que “no hay país posible sin diálogo. Tampoco hay diálogo con insultos, gritos y descalificaciones del que piensa distinto”. Una frase que, según evaluaron fuentes comunitarias, va directo en contra del agresivo discurso de Milei contra los “zurdos”, la prensa “ensobrada”, y la “casta” política en general.
La preocupación de distintos dirigentes judíos (e israelíes) en el país, según fuentes irreprochables, habría llegado al propio Milei por intermedio de la comunidad marroquí Acilba, donde ejerce su tarea pastoral el rabino Axel Wahnish, guía espiritual del candidato, según publicó LA NACION en abril pasado. “Le hicieron saber que no les parecía bien tanta exposición, que tenían temor de que cierta exageración fomentara el antisemitismo”, comentaron fuentes que supieron del discreto mensaje, emitido luego de las primarias y que, por lo visto, tuvo escaso efecto: a las pocas horas, Milei pasó a buscar su kipá (solideo) por el estudio de LN+, prometido por el periodista Jonatan Viale, y reiteró que su primer viaje en caso de acceder a la Presidencia será, tal como lo hizo Alberto Fernández, al Estado judío.
Según coinciden distintas fuentes comunitarias, el propio Wahnish bajó su perfil casi a cero, luego de que su propia comunidad también le recomendara “correrse” de los focos mediáticos, por su asociación con el líder de La Libertad Avanza.
El denominado Llamamiento Argentino-Judío, que suele sostener posturas cercanas al kirchnerismo, criticó días atrás el “uso indebido de símbolos judíos que viene haciendo (Milei) durante la campaña”, y evaluó que el candidato libertario utiliza esos símbolos “en su afán por conquistar a la comunidad, que estaba mayoritariamente con el Pro”, según expresó su secretario general, Pablo Gorodneff.
También desde una posición progresista, otro dirigente comunitario que prefiere no aparecer mencionado asegura que “los judíos a los que le encanta (Donald) Trump o Bibi (Benjamín) Netanyahu están con Milei, pero la mayoría no acepta ni sus propuestas ni su tono agresivo”, asegura el dirigente comunitario.
De todos modos, en los medios de comunicación comunitarios puede verse a diario que no pocos integrantes de la comunidad coinciden con los postulados de Milei, sobre todo los que se relacionan con Israel y la tradición judía.
“Muchos creen que la identificación de un candidato con el judaísmo puede generar antisemitismo, pero la mayoría de la comunidad, como todos los argentinos, está hastiada de la clase política y los partidos tradicionales, por lo que muchos apoyan abiertamente (a Milei)”, analizó Miguel Steuerman, fundador y director de radio Jai, primera radio judía de latinoamérica.
Cerca de Milei creen que las críticas que recibe el candidato también son “políticas”. Miran, en especial, a Juntos por el Cambio, y reiteran que, durante su presencia en el acto de recordación del atentado a la AMIA, el 18 de julio pasado en la calle Pasteur, sólo se registró una agresión “aislada” de “dos o tres señoras”, disconformes con el voto negativo de Milei en la Cámara baja a declarar duelo nacional el día aniversario del ataque terrorista, una decisión de la que Milei se arrepintió horas más tarde, pero sin poder torcer su voto original.
“No voy a la Iglesia, voy al templo. Soy estudioso de la Torá, no hablo con sacerdotes, tengo un rabino de cabecera. Solo me falta el pacto de sangre”, argumenta Milei, en defensa de su “devoción” por el judaísmo. Una cercanía que despierta adhesiones y rechazos, de un modo casi tan terminante como su propuesta electoral.