El estudio de abogados con acento francés que cumplió 100 años

En el mundo de los abogados de empresas de Buenos Aires, se da una situación que no ocurre en los países vecinos, según cuentan los propios profesionales: hay un puñado de estudios centenarios que siguen en los primeros planos.

En Brasil, Uruguay o Chile, según describen, los principales bufetes ligados a los negocios de hoy tienen 60 o 70 años de antigüedad, y ninguno superó el siglo de historia como varios nombres argentinos: Marval O´Farrell Mairal, el más grande del país, cumplió 100 años hace unos meses; Estudio O’Farrell celebró los 140 años, y Beccar Varela ostenta 126. Otra de las firmas que integran esa liga es Bomchil, que también está cumpliendo 100 años en 2023.

Al poco tiempo de recibirse, en 1923, Miguel Bomchil fundó su estudio de abogado. Diez años después, sumó a su hermano Máximo (que era menor que él), y juntos se instalaron en el emblemático edificio Comega, de avenida Corrientes y Leandro N. Alem, recientemente inaugurado en ese momento. Fue el comienzo formal de M. & M. Bomchil, la identidad con la que el estudio transitó hasta hace cuatro años, cuando encaró un proceso de rebranding a tono con estos tiempos para pasar a ser, directamente, Bomchil.

“Miguel era un gran jurista, un hombre de estudio. Escribió el primer libro sobre impuestos a los réditos del país. Mi padre, Máximo, era un muy buen abogado, un rainmaker: atraía a los clientes. El estudio siempre fue muy fuerte en lo comercial e impositivo”, describe hoy Máximo Bomchil, socio principal y segunda generación de la familia fundadora, quien está al frente de la firma desde 1978.

El recorrido de Bomchil tiene raíces comunes con lo que vivieron otros estudios similares a partir de los años 90. De ser una estructura familiar con no más de 10 abogados, dio un salto hasta multiplicar por cinco su tamaño, impulsado por la apertura económica y la llegada de clientes extranjeros que trajo el proceso de privatizaciones de empresas públicas. Esa ola de transformación económica fue determinante para todos los grandes estudios de abogados de la city porteña, al punto que parte de la actual conformación de firmas surgió en ese momento.

Hoy, la firma tiene 21 socios y unos 100 abogados asociados. En total, emplea a 135 personas. El socio Javier Petrantonio ejerce como managing partner (socio administrador).

“Intervenimos en cuatro de las privatizaciones más importantes, como la de Telecom –en representación de France Telecom- y la de Aguas Argentinas, donde escribimos el estatuto y negociamos el contrato de concesión. Luego participamos de la privatización de los aeropuertos, cuando nació Aeropuertos Argentina 2000, que sigue siendo cliente del estudio”, recuerda Bomchil.

El Grupo Eurnekian, con sus más de 50 concesiones de aeropuertos en todo el mundo y otras empresas, como la petrolera Compañía General de Combustibles (CGC), es uno de los principales clientes. Entre los demás, sobresalieron en las últimas décadas las empresas de capital francés, como la mencionada France Telecom –cuando fue accionista de Telecom entre principios de los años 90 y 2003- y el accionista de Aguas Argentinas, Lyonnaise des Eaux (del Grupo Suez).

No son los únicos. Formaron y forman parte de su actual clientela nombres como Pernod Ricard, Renault, Peugeot y Airbus, entre los de origen galo.

El vínculo con las firmas de ese país se remonta a los años 60, cuando Máximo Bomchil padre, impulsó una alianza de estudios de abogados de la región bautizada como “The Bomchil Group”, que derivó en la apertura de una oficina de representación en París, para brindar asesoramiento legal a empresas europeas interesadas en instalarse en América del Sur. Desde esos tiempos, el estudio cultivó una relación estrecha con los capitales franceses, que sigue hasta el día de hoy.

Pero los clientes que fueron pasando por sus oficinas a lo largo de la historia van más allá de los de ese origen. Supo asesorar a Lászlo Biró, el inventor de la famosa lapicera conocida como “birome”; a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires; Chrysler Argentina en los tiempos de Fevre y Basset; Bodega Arizu; Harrod´s; y Henry Martin & Cia (hoy, EY), entre muchos otros. Más cerca en el tiempo: el Banco do Brasil, IBM, 3M, Colgate, Gillette y el Grupo Fortabat.

De los arbitrajes a la compra de empresas

Dentro del asesoramiento “full service”, como se dice en la jerga de los abogados (todas las prácticas del derecho vinculadas con la actividad comercial de las empresas), Bomchil logró darle impulso en los últimos 20 años a una en particular: los arbitrajes comerciales y de inversión. Fue una derivación de los reclamos que empresas multinacionales efectuaban contra la Argentina por la ruptura de contratos luego de la crisis de 2001 en foros internacionales de arreglo de disputas como el CIADI, dependiente del Banco Mundial.

“Empezamos con el arbitraje internacional de inversión, y desarrollamos toda la práctica internacional. Son casos grandes, complejos, que pueden tener –como no- al Estado como una de las partes”, describe la socia María Inés Corrá y agrega: “Suelen estar vinculados con alguna medida regulatoria, no solo en el sector energético, sino en áreas reguladas en general”.

Los arbitrajes internacionales, entre privados o con el Estado, pueden llegar a durar hasta 10 años. Una anécdota es muy ilustrativa al respecto: Corrá intervino por el estudio en representación de Siemens, que llevó a los tribunales a la Argentina por la ruptura del contrato para la provisión de los DNI a fines de los años 90. El caso se desarrolló entre 2002 y 2009 y durante ese lapso, la abogada tuvo a sus tres hijas, recuerda hoy.

En materia de operaciones financieras, el estudio asesoró recientemente a CGC en la emisión de una ON privada convertible a Dow, operación que, según los abogados, fue inédita en el mercado local. “Fuimos a la CNV a explicarles que había que inscribirla igual, pese a que era una emisión fuera de mercado”, señala Fermín Caride, socio del departamento de Mercado de Capitales. Y agrega que, dentro de las restricciones de la regulación, hay espacio para innovar en las estructuras de financiamiento que necesitan las empresas.

Para el Grupo Eurnekian y sus aeropuertos también realizaron colocaciones internacionales en las que debieron apelar a la misma creatividad, complementa la socia del área María Victoria Funes. Lo mismo hicieron con Aluar, otro de sus clientes.

Aunque la actividad de fusiones y adquisiciones de empresas (M&A, por sus siglas en inglés) está lejos de lo deseable por la crisis y el contexto político, Bomchil trabajó en algunas operaciones relevantes en el último tiempo. Una de ellas, la compra por parte de Milkaut (cuyo propietario es la francesa Savencia, controlada por la familia Bongrain) de la láctea Ilolay. La venta se cerró en el primer semestre de este año.

Entre los grandes estudios de abogados suelen ser frecuentes tanto las escisiones –socios que se van para formar otra firma- como las absorciones de estructuras más chicas. En los últimos dos años, varios bufetes salieron a hacer incorporaciones para reforzar su posición en el mercado. Bomchil no fue ajeno a esos movimientos: sumó al estudio Alliani (liderado por Pablo Alliani), especializado en petróleo y gas, y a Teijeiro & Ballone, una de las firmas boutique más reconocidas en impuestos. Y para sellar sus ingresos, brindó con champagne francés, por supuesto.

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