Una de las consecuencias más significativas del calentamiento global es la creciente y mayor presión sobre los recursos naturales, especialmente los recursos hídricos. Procesos como crecimiento demográfico, industrialización, contaminación, uso excesivo y no eficiente del agua, profundizan la problemática del suministro de agua que ya es insuficiente y limita el desarrollo económico y social en diferentes regiones del planeta. El agua otorga poder político y económico, traduciéndose en la causa de disputas sobre los derechos a las fuentes de agua, y ha sido a lo largo de la historia causa de conflictos bélicos.
Esta situación de conflicto es particularmente evidente en el Medio Oriente y Norte de África (MENA), región en la cual, independientemente de los conflictos políticos, existen características especiales como inmensas superficies desérticas con altas deficiencias de agua que generan problemas para el desarrollo de la actividad agrícola e incrementan las posibilidades de inseguridad alimentaria en la población.
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Los países de MENA, son especialmente sensibles al cambio climático. Los posibles escenarios de impacto climático en la región son serios. Es probable que, de no poder controlarse el calentamiento global, se viviría a fines del siglo en situación de estrés calórico extremo (temperaturas promedio cercanas a los 50°C) casi siete meses al año.
El promedio mundial de estrés hídrico es del 35%, mientras que en la población de MENA el promedio es del 60%. A esta situación, se ve acelerada por el aumento de la población que, debido a características étnicas y religiosas, se ha triplicado en el último siglo y con ello también la demanda de agua, que sin lugar a dudas, el agua ocupa un lugar central, especialmente por las cantidades limitadas el recurso.
Muchos de los países de la región comparten las fuentes de agua superficiales y subterráneas, para las cuales no existen gestiones compartidas que permitan el uso racional del recurso agua. Ejemplos de esta situación encontramos en la crisis hídrica en las cuencas del Éufrates y Tigris. Drásticos cambios en el régimen de lluvias, mayor frecuencia de sequias, construcción de represas en Turquía y el uso ineficiente del recurso han generado cambios drásticos en el caudal de río Éufrates y, paralelamente, el desvió de los recursos hídricos del río Tigris en Irak, por sobre los valores recomendados.
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Las influencias de estos fenómenos han generado disminución del área de cultivos que están bajo la influencia de estas cuencas, provocando en la región abandono de tierras agrícolas en Siria y migración masiva de agricultores a ciudades sin infraestructuras suficientes para la captación de dicha población, provocando el colapso de servicios básicos como son la salud y la educación.
En los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudita se extrae de los acuíferos entre 21 y 30 veces más agua de la que se repone. Otros ejemplos encontramos en el conflicto existente por el uso de las aguas del río Nilo entre Egipto y Etiopía, cuyo caudal viene disminuyendo desde los años 60 por causas climáticas además de la baja eficiencia del uso de sus aguas.
Esta realidad que caracteriza a la región representa una verdadera amenaza que altera las relaciones entre países y es causa de disputas. Sin embargo, conociendo la importancia del recurso agua en el desarrollo económico, así como también la posibilidad, por intermedio de acuerdos, gestionar en forma conjunta las aguas transfronterizas, podemos pensar en la posibilidad de ver al recurso agua como una de las herramientas fundamentales y efectivas para dar contenido a los diálogos de paz en la región.
Entre los ejemplos más sobresalientes de este tipo de acuerdos encontramos los acuerdos existentes entre Israel y Jordania. Sin entrar en detalles acerca de las circunstancias históricas y geopolíticas del acuerdo de paz en 1994, podríamos decir que prácticamente todas las demandas territoriales entre ambos países fueron solucionadas y la base real del acuerdo reflejó principalmente intereses comunes de desarrollo regional, siendo el agua un tema de interés prioritario para ambos países.
La posibilidad de gestionar el recurso agua en forma coordinada entre ambos países debe entenderse bajo la perspectiva de la grave escasez de agua en la región y la aplicación de acuerdos y políticas de gestión que puedan respetar las necesidades internas de cada país.
Este contexto es diferente en ambos países. En el caso de Israel, se alcanzó la seguridad hídrica por intermedio de la combinación de reformas institucionales que permiten la sustentabilidad financiera del sector que reflejan los costos por los servicios e inversiones, todo esto sin dejar de ver al recurso agua como un bien público y social. Además, fue necesario crear un fuerte ente regulador que maneje las cuestiones del agua. Esta es la Autoridad del Agua de Israel (IWA).
Paralelamente, la escasez de agua obligó a buscar, a lo largo de los años, fuentes alternativas de agua, que además posean factibilidad de uso para las diferentes partes interesadas del sector productivo. La combinación de tecnologías y reformas condujeron al sector agrícola, por ejemplo, a la reutilización de las aguas residuales gracias a la generalización del tratamiento terciario y su uso con pocas restricciones para el riego.
De esta manera, se puede sustituir y liberar la escasa agua potable para usos domésticos e industriales y salvaguardar el medio ambiente. Más del 87% de los de los efluentes de aguas residuales tratadas se reutilizan para la agricultura. Conjuntamente, existe un control sobre los acuíferos para evitar su sobreuso y en épocas de bajas demandas pueden funcionar como depósitos, recargándolos con aguas tratadas.
La agricultura israelí, a lo largo de los años, fomentó la selección de cultivos con mayor valor agregado en relación al recurso agua, buscando continuamente tecnologías de riego basadas en el uso de sensores para alcanzar mayor eficiencia. A estas medidas, se suma la desalinización a gran escala de agua de mar y agua salobre para suministrar casi toda el agua potable que se distribuye a nivel municipal y regional. Las plantas desalinizadoras de agua de mar por ósmosis inversa (SWRO) suministran el 85% del agua doméstica urbana.
En el caso de Jordania, el sistema posee un potencial extremadamente limitado con periodos en los cuales debe limitarse la cantidad de agua en las ciudades permitiendo su uso contados días a la semana. El agua de Jordania proviene de recursos superficiales y subterráneos, que aportan 911 millones de m3 por año. Además, Jordania recibe aproximadamente 170 millones de m3 por año de aguas residuales tratadas por año.
De las 12 cuencas de agua subterránea, la mayoría se bombea con un déficit y se ha dejado de bombear de algunos pozos debido a que la calidad del agua ha cambiado debido al exceso de bombeo. El suministro de agua está disminuyendo en el contexto de una población creciente, al mismo tiempo que precipitaciones menores a las previstas y mayor evaporación debido al aumento de las temperaturas. Todos estos factores han reducido el volumen de agua per cápita de Jordania.
En general, la crisis como es el caso del agua puede ser el factor que impulsa cambios. Este, es el caso de Israel y Jordania. A lo largo de los años las cantidades de agua suministradas por Israel a Jordania han cambiado acorde a la situación y a la continua necesidad de fortalecer las relaciones. Israel deberá aportar de su experiencia, que le permitió aumentar la cantidad total de agua disponible y seguir contribuyendo con cantidades de agua que permitan disminuir el déficit del sector hídrico jordano.
La gestión compartida permitirá ahorrar agua y garantizar mayor eficiencia. Paralelamente la posibilidad de explorar otros horizontes de cooperación que ya se evalúan y se basan en la posibilidad existente en Jordania de construir un campo de paneles solares y exportar la energía producida a una planta desalinizadora de Israel que a su vez enviará esa agua a Jordania.
La garantía de suministro de agua es condición para la estabilidad del gobierno jordano. En este caso, el suministro de agua por parte de Israel está garantizando esa estabilidad y el beneficio israelí es el uso del agua como herramienta que brinda seguridad a lo largo de la frontera más larga que Israel tiene y, sin lugar a dudas, es elemento estabilizador de las relaciones.
El autor es ingeniero agrónomo, con una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén, fue parte del Servicio de Extensión Rural perteneciente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel y actualmente ocupa el cargo de Director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional. En el marco de su trabajo ha dirigido programas de desarrollo rural como parte de los planes de cooperación internacional del Estado de Israel en diferentes países de América Latina, Asia y África