¿No era que lo que queríamos era que el oficialismo perdiera en las PASO celebradas el 13 de agosto pasado? Pues bien, perdió. Porque la suma de votos obtenida por Massa-Grabois salió tercera, detrás de la obtenida por Milei y por la suma conseguida por Bullrich-Rodríguez Larreta.
¿Por qué esa cara de velorio o de espanto entonces? No será, precisamente, por las chances que usted le asigna al actual ministro de Economía de la Nación y candidato del oficialismo de dar vuelta este resultado en las elecciones propiamente dichas, que tendrán lugar el 22 de octubre próximo.
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Por lo que se sabe, la honda preocupación deriva de la nada despreciable probabilidad de que Javier Gerardo Milei sea el próximo presidente de la Nación. Pero si éste es el problema, tengo la solución: vote a Patricia Bullrich.
Otro de los importantes datos que surgieron de las PASO fue la exigua diferencia de sufragios que obtuvieron los candidatos –o agrupaciones– más votados. Milei, 30%; Juntos por el Cambio, 28,26% y Unión por la Patria, 27,26%.
Esto quiere decir que las PASO no consagraron al próximo presidente de la Nación, sino a los candidatos con más chances de ocupar el cargo a partir del 10 de diciembre de 2023, lo cual significa que seguimos en campaña.
¿Por qué es esto importante? Porque existe la lógica de la campaña, que recién terminará el próximo 22 de octubre o 19 de noviembre; seguida por la lógica de la transición, que recién terminará el 10 de diciembre, cuando aparecerá la lógica de la gestión.
Analizar hechos, declaraciones y actitudes pertenecientes a cada etapa con el herramental aplicable a alguna de las otras equivale a dirigir un partido de fútbol aplicando el reglamento del rugby.
Las PASO fueron muy importantes, pero ya fueron; el próximo escollo tendrá lugar el 22 de octubre. Mientras tanto, para no aburrirnos, tenemos que levantarnos todos los días para ver cómo le encontramos la vuelta. Para lo cual es fundamental focalizar la atención en vez de dispersarla.
Quédese con esta conjetura: si los resultados de las PASO se confirman en las próximas elecciones, en la versión Bullrich o Milei; ¿cuáles son las chances de que el próximo gobierno sea peor que el actual? No digo nulas, por las dudas, pero muy bajas por cierto; lo cual es suficiente para la toma de decisiones. Pero si esto es así, ¿por qué esa cara de velorio o de espanto?