Gisela Veritier: “Se sigue buscando cuáles son los salvavidas que pueden aparecer”

CÓRDOBA.- “La competitividad está jaqueada; estamos en stop y la pregunta es hasta dónde llegamos o aguantamos. Más allá del ‘mini acuerdo’ con el FMI hay que ver hasta dónde se llega”. La frase es de la economista Gisela Veritier, directora General ICDA, la escuela de Negocios de la Universidad Católica de Córdoba y docente de esa institución y de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba. En su análisis también se refiere en cómo hay que trabajar en la micro competitividad y plantea la constitución de clústers como una alternativa viable y que, en el mundo, demuestra tener éxito.

Señala que la dinámica de las empresas de “unirse y mejorar relaciones” impacta en las condiciones competitividad. Como casos exitosos, apunta los del País Vasco o, en el mundo de la innovación, Shangai o Sillicon Valley. “En las economías emergentes, vemos la importancia de la inversión en I+D y la cantidad de investigadores cada 1000 habitantes. Los que mejor se posicionan tienen una capacidad superior”, agrega.

Reconoce que en la Argentina esos ratios están por debajo de lo que deberían, pero -en base a un estudio del Boston Consulting Group- advierte que hay “una luz de esperanza”. Veritier describe que se trata de una estrategia que requiere del trabajo conjunto del sector privado, el público y las universidades y destaca, en esa línea, la experiencia en Córdoba.

Cuando pone la lupa sobre la macro, repasa que ya en 1958 el FMI le dio el primer préstamo al país; fueron US$75 millones pedidos por Arturo Frondizi para “frenar la inflación y estabilizar el tipo de cambio”. Añade: “La historia se repite; se siguen buscando qué salvavidas pueden aparecer. Lo que hay que hacer es generar divisas para resolver cómo traccionar el desarrollo y el crecimiento y, por ende, la competitividad”.

-La competitividad macro argentina está muy comprometida, según reclaman permanentemente los empresarios.

-Está muy complicada, fundamentalmente por la eterna restricción externa de la economía argentina. (Michael) Porter, padre de la competitividad, define que un país es competitivo cuando las empresas privadas son capaces mejoran el valor económico y la calidad de vida. Para eso se requiere mejorar el entorno macroeconómico, generar un camino estable. El Estado necesita de las empresas para elevar sus aspiraciones pero también las compañías requieren de acciones del Estado. Los desequilibrios macro atentan permanentemente contra esto; los estrangulamientos de la balanza de pagos llevan a devaluaciones. Hoy el principal problema de la Argentina es el dólar; lo vemos en la negociación con el FMI, donde nadie habla de la inflación que parece ser un mal menor, están concentrados en evitar una devaluación. La falta de reservas internacionales se viene dando a través de los años, desde mediados del siglo XX atravesamos ciclos de stop and go. En los segundos ciclos, en los de go, los dólares no alcanzaban para financiar importaciones y cuando el déficit se profundizaba empezaba el stop acompañado de una devaluación y un reacomodamiento de precios relativos. Los últimos datos de actividad muestran, a mayo, una caída del 5,5% interanual traccionada por el campo, principal generador de divisas. Las actividades de comercio, inmobiliarias, industrias, hoteles, restauración, presentan crecimiento y son intensivos en importaciones. La competitividad está hackeada; estamos en stop y la pregunta es hasta dónde llegamos o aguantamos. Más allá del “mini acuerdo” con el FMI hay que ver hasta dónde se llega.

-¿Quedan conejos en la galera?

-Con Sergio Massa no se sabe; es el ministro más político de la historia económica argentina, viene rompiendo los cánones de la teoría económica. Si lo vemos desde lo estrictamente económico no hay de dónde “rascar la olla”. Viendo el mapa geopolítico, las relaciones con China, con los BRICS, los intentos de comercializar con otras monedas como yuanes o reales puede haber otros escenarios. Cuando repasamos la historia argentina, vemos que en 1958 el FMI le dio el primer préstamo al país; fueron US$75 millones pedidos por (Arturo) Frondizi para frenar la inflación y estabilizar el tipo de cambio. La historia se repite; se siguen buscando qué salvavidas pueden aparecer. Lo que hay que hacer es generar divisas para resolver cómo traccionar el desarrollo y el crecimiento y, por ende, la competitividad. Pasamos de un entorno económica BUCA a uno impredecible. Hay que definir cómo aumentamos la competitividad; independiente de las variables macroeconómicas hay una gran apuesta por Vaca Muerta, por el litio.

-¿Esas oportunidades se pueden aprovechar en un contexto dominado por la falta de confianza?

-Hay todo un tema. Todo inversor se interesa en si puede retirar sus dólares u obtener regalías. Claramente estamos en un momento donde vemos que la macro es una tormenta, pero así y todo un informe de la Cepal da cuenta de que en el 2022 la inversión extranjera directa en la Argentina creció 120% interanual, se duplicó respecto a la pre pandemia, fueron US$15.000 millones y se destinaron, principalmente, a petróleo, gas, minería y energía renovables. Son todas apuestas de mediano plazo; si está la oportunidad los inversores llegan pero hay desafíos macro económicos y analizan y les importa la seguridad jurídica. Eso es así. Los desarrollistas planteaban “dólar + carne = petróleo”, hoy ese cálculo podría hacerse con la tecnología y aumentando la competitividad.

-Si la macro economía se arregla, ¿cómo analiza el manejo de la micro competitividad?

-Hay todo un movimiento de micro competitividad. En la UCC tenemos un centro de competitividad que trabaja con la microeconomía. Insisto, se desenvuelve en un contexto determinado por las condiciones que se dan, de la meso competitividad, en donde tallan factores como el corredor bioceánico, la Hidrovía, pero hay que trabajar para ver cómo las empresas privadas pueden competir exitosamente a nivel doméstico e internacional y mejorar estándares de vida. En esa línea toma fuerza la idea de clúster y conglomerados, unirse y mejorar relaciones impacta en las condiciones competitividad. Hay casos exitosos como el del País Vasco o, en el mundo de la innovación, Shangai o Sillicon Valley. En las economías emergentes, como Corea, vemos la importancia de la inversión en I+D y la cantidad de investigadores cada 1000 habitantes. Los que mejor se posicionan tienen una capacidad superior.

-¿Cómo se para la Argentina ahí?

-Venimos con un número bajo de inversión en I+D respecto del PBI; Israel se mueve en torno al 6% anual, en China también es alta. Hay una luz de esperanza, un informe del Boston Consulting Group nos ubica como país en el grupo de los challenguer; hay mucho terreno para crecer en digitalización y tecnología.

-¿Los clústers requieren de la participación del Estado?

-Tiene que haber un lineamiento del Estado que marque un rumbo; también una conceptualización clara de qué es un clúster, en qué se diferencia de un conjunto de empresas o de una cámara. Hay distintos planes estratégicos para fomentar, el sector privado se debe unir y encontrar oportunidades. Hay un gran desafío. La experiencia de Córdoba es muy buena; hay un trabajo entre sector público, privado y las universidades que es para destacar y para lleva a otros lugares del país.

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