El peronismo va de la terapia intensiva a la ilusión, sin escalas

Los números son demasiado elocuentes. Nada se parece más a un derrumbe catastrófico. En cuatro años, entre las PASO de 2019 y las de ayer, el peronismo perdió el 47% de los votos, o sea, 5.745.290 sufragios. Las cifras resultan peores si se computa que en ese período se incorporaron al padrón 1.546.793 votantes. Además, después de haber sido la fuerza más votada y concentrar el 49,50% de los sufragios en aquellas primarias, pasó a quedar tercera en el cómputo global de este domingo y a llevarse (con dos fórmulas) apenas el 27,27% de las adhesiones.

La caída adquiere más relevancia (si eso es posible aún) cuando se considera que esta pérdida de adhesiones no es un fenómeno aislado y sin antecedentes, adjudicable a cuestiones coyunturales.

Por el contrario, es la consolidación y profundización de una tendencia que ya disparó alarmas dentro del peronismo en las elecciones de hace dos años, cuando se registró una pérdida de casi 4 millones de votos respecto de la elección en la que fue consagrada la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Barranca abajo es poco. Sergio Massa-Agustín Rossi y Juan Grabois-Paula Abal Medina entraron en la historia: hicieron la peor elección del peronismo unificado que se registre. La conexión con la sociedad estaría teniendo algunos problemas de fondo.

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Además, la fórmula oficialista fue derrotada en 18 provincias, incluidas los que alguna vez fueron bastiones inexpugnables del peronismo, como Tucumán, La Rioja o La Pampa y en sectores sociodemográficos que han sido establemente afines al peronismo casi desde la recuperación de la democracia, hace 40 años. Una demostración tangible de la inédita crisis de representación que hoy atraviesa al movimiento popular por antonomasia de la Argentina.

Pero no todo son números. El presidente que hace cuatro años ganó las elecciones fue vergonzosa y humillantemente escondido para no perjudicar aún más la performance de sus candidatos. La vicepresidenta y líder del sector mayoritario interno se autoexilió (como antes se autoproscribió) a más de 2000 kilómetros del bunker electoral, tras haberse autoexcluido del tramo final de la campaña.

El domingo, además, en el escenario del comando electoral no pudieron disimularse las tensiones y diferencias internas, aunque no estuvieran ni Fernández ni Cristina Kirchner, pero que el precandidato derrotado Juan Grabois representó y subrayó, al reclamar medidas que contradicen la esencia de lo que hace y se propone hacer Massa. No bastaron las lisonjas que sobreactuó Axel Kicillof, el único ganador de esa tarima.

Para completar el caótico cuadro que afronta el peronismo, Massa debió hacer a primera hora de ayer una devaluación del 20%, que hasta el día anterior negaba, para cumplir con lo acordado con el FMI y que este le gire los recursos que necesita para sobrevivir. El dólar paralelo postelectoral trepaba entonces hasta los 700 pesos. Todos combustibles de altísimo octanaje para una inflación ya fuera de control y que algunos economistas pronostican que llegará a los dos dígitos este mes y otro tanto para septiembre, que se deberá conocer antes de la primera vuelta del 22 de octubre.

El argumento para justificar esa medida se pareció demasiado al que utilizó y le cuestionaron a Mauricio Macri en 2019. “Los bonos y los activos argentinos se cayeron y el dólar se disparó como consecuencia del triunfo de Milei”, dijeron en el círculo íntimo de Massa, sin sonrojarse por el plagio a Macri, y sin asumir ninguna responsabilidad por la crítica situación de la economía, las cuentas públicas y las reservas.

Más allá de las excusas, los datos son suficientes como para que la siempre candente interna oficialista ayer estuviera tanto o más en ebullición que después de las PASO de 2019. Entonces el cristinismo amenazó con vaciarle el gobierno a Fernández y lo hizo público con una carta en la que el ministro del Interior y actual jefe de campaña, Eduardo de Pedro, ofrecía su renuncia, que envió a los medios de comunicación antes que al Presidente. En ese momento, Fernández se encontraba en una de las misteriosas visitas que solía hacer a José C. Paz y en las cuales apagaba su celular hasta para sus secretarios y voceros.

Contra todo lo que la lógica podría indicar, no era ese el clima y el escenario que se vivía ayer en el universo de Unión por la Patria. Tal vez por el temor de que cualquier remezón anticipara un desastre, ante la fragilidad de la situación. No se está ante una elección de medio término. Ahora no hay revancha.

Ilusiones o alucinaciones

En el oficialismo, en general, y en la cabeza del candidato presidencial y ministro de Economía se empeñan en transmitir que no consideran que estén ante una derrota inexorable en la elección general de octubre. Aunque todo parezca fruto del efecto alucinatorio de los medicamentos en un paciente en terapia intensiva. Lo dijo en la noche de la derrota el siempre optimista Sergio Massa, aunque esa no es una unidad de medida válida. Hay más.

Tanto en el Gobierno, como en el massismo y el cristinismo argumentan que, frente a las perspectivas que manejaban antes de los comicios, los resultados de las primarias del domingo pasado tienen un impacto menor respecto de las chances electorales y sobre la gestión que el que podría haber resultado. Lo más curioso (o extravagante) es que en esos escenarios que trazaban en el oficialismo antes de las PASO, Unión por la Patria quedaba segunda (y no tercera como ocurrió) y obtenía el 30% o un poquito más de los votos, en lugar del escuálido 27,27%. Así de extraño.

No obstante, anteanoche y ayer podían escucharse al lado del candidato presidencial frases tales como “ya lo dijo Sergio después de conocerse los resultados, esto es solo el primer tiempo, vamos a construir una nueva mayoría”. También: “Tenemos mucho para crecer. La novedad es que como Milei representa a la oposición, nosotros ahora ampliamos hacia al centro”. O “Lo que sacó Milei es su techo”,

La pregunta, entonces, es ¿qué explica tan extraña perspectiva positiva, más allá de las expresiones de deseos o la construcción de escenarios favorables para evitar el descarte como opción electoral?

En primer lugar, solo puede encontrar algún asidero tal visión gracias algunas paradojas cognitivas. Por ejemplo, el contexto de colapso de las estructuras políticas tradicionales, un fin de ciclo para los liderazgos que parió el siglo XXI y una crisis del sistema de representación que le permite compartir penurias con su antagonista (y razón de existencia o justificación) de la última década, lo cual afecta también a la coalición cambiemita. JxC superó a UP en estas PASO por apenas un punto porcentual exacto: 28,27 a 27,27. La simetría le juega a favor al oficialismo más en la caída que en el apogeo. Mal de muchos.

Cinco claves para la esperanza

Hasta tanto los votos del 22 de octubre próximo o la dinámica económico-financiera de los próximos dos meses no decreten una derrota definitiva, esa realidad le permite sostener la ilusión sobre la base de cinco elementos centrales:

1) La distribución del electorado en las PASO en tres tercios o cuatro cuartos, si se suma a los ausentes, mantiene las posibilidades de los tres contendientes principales. Una diferencia abismal con lo que ocurrió en 2019, cuando Macri quedó a 17 puntos del Frente de Todos, que arañó el 50% por ciento de los votos, con lo que decretó la derrota anticipada del oficialismo y puso al borde del abismo al Gobierno.

2) Que haya sido Javier Milei el más votado y que su figura despierte tantas prevenciones (o rechazos) entre inversores es considerado una ayuda para que tanto el FMI, como el gobierno de Estados Unidos y el establishment local los sigan ayudando a transitar este tramo hasta las elecciones generales. El comunicado del Fondo publicado ayer en el que anuncia que en una semana estará cerrado el acuerdo alcanzado antes de las elecciones y que se le girarán los fondos, parece avalarlo. Al menos, eso buscó instalar el eficiente equipo de comunicación massista.

3) Que JxC no haya sido la fuerza más votada, como se presumía, es otro aliciente. Entienden que eso hubiera condicionado aún más al Gobierno y, en particular, a Massa. “Si Cambiemos ganaba cómodo, Sergio tenía que empezar a compartir el joystick. El Fondo, EE.UU. y los tomadores de decisiones los hubieran sentado de inmediato a la mesa de negociaciones y habría sido game over”, dice un economista cercano a Massa, que conoce íntimamente a todos los actores.

4) Se suma que la ganadora de la interna de JxC haya sido Patricia Bullrich y no Horacio Rodríguez Larreta. “Ella disputa el electorado con Milei y nosotros podemos quedarnos, como para ponernos en la segunda vuelta, con los votos de Juan Schiaretti [3,87%) y hasta con algunos de Larreta, lo cual era difícil o imposible que pasara si ganaba Horacio,”, dicen los massistas y lo avalan en el kirchnerismo bonaerense.

5) Están convencidos de que Milei alcanzó un techo de adhesiones. Niegan que el fenómeno de rechazo al sistema político establecido sea más profundo que lo que pareció exponer el resultado de las PASO, contra lo que estaría diciendo la extensión territorial y transversalidad del voto al candidato de La Libertad Avanza.

Para sostener la afirmación, varios referentes destacados del oficialismo no temen en caer en admisiones autoinculpatorias:

“Milei no hubiera llegado tan lejos sin la ayuda del peronismo para complicar a JxC, tanto a lo largo de la campaña como el mismo domingo de elecciones. O ¿vos creés que es tan fácil que te cuiden la boleta y te sumen los votos en lugares en los que los libertarios no tienen ni referentes?’”, argumentaba un destacado dirigente, que sugiere que en octubre no habría tanto fairplay. Si no es verdad, resulta verosímil. En octubre se sabrá.

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En esos cinco principios, más la proverbial resiliencia ante la adversidad y la voracidad por el poder del peronismo, se concentra la ilusión oficialista, para desafiar los pronósticos que recurren a la lógica. La pandemia, la invasión de Ucrania y la sequía siguen siendo buenas excusas o atajos discursivos también para eludir cuestionamientos.

No asoman revisiones ni se escucha permeabilidad a opiniones de sociólogos y politólogos, muchos de ellos cercanos al peronismo y al kirchnerismo, que ofrecen explicaciones mas críticas, dan razones menos condescendientes y son bastante más pesimistas sobre el probable desempeño del oficialismo en las elecciones generales.

La ilusión de prolongar lo que parece un inexorable fin de ciclo, apenas con un cambio de piel y la ayuda de los rivales, manda. La dirigencia oficialista salta de la sala de terapia a la ilusión de conservar al poder. A pesar de que más del 70% del electorado ayer le dio la espalda a sus candidatos.

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