Sergio Massa enfrenta a una enorme ola de cambio: ahora aspira a un voto útil que le dé otra vida política

Sergio Massa llegó pasadas cerca de las 21 al segundo piso del Complejo C, una suerte de living donde ya lo esperaba Eduardo “Wado” De Pedro. Minutos más tarde se sumaron Máximo Kirchner y Agustín Rossi y un rato después, Axel Kicillof. Cuando todos se vieron las caras, se sabía que Javier Milei arrasaba en varias provincias y que el giro a la derecha y el voto bronca del electorado era rotundo. El escenario asomaba prácticamente terminal para que el peronismo pueda retener el poder en el país.

Faltaban, sin embargo, los datos de Buenos Aires. Massa, que iba y venía por el búnker casi sin sentarse, recibía información de las mesas testigo de la provincia, que hablaban de cierto oxígeno para Unión por la Patria, dentro del muy adverso panorama nacional. Por eso, en el búnker oficialista querían estirar la publicación de los datos oficiales lo más posible, para esperar a que fueran escrutadas las mesas del conurbano. En la secretaría General de la Presidencia, conducida por Julio Vitobello -que ahora tiene a su cargo la Dirección Nacional Electoral (DINE)- pusieron, sin embargo, como horario tope las 22.30. A esa hora saldrían a la cancha a interpretar los resultados y mostrarse en actitud de dar la pelea.

Massa obtenía pasada la medianoche 21 puntos, sensiblemente menos que las estimaciones previas que tenían en el oficialismo. De hecho, con las mesas testigo de Unión por la Patria, a lo largo de la noche esperaban que obtuviera dos puntos más. El ministro de Economía no cumplió con ninguna de sus dos premisas: ni fue el candidato individual más votado -un objetivo que él mismo se fijó, reconocen en su entorno- ni el frente Unión por la Patria superó el umbral de los 30 puntos.

Con el electorado inclinado hacia el extremo, con Milei en torno a los 30 puntos y Patricia Bullrich alrededor de un 17%, el líder del Frente Renovador enfrenta, de movida, un voto bronca y duro de 47 puntos. Massa, así, enfrenta a una enorme ola de cambio. Ahora aspira a un voto útil que le dé otra vida.

El ministro de Economía, sin embargo, manifestó ayer en la intimidad que no creía que la ola opositora fuera “imbatible”. “El objetivo siempre fue estar competitivos y estamos competitivos. Massa necesita construir una nueva mayoría, tiene que ir a buscar los votos. Si alguien representa el centro hoy, más que nunca, es Sergio”, dijo uno de sus colaboradores más estrechos a LA NACION.

Massa manifestó en el escenario del Complejo C, pasada la medianoche: “Hay un nuevo escenario en la política, una nueva fuerza que expresa a la oposición. Dividió en tercios al electorado argentino. Vamos a estar peleando hasta el último minuto del partido, tenemos que construir una nueva mayoría”.

El ministro, en tanto, ahora recibirá el golpe que acusen los mercados a partir de mañana. Hay temor por un nuevo repunte del dólar, que profundice la tendencia alcista de la última semana y que acelere a la inflación en el camino que queda hacia las generales. Todo eso será costo para el oficialismo.

*Análisis de a tres*

En el búnker, Massa ratificó su alianza con los principales herederos de Cristina Kirchner. Pasadas las 22, el ministro de Economía se encerró a solas en un apartado con Máximo Kirchner y De Pedro. Los tres se concentraron para analizar en detalle los primeros datos oficiales de la provincia de Buenos Aires, que les devolvieron algo de vitalidad, porque figuraba que Unión por la Patria era el frente más votado, tanto en la categoría gobernador como en el tramo nacional. Mientras, en el segundo piso del búnker pululaban distintos dirigentes del espacio, en su mayoría del Frente Renovador, además del asesor catalán Antoni Gutiérrez Rubí.

Massa, en tanto, estuvo en contacto con Cristina Kirchner, que siguió los resultados desde Santa Cruz, y con Alberto Fernández, que se apostó en Olivos.

El batacazo de Milei los sorprendió a todos ellos. En Unión por la Patria tenían un sondeo hecho en la veda del viernes en donde el fenómeno libertario se asomaba, pero no con semejante contundencia. “Lo de Milei impactó. Pero cuando todos decían que se estaba pinchando, Sergio advertía que no era así”, aseguró un ladero del ministro de Economía.

En el búnker oficialista aseguran que los dirigentes no exhibieron caras largas debido a la paridad que tuvo el frente oficialista con Juntos por el Cambio, aunque sí estuvieron impactados por la performance del líder libertario. “Hay una nueva oposición que se llama Milei”, comentaban cerca del ministro de Economía. “Tenemos que construir una nueva mayoría con Massa”, machacaban.

Con la premisa de “ampliar” la base electoral y salir a cazar todo el arco de centroizquierda, Massa se aseguró ayer una foto con Juan Grabois (que obtuvo más de 5 puntos) que promueva el trasvasamiento de sus votos. Ya desde antes de los comicios se había barajado esta idea, pero el líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) esperó los resultados en otro búnker y tuvo una performance aceptable: uno de cada cinco votos del oficialismo fue para él. Pasadas las 22, el dirigente social confirmó que se trasladaría al Complejo C para mostrarse con Massa.

Mientras las tendencias se consolidaban, en tanto, el ministro de Economía dedicaba parte de su atención el escrutinio en Tigre, su pago chico. El ministro de Economía instruyó a su espacio a que accionara ante la justicia electoral para desenganchar al intendente peronista, Julio Zamora, de su boleta. Quiso ayudar a su esposa, la titular de Aysa, Malena Galmarini, a que recuperara el terruño para el Frente Renovador. Pasada la medianoche, ella perdía la PASO y el sueño se les escurría.

Massa, dicen los que lo conocen, va a trabajar a destajo para ampliar su base electoral. Pero los votos de bronca y de derecha que arrojaron las urnas fueron muy potentes. Para el ministro de Economía terminar con un triunfo al final del camino hoy parece una gesta casi imposible.

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