En las 19 elecciones provinciales que se sucedieron desde febrero, cuando las PASO pampeanas inauguraron tempranamente el camino electoral, el ausentismo en las urnas fue marcando lentamente el compás del calendario. Así, conforme los sufragios provinciales, uno tras otro, corrían desacoplados de estas PASO nacionales, el silencio en las urnas de buena parte del electorado fue ganando sonoridad.
A la distancia, aquellas elecciones voluntarias celebradas en la provincia de La Pampa, en las que solo participó el 13% del padrón electoral, encerraban un mensaje que preanunciaba –de manera exagerada- una pauta de conducta entre los votantes. Es que, a excepción de Tucumán, donde la asistencia se mantuvo en línea, todas las provincias vieron reducir su participación electoral con respecto al 2019, y ya son casi 5.360.000 los ciudadanos que suspendieron su juicio electoral en las urnas.
Por fuera de aquellos comicios voluntarios, en las 18 elecciones celebradas hasta la fecha la participación electoral no alcanza el 69%; un número muy por debajo del promedio histórico desde el regreso de la democracia en 1983 (78,64%) y muy próximo al récord de inasistencia de las PASO legislativas de 2021, marcadas por la pandemia.
Apatía y desencanto fueron los términos más recurrentes en los últimos tiempos para recoger el sentir electoral y explicar la desafección de un votante que según explican los consultores se encuentra más cercano a la resignación -vinculada a la pasividad- que a la bronca, un sentimiento que invitaría a la movilización. En buena medida, le refirieron a este medio, porque las dos fuerzas políticas -Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, devenido Unión por la Patria- que hasta hace poco dominaban la oferta electoral, han tenido bajo su mando las palancas del Estado.
No obstante, el voto dormido podría despabilarse. Entre los factores que podrían animar la convocatoria se encuentra la naturaleza misma de la elección: el carácter nacional ha probado tener mayor poder de convocatoria. Por otro lado, algunos consultores han señalado que la tensa interna de Juntos por el Cambio entre los precandidatos Patricia Bullrich y el jefe porteño, Horacio Rodríguez Larreta, podría ser un atractivo adicional que fomente la participación.
Incertidumbre
Es una gran incógnita quien podría verse beneficiado si esto ocurriera y no hay acuerdo entre los consultores en que el oficialismo, como en algunas provincias se pensó, se vería perjudicado. En Córdoba, por caso, con lógica electoral, se suspendieron las multas por no asistir a votar. Reflejo de esta incerteza es también que desde las distintas fuerzas alientan la asistencia a las urnas bajo la premisa entusiasta de que una mayor participación sumaría al propio conteo.
El ministro de Economía y precandidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, con el apoyo vital de la CGT y la CTA, motorizó -discursiva y operativamente- una campaña de empuje hacia las urnas. En juego con este movimiento, algunos consultores identifican un segmento del electorado netamente peronista que ante la desilusión –registrada electoralmente en las legislativas de 2021-, lejos de cruzar de vereda, se retiran de las urnas. En esta línea argumental, no habría que perder de vista el papel de Juan Grabois en la interna de UP, que podría oficiar como dique de contención, ni tampoco el de Guillermo Moreno que, históricamente más asociado al kirchnerismo duro, compite como el único candidato de un espacio que alza las banderas de un peronismo más ortodoxo.
Por su parte, en el comando de campaña del jefe porteño se ilusionan con una alquimia electoral: que tanto el votante replegado como el indeciso se transformen en un votante tardío que termine inclinándose por la opción con menos estridencias; una partitura que Rodríguez Larreta dibujó durante toda la campaña.
Los mismos encuestadores señalan que Bullrich tendría más consolidado su caudal electoral y menos oportunidades de capitalizar un retroceso en la abstención. Al igual que Massa, cuenta con un votante más fidelizado que no formaría parte de ese porcentaje de indecisos que detectan los informes de opinión pública -entre 4 y 6%-.
Javier Milei, que quebró la fijeza de la polarización y tercia entre Juntos por el Cambio y Unión por la Patria, flautea una melodía más antisistema que sintoniza mejor con aquel votante frustrado, cuyo mutismo en las urnas se vincula al rechazo generalizado del menú electoral.
Contrarrestando la fuerza de las campañas estímulo promovidas por Rodriguez Larreta y Massa y la obligatoriedad del sufragio establecido por la Constitución Nacional, emergen sanciones de una ley electoral que, por su laxitud o por su incumplimiento, carecen de peso específico. El Código electoral prevé multas económicas que datan de 2012 y han quedado desactualizadas -no pasan los $500-. Además, la deuda impediría realizar ciertos trámites como la renovación del documento, algo que en la práctica, según pudo verificar este medio, muchas veces no sucede. A su vez, figurar en el registro de infractores imposibilitaría el ejercicio de la función pública por un período de tres años; según pudo corroborar LA NACION altos funcionarios que figuran dentro de los infractores, ejercieron -y ejercen- cargos públicos.
Frente a esto, en un comunicado singular por lo novedoso, la Cámara Nacional Electoral, por primera vez en la antesala de unos comicios, llamó a los ciudadanos a ejercer el “derecho fundamental” del sufragio, recordando también su obligatoriedad.
Si el silencio fue la música ambiental que se escuchó en estos 18 comicios provinciales, un alza en la participación electoral podría modificar drásticamente los decibeles. La provincia de Buenos Aires, la madre de todas las contiendas electorales, en cuyo conurbano se concentra el grueso de su población, representa buena parte de una canción electoral que hoy estará más cerca de su composición final.