Esta idea rondó mi cabeza en varias ocasiones en los últimos meses: “Hace mucho que no hago algo por primera vez”. Y justo la semana pasada vi en las redes sociales que empezaba un curso que hace muchos años quería intentar y que, por una razón u otra, nunca había hecho. Además, me pareció un lindo desafío para chantarle en la cara a mis amigas que me suelen burlar por mis escasas habilidades para las manualidades. Entonces, acá me tienen, cursando un taller intensivo de pintura. Para mí es un mundo 100% desconocido: entré a la librería a recitar los materiales que me pidieron con la misma certeza con la que entro a la ferretería a pedir el “coso que va adentro del cosito”. En pocas horas aprendí que es importante la cantidad de algodón que tenga mi papel y que para que la hoja verde de la planta que nos tocó pintar tenga sombra, no tenía que ir por un verde más oscuro, sino por el rojo que es su color complementario. ¿Suena a obviedades para algunos de ustedes? Para mí, escuchar a la profe fue como espiar los trucos de un mago y me entregué a un samba de sentimientos: emoción, frustración, curiosidad atenta y una paciencia oxidada con la que tironeé toda la clase.
El condimento secreto de los más creativos
Pero ¿por qué son importantes las nuevas experiencias? ¿Qué nos aporta hacer algo por primera vez? Muchas veces estos intentos sacan a relucir nuestras verdaderas emociones y nos revelan cosas sobre nosotros mismos que a veces ignoramos. Así y todo, muchos dudamos cuando se trata de probar cosas nuevas y esto es porque estamos “programados” para desconfiar de las nuevas experiencias y de su valor. En su libro What to Do When You’re New: How to Be Comfortable, Confident, and Successful in New Situations, Keith Rollag, investigador de comportamiento organizacional, explica que cuanto más dejamos que el miedo y conformismo se apoderen de nosotros, más nos encogemos en nuestros lugares ya conocidos. Pero nuestro cerebro tiene el “súper poder” de expandir la zona de confort y, cuando probamos cosas nuevas, lo estamos entrenando y esto lo “obliga” a crecer. “Nunca podremos crecer haciendo lo que siempre hemos hecho. Confiar en nosotros para vivir nuevas situaciones y navegar esa incomodidad de lo desconocido, a menudo nos obliga a un cambio beneficioso. Y mientras podamos mantener el espíritu de superación constante, tendremos una mente más abierta hacia nuevas ideas y conceptos”, explica.
Te encontrás con la realidad de que no importa cuántas experiencias tengas, siempre hay más de las cuales se puede aprender y usar para expandir nuestro mundo. Me faltan varias clases, pero ya estoy sorprendida, incómoda y agradecida de haberme animado a hacer algo por primera vez y me dan ganas de pensar en cuál será mi próxima aventura. ¿Y vos? ¿Te acordás cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?.