“Tranquila, en El Calafate”. Un funcionario de alto rango en el universo kirchnerista respondió así cuando le preguntaron a dónde se imaginaba a Cristina Kirchner después del 10 de diciembre. Ilustró, de algún modo, el lento proceso de sucesión que se empezó a abrir en su espacio desde este mismo turno electoral. La carrera proselitista a las PASO terminó y todos en el peronismo ahora admiten lo que desde hace varias semanas se venía haciendo evidente: que la vicepresidenta tomó la decisión política de no ponerle la cara a la campaña.
Ella no abandonó la conducción política. Aunque para el día a día del comando electoral designó a Eduardo “Wado” De Pedro y Máximo Kirchner, se mantuvo muy conectada. Ayer mismo estuvo al teléfono con Axel Kicillof para seguir de cerca el caso de Morena Domínguez, la nena de 11 años que fue asesinada en Lanús cuando iba a la escuela, el suceso que le puso punto final a la actividad proselitista.
Pero antes del cimbronazo por el crimen de la niña ya había circulado que Cristina no estaría presente en los actos de cierre de Massa y Kicillof, las últimas chances que tenía de involucrarse antes de las PASO. Tampoco la esperan en el búnker del domingo.
Las razones
Las “tres apariciones con Massa en diez días” que todos destacaban al inicio de la campaña, pasaron a ser una anécdota. Es cierto que Cristina cumplió con el acto de entronización simbólica del candidato presidencial, un proceso que incluyó una foto con Massa sentado en el asiento del piloto en un simulador de vuelo. Pero después de pasarle el mensaje a su electorado, se corrió de la escena durante casi un mes.
En toda la campaña, en tanto, Cristina no se mostró ni una vez en la provincia junto Axel Kicillof, que es quien intenta retener el distrito más importante del país para el kirchnerismo. Fue así a pesar de que ella misma se definió como “la dirigente que más mide” en el espacio (la última vez que remarcó que está proscripta) y de que el corazón de su electorado está en el conurbano.
Hace ya demasiado tiempo que las gestualidades de Cristina tienen un peso insoslayable en el escenario político. Por eso, tanto en el búnker nacional de Unión por la Patria como en La Plata, donde habita el comando de Kicillof, se empeñan en justificar el corrimiento de la vice desde la estrategia electoral. Cerca del gobernador aseguran que la vice hizo dos gestos cruciales. El primero, explicarle al electorado la elección de Massa al frente de la boleta. “Eso nos sacó un peso de encima muy grande”, reconocen.
El problema de representación que tuvo el kirchnerismo en este turno electoral, donde nuevamente no pudo llevar un candidato presidencial puro, es una mochila que todavía pesa en el universo K. Algunos creen que ese factor también explica que Máximo Kirchner, primer candidato a diputado, casi no haya hecho campaña públicamente en las últimas semanas.
Lo segundo que destacan en La Plata es la reunión de Cristina con el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, para darle contención y empuje. El jefe comunal está furioso porque la cúpula del peronismo habilitó una interna en su distrito con el Movimiento Evita, en una disputa muy cruda que hace difícil pensar que quien pierda acompañe. Un interlocutor frecuente de la vice analizó que ella lo hizo por simple gratitud hacia el cacique matancero, que siempre le respondió cuando ella lo necesitó. Hacer una mala elección en La Matanza, el principal distrito proveedor de votos para el PJ, puede ser catastrófico para el oficialismo.
Un colaborador de la campaña de Massa que tiene interlocución con la vicepresidenta aseguró a LA NACION que “Cristina transmitió que ella iba a hacer lo que fuera mejor para la campaña”. Cerca del ministro de Economía, así, ofrecen como argumento que la centralidad que adquiere la vice con sus apariciones juega en contra del objetivo electoral, que pasa por fortalecer a la figura de Massa por encima de la marca de Unión por la Patria. Es decir, por poner de relieve quién va a ser el próximo presidente y no correr el foco a la discusión sobre lo que ocurrió en los últimos tres años y medio.
A todas luces parece un cambio de táctica: al inicio de la campaña, la idea fue fortalecer la unidad política del peronismo para garantizar el tercio de votantes pejotistas que habita en el padrón electoral, al menos en la calculadora del oficialismo. “La etapa de la unidad política ya está consolidada. Cristina no hace lo que hizo Mauricio Macri apareciendo en TN en la última semana diciendo ‘yo soy el dueño del circo’”, acoto un estrecho colaborador de Massa.
Aunque en el oficialismo justifican la situación, no son pocos los dirigentes que creen que, más allá de los argumentos elegantes, la vice simplemente vislumbra una debacle electoral y por eso se resguarda. “A Cristina no la corrió nadie, es ella la que decidió no participar de este proceso. Si ella olfatea que la mano viene mal ¿Para qué se va a mostrar?”, dijo un operador del peronismo muy conectado con los intendentes del conurbano.
Más allá de la coyuntura electoral, el “trasvasamiento generacional” del kirchnerismo está muy atravesado por la inocultable rivalidad que existe entre Kicillof -que si gana podría quedar como el dirigente kirchnerista con mayor capital político- y Máximo Kirchner. Algunos especulan que parte del enojo del fundador de La Cámpora con el gobernador por haberse resistido a ser candidato a presidente -o por haberse anticipado con su plan de reelección- fue transferido a la vice.
Ese fue el mensaje que muchos descifraron en el primer acto tras el cierre de listas, cuando ella le dijo a Wado que siempre está “a donde le sirve al proyecto, independientemente de que le sirva a él” y que eso “es de muy pocos”. “Poquitísimos, poquitísimos, poquitísimos”, remarcó. “Yo respeto profundamente las decisiones de cada persona, no se le puede obligar a la gente a hacer algo que no quiere o ir a un lugar que no quiere”, dijo en otro tramo.
La vice, en tanto, delegó en su hijo todo el armado de las nóminas provinciales, en donde Kicillof no intervino ni pidió cargos. El kirchnerismo, así, está viviendo un proceso de sucesión no exento de traumas. “En la semiótica K, cuando se mostró escoltada por Axel, Máximo, Wado y Massa, pasó un mensaje muy claro de que es momento del recambio”, dijo un colaborador kirchnerista que conoce los entretelones del espacio. Aquel acto había sido pensado originalmente para clamar por Cristina candidata. Pero la vice estaba en el plan opuesto.