Las claves del éxito de la centenaria confitería de zona norte que empezó repartiendo panes a caballo

Hay historias que traspasan las épocas, los siglos. Emprendimientos que atraviesan las generaciones de una familia. Tal es el caso de La Vicente López, panadería emblemática del barrio homónimo en la zona norte de la provincia de Buenos Aires.

Si bien no hay un registro certero de la época en la que comenzó su existencia, Pedro Arenas, encargado del establecimiento, asegura que sus inicios datan de 1905. “En ese momento se repartía el pan a caballo -comenta Arenas-. De hecho, hace algunos años reformamos lo que era el antiguo garage de las carretas. Ahora ahí está la bombonería”.

Ramón Val fue el responsable de darle vida al emprendimiento. Inmigrante español, le heredó la panadería a su hijo, quien la llevó adelante hasta 1955, cuando se la vendió al maestro panadero Baldomero Pombo. Es entonces cuando comienza la tradición familiar y las vueltas de la vida: en la década del 80 la vendieron, pero en el 94 Norberto Pombo, nieto de Baldomero, la volvió a comprar y nunca más quedó en manos ajenas. De hecho, aún trabajan en ella los hijos de Norberto y su yerno, el propio Arenas.

Ubicada en Avenida Maipú 707, la confitería se convirtió, con los años, en un ícono indiscutido del barrio, y hoy ofrece brunch, servicio de restaurante y café. “Siempre estuvimos en el mismo lugar. La estructura se mantiene igual”, comenta Arenas, y explica que parte de lo que consiguieron se debe a las recetas con las que conquistaron los paladares de más de un vecino: “Muchos de nuestros productos se fueron pasando de generación en generación, como la receta de las medialunas de grasa”.

Quizás este es uno de los puntos clave del éxito que cosecharon. La demanda fue en claro aumento, lo que llevó a que necesitaran “descomprimir” el caudal de gente que se acercaba a la sucursal de Vicente López. Entonces surgió la oportunidad de expandirse: además de la original, en los últimos cuatro años lograron inaugurar dos sucursales más, una en Martínez, con la idea de ser un local más “al paso”, y otra en Nordelta. “Varios de nuestros clientes, o hijos de nuestros clientes de toda la vida, se empezaron a ir para esos lados. Nos comentaban que allá no había tantas opciones de confitería”, argumenta Arenas respecto de esta última locación.

Además de agrandarse con más locales, un hecho que demuestra la historia ascendente de La Vicente López es que hoy elaboran cerca de 16.000 medialunas por fin de semana y cuentan con 85 empleados en total en las tres sucursales. Lejos de aquellos comienzos de panes y caballos.

Productos estrella hay varios: medialunas de grasa y de manteca, sándwiches de miga, pan dulce que, a diferencia de otras confiterías, se elaboran durante todo el año y no solo para las fiestas. “Algo que creemos que hace la diferencia es que el pan de miga que usamos para los sándwiches lo hacemos nosotros mismos acá”, explica Arenas. En promedio cocinan 40 panes por día.

Esto es algo que les da valor y popularidad en el barrio: “Nos caracteriza la forma de elaboración de los productos, todo es bien artesanal -sostiene Arenas-. De a poco vamos incorporando máquinas y tecnologías nuevas para optimizar, pero la realidad es que todo es artesanal”.

Para los Pombo, los tres locales fueron un escalón necesario y suficiente, y todavía no hay intenciones de agrandarse más. Esto también los caracteriza: lo “exclusivo”. Por eso, aunque se fueron ampliando y remodelando según las necesidades y los volúmenes de producción, por el momento hay satisfacción respecto de todo lo que consiguieron en la vida del emprendimiento.

“Lo que sí nos gustaría es tener un lugar en donde podamos elaborar los productos de forma más ordenada y organizada -agrega el emprendedor-. Tener una planta en donde se pueda organizar la producción desde cero sería espectacular”.

Aunque el sueño, en el fondo, no ve fronteras: “Además nos gustaría exportar nuestros alfajores”, agrega Arenas.

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