¿Cómo llega la economía a las PASO? Sin dólares, con más deudas y con un consumo marcado por la falta de futuro

¿Cómo llega la economía a las elecciones del domingo? Es difícil confiar en la política para dar una respuesta. Sus integrantes están en plena campaña. La oposición ve una bomba a punto de explotar en cada rincón y a un ministro-candidato que sólo “alarga la mecha” para que la factura la pague el próximo presidente. El oficialismo es un rosario que sólo enumera culpables (spoiler alert: no está la Casa Rosada en la lista). De esta manera, responsabiliza a la sequía de este año, a las empresas privadas y su rentabilidad, y al FMI de las penurias, pese a que también ejercita la fantasía. “La Argentina está creciendo y desarrollándose en el rumbo que todos esperamos”, aseguró y despertó sonrisas irónicas la portavoz, Gabriela Cerruti. El “relato” no tiene límites.

La economía llega en emergencia. “La inflación es el tema que más preocupa”, concluye la última encuesta de D’Alessio Irol de fines del mes pasado. Encabeza el ranking con el 90% de los votos y no discrimina por partido. La suba de precios acumula en el año un 50,7% y suma 115,6% en doce meses, lo que implica el número interanual más alto desde agosto de 1991. El dato de julio se conocerá la semana que viene. El IPC de la Ciudad marcó para ese mes un 7,3%.

Los analistas creen que los próximos meses oscilarán entre 6%,7% y 8% mensual, pese a que puede haber picos de dos dígitos por las dos devaluaciones (la fiscal, ya ejecutada por el Gobierno) y la aceleración del crawling-peg del oficial, y por un no descartado cisne negro: una mayor corrida cambiaria. A fines de este año, la inflación casi triplicará la que registró Mauricio Macri en 2019 (53,8%) y será la mayor en más de 30 años. Los analistas del REM –el informe de julio fue curiosamente postergado hasta después de votar por el Banco Central (BCRA)– creen que estará en un 142,4%.

Los salarios e ingresos sufren esa coyuntura. En los primeros cinco meses del año, el salario real registrado, integrado por trabajadores formales privados y públicos, se mantuvo constante con relación a igual periodo de 2022. Pero ese agregado es una trampa: esta paridad surge de ponderar la suba real del 2,2% de los trabajadores del sector público y la caída real del 1,4% del sector privado registrado. El sector de mayor pérdida es el informal (la estadística oficial tiene atrasos en su carga) con un 13%. Otro dato: según el informe de Evolución de la Distribución de Ingreso del Indec, el ingreso per cápita familiar –que se obtiene dividiendo el ingreso total familiar por la totalidad de los componentes del hogar– mostró un deterioro real de 2,45% en el estrato más bajo de la sociedad en el primer trimestre con relación el mismo período del año pasado. En el mismo período de tiempo, cayó 6,35% en el segmento medio, según esos datos.

En el último año, los haberes de los jubilados se redujeron, en términos reales, hasta un 12,3%. Pese al relato oficial, en lo que va de 2023, hasta mediados del mes pasado, hubo un deterioro incluso para quienes cobran la mínima y tienen un refuerzo o bono de parte del Gobierno, según contó LA NACION.

Así, la pobreza creció en un año. Se sumaron 2,2 millones de pobres entre el primer trimestre de 2022 y el primero de 2023, según datos oficiales del Indec procesados por la consultora ExQuanti (se trata de una proyección a la población total). Además, en base a los 31 aglomerados que mide el organismo, a la indigencia ingresaron 208.797 personas. Más allá del discurso en Casa Rosada, 618.979 chicos y adolescentes cayeron en la pobreza en tan solo un año y 92.853 niños son los que se sumaron al hambre y se convirtieron en nuevos indigentes.

Según ExQuanti, la pobreza subió más de 4 puntos a nivel general en el primer trimestre con relación al año pasado y llegó a 38,7%. Para el primer trimestre, los especialistas prevén que llegue a un 42,1%. Es un valor altísimo. También en los primeros tres meses de este año, la pobreza llegó en el conurbano a 45,8%, por lo que aumentó 7,4 puntos en doce meses. También subió la indigencia en el territorio que dirige Axel Kicillof: de 10,4% a 11,3%. Si el Estado no repartiera subsidios en el conurbano bonaerense, según ExQuanti, la indigencia treparía hasta 15,9%, un número dramático para el peronismo gobernante en ese distrito.

En el Gobierno aceptan la expansión de la figura de los “trabajadores pobres” en el país. Es, de hecho, uno de los cuestionamientos que apuntalaron la feroz interna entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Ese porcentaje fue récord en 2022, según datos de la UCA, si no se tiene en cuenta la distorsión que generó la cuarentena oficial. Llegó a 27,3% ese año, el número más alto desde 2006.

El relato oficial remarca que esta situación es compensada por la baja tasa de desempleo (6,9% en el primer trimestre) y porque se “acumulan 33 meses de crecimiento del empleo formal”. Hay trampa. Se cuenta desde abril de 2020, cuando por el confinamiento obligatorio, cayó a 5,8 millones ese número de trabajadores. Desde entonces se recupera. Hoy son 6,3 millones, un dato igual al nivel de 2017. Esto implica que no hay crecimiento sino estancamiento.

Otro dato que puede aportar al tema: hoy, el mundo del trabajo son 6,3 millones de asalariados formales, 3,5 millones de empleados públicos, 4 millones de asalariados informales y 4 millones de cuentapropistas, según Idesa. Traducción: más de la mitad de la torta del mercado laboral está precarizado o depende del Estado.

Consumo y desilusión

El consumo masivo comienza a sentir el golpe, pese a la imposibilidad de ahorrar (sin acceso a dólares), cuando el peso quema. Según datos de Scentia, en el primer semestre cae 0,6% anual. En volumen, en supermercados y almacenes, caen los rubros de alimentos secos (-0,5%), congelados (-1,2%), cosméticos (-1,5%), desayuno (-4%) y limpieza (-7%). Mejoran bebidas sin alcohol (+7%), bebidas con alcohol (+5%) y golosinas (+1,5%).

La consultora W de Guillermo Oliveto, en base a Acara, AFCP, Indec, Construya, Scentia y Ultracine ve una retracción en la compra de ropa (-10%), farmacias (-6,6%), insumos para la construcción (-8,2%), mientras mejoran las ventas en supermercados (+8%), despachos de cemento (+0,5%), electrodomésticos (+3,5%), ventas de motos 0KM (+8%), de autos (+12%), shoppings (+13%), tickets de teatro (+96%) y de cine (+42%).

“El consumo llega a las PASO mejor de lo que se preveía”, anticipa Oliveto y luego aclara: “Pero es un consumo de cortísimo plazo. Es un ansiolítico para tapar la angustia y el malestar. Comenzó como un fenómeno tras la pandemia, el vivir el hoy, que se mantiene. Esta es una sociedad que no tiene imaginario de futuro, piensa que 2024 va a ser peor y no se puede ni imaginar 2025. La frase que lo sintetiza es ‘si no te das un gusto vas a vivir triste’. Estamos en una sociedad que perdió la fe en ahorrar y que piensa en que no se puede dejar para mañana lo que se puede consumir hoy, porque va a ser más caro. Pero este consumo no mejora el humor social porque no proyecta esperanza. Queda más lejos viajar al exterior, comprar un auto o una casa. El consumo es un escape, pero con desilusión”.

De hecho, la venta de inmuebles en la Ciudad de Buenos Aires cayó de 64.000 en 2017 a 33.000 en 2022. En el mismo período, la venta de 0KM pasó de 900.000 a 407.000, y los turistas al exterior bajaron de 3,7 millones a sólo 2,1 millones de personas.

Pese a ese consumo avivado por la tristeza, la actividad económica camina hacia una recesión, que, según el FMI y analistas, podría ser de una caída de -2,5% del PBI. El mejor momento de la economía de Alberto Fernández llegó en el tercer trimestre de 2022, cuentan en Equilibra. Entonces se multiplicaron el cepo y las trabas a las importaciones, tendencias que se profundizaron en las últimas semanas. El cuarto trimestre del año pasado mostró ya una caída y el primero de este año, una suba en el margen. Pero la sequía, según el economista Lorenzo Sigaut Gravina, derrumbará el segundo trimestre. Corriendo al campo, el resto de los sectores, desacelerará hasta mostrar un estancamiento en junio, excepto los vinculados a minas y canteras.

Sin embargo, cuando se ajusta el PBI por población, la actividad económica en el Gobierno del cuarto kirchnerismo no muestra crecimiento alguno. Esto implica que el PBI per cápita es igual que había en el cuarto trimestre de 2019. De hecho, a fines de este año es probable que ese número termine mostrando una leve caída, según Equilibra.

En ese marco, Massa se comprometió con el FMI a profundizar el ajuste para recibir dólares. No por nada, comenzaron a llegar aumentos de tarifas de luz de junio con facturas que muestran alzas mayores al 400%. El ministro tiene la difícil tarea de pasar de un déficit de 2,4% del PBI a uno de 1,9% cuando los ingresos tributarios se desplomaron casi un 1% por la grave sequía. De hecho, la recaudación por derechos de exportación sería la menor de los últimos 5 años, según datos del Iaraf, donde creen que la presión tributaria se parecerá este año a la de 2022 gracias a la generalización del impuesto PAÍS a bienes y servicios. La devaluación fiscal, según indicaron en el Gobierno, sumaría ingresos por 0,9% del PBI. Massa deberá bajar el gasto si desea cumplir con el Fondo. Las tarifas y una contención de la masa salarial aparecen en el horizonte del ministro y candidato de Unión por la Patria, y del FMI.

Vale aclarar que la maquinita no para. Para sostener el gasto, el Gobierno emitió, según EcoGo, unos US$85.700 millones –en pesos– que sirvieron de asistencia al Tesoro del BCRA. Sólo es superado por el segundo gobierno de Cristina Kirchner (US$104.900 millones).

Sin dólares

La hoja de los dólares está en blanco. En el primer semestre, el déficit comercial llegó a los US$4387 millones y podría terminar el año en US$9000 millones, según la proyección de Marcelo Elizondo. Hasta junio, las exportaciones se desplomaron 24,5%, principalmente por la sequía, pero también cayeron los bienes industriales. Las importaciones bajaron 8,5%. Fue un deterioro menor, pero importante. Buscó un equilibrio entre mantener la economía andando, pese a las restricciones, y el estado de las reservas. Es una situación difícil de explicar cuando las exportaciones de 2022 habían sido récord y las ventas al exterior del complejo oleaginoso entre diciembre de 2019 y mayo de 2023 fueron US$117.000 millones. No hubo restricción externa hasta este año, el de la sequía extrema.

En ese marco, según Elizondo, el ratio de participación en el comercio global de la Argentina este año será de un 0,25%, el menor de la historia. Hace 20 años era de 0,41%.

El déficit comercial es un hecho. En ese camino, sin reservas –las netas son negativas en US$9759 millones, según el economista Salvador Vitelli–, el Gobierno se endeudó con organismos internacionales, China y Qatar para pagar pasivos con el FMI y hacer que la economía mantenga un ritmo, pese a desacelera.

Más allá de la narrativa del desendeudamiento, según Econviews, el stock deuda pública aumentó US$80.778 millones en la era de Alberto Fernández. Se trata de US$19.132 millones en pesos; US$51.916 millones en pesos ajustados por inflación; US$28.688 millones en dólares constantes y sonantes a lo que se restan US$18.958 millones en moneda extranjera (deuda en euros que se redujo con la reestructuración de agosto 2020 y un porcentaje menor por la deuda con el FMI). Massa ahora espera que, pasadas las elecciones, el Fondo le gire US$7500 millones una vez que el board del organismo apruebe el último acuerdo técnico. El ministro deberá ajustar en campaña.

Ajustado por inflación, el dólar blue a $600 está lejos de los picos de crisis tras la renuncia de Martín Guzmán o el intento de desestabilización del cristinismo al Gobierno en octubre de 2020. Y, sin embargo, desde comienzos de julio se disparó casi $100. El dólar es más que fundamentos (inflación, tasa o falta de divisas). Es un termómetro que marca hasta dónde puede llegar el miedo al futuro de los argentinos sintetizado en algunas preguntas: cuánto costará reponer productos, habrá más devaluación de los pesos que tengo y quién será el presidente.

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