FRONTERA CON RUSIA, región de Kharkiv.- “Si llegan a dispararnos, salgan rápidamente del auto. Pero cuidado, no corran hacia los campos, quédense donde hay tierra pisada: podría haber minas”.
Es la advertencia que les da a los periodistas el sargento Ruslan Pijota, del batallón 113 que nos acompaña hasta una trinchera en un lugar más que sensible: un lugar fronterizo de la región de Kharkiv que por supuesto no podemos identificar por seguridad. Se llega hasta allí atravesando bellísimos campos llenos de girasoles que nos dicen que nadie puede cosechar porque todo está minado y poblados rurales totalmente destruidos por los bombardeos rusos.
Otra consigna es que hay que poner el celular en modo avión –tenerlo encendido normalmente le daría al enemigo información y posibilidad de atacar–, hay que tener casco y chaleco antibalas y está tajantemente prohibido filmar el horizonte. Estamos a 700 metros de Rusia y la zona está repleta de francotiradores que hace unos días mataron a tres soldados.
“La ofensiva es contante, ellos disparan todo el tiempo. Pero no pasan por acá porque es campo abierto, se los vería. Esta es una posición defensiva, de control”, asegura el sargento, mostrando el horizonte, en el que saltan a la vista unos poblados rurales. “Eso ya es Rusia”.
No podemos avanzar hacia otra trinchera al oeste porque hace media hora un dron ruso disparó y sería demasiado peligroso.
Aunque a simple vista el sargento, de 52 años, ojos verdes, armado hasta los dientes y con físico imponente, podría parecer un guerrero frío, en verdad no lo es. En un momento de calma en esa trinchera normalmente caliente, revela que antes de que comenzara la maldita “operación especial” de Vladmir Putin trabajaba como editor de libros para niños en la ciudad de Kharkiv.
Como pasó con toda la sociedad ucraniana, la invasión a gran escala rusa que sorprendió a todos el 24 de febrero de 2022, le cambió dramáticamente la vida. “Fue una decisión difícil, pero el 27 de febrero ya estaba enrolado en el ejército y desde entonces pasé 14 meses en las trincheras, hasta que en abril me volví press officer”, cuenta.
Por esas paradojas de la vida, gracias a esta insensata guerra descubrió su verdadera pasión: dibujar. “De niño me gustaba dibujar, pero nunca lo hice, nunca tenía tiempo de hacerlo y fue cuando tuve que quedarme internado en el hospital dos meses, en diciembre pasado, porque me hirieron en un combate cerca de Bakhmut, que decidí ponerme a dibujar. No sé, pensé que tenía que hacerlo”, relata.
Alentado por sus compañeros de batalla, en sus ilustraciones Ruslan comenzó a reflejar la locura de la guerra, las frustraciones, el dolor, la sangre, la muerte, el ansia de victoria, a través de ilustraciones e historietas en blanco y negro. Muchas hechas con humor e ironía, otras tristes, reflexivas.
¿Cómo fue para alguien que editaba libros para niños aprender a disparar? “Creo que a todos los hombres les gustan las armas”, contesta, riendo. Aunque, poniéndose serio, agrega enseguida que, si bien al principio pudieron darle adrenalina las armas, ahora ya no. “Vi cómo murieron varios compañeros en combate”.
“Ya tengo más de 200 dibujos, a los soldados les gustan mucho, ellos a veces me regalan los materiales para hacerlos”, asegura el sargento, a quien le brillan los ojos cuando comienza a mostrar su producción. Y que reconoce que si bien hubo días que no pudo ni tuvo ganas de dibujar, seguramente hacer esas ilustraciones le sirvieron para sacar afuera toda esa tensión que se vive cuando se vive en peligro constante, en riesgo de muerte.
“Pienso que los dibujos me ayudan, lo ayudan a mi cerebro… Dibujo para descargarme: esto es guerra, es muerte, es sangre…”, reflexiona.
Consultado sobre cómo se imagina el día después de la guerra, Ruslan revela que hizo un dibujo con ese tema. Lo muestra. Se ve un soldado sentado de espaldas en la playa mirando el Mar Negro, la península de Crimea –anexada por Rusia en 2014 y origen remoto de esta guerra– y a su lado, sobre la arena, su casco y sus borcegos. “Es un dicho entre los soldados que si uno de nosotros se saca el casco, las botas y las medias, entonces ya no hay ningún peligro, por eso así me imagino el primer día de la victoria”, explica. “Pero esto no pasa ahora”, lamenta.
¿Cuándo cree que llegará la victoria? “En la primavera próxima, es decir, en 2024″, responde. Entonces Ruslan, que está casado y tiene dos hijos de 26 y 16 años en Polonia, espera publicar un libro sobre la guerra realizado con sus ilustraciones. Y espera seguir dibujando, haciendo historietas.
“En la guerra no hay ateos”
Hace calor, el termómetro marca 30 grados, hay humedad y mosquitos al acecho en la trinchera, que ostenta corredores en la tierra de varios metros, cocina, un espacio con catres e incluso mascotas. Una gata ha tenido varios gatitos que ahora se han vuelto una distracción para los soldados, que parecen contentos de recibir y charlar con periodistas extranjeros que rompen la monotonía.
Lo mejor de una trinchera de la frontera con Rusia de la región de Kharkiv: gatitos recién nacidos… En breve sale nota #UkraineRussiaWar pic.twitter.com/cvsg2wmsen
— Elisabetta Piqué (@bettapique) August 4, 2023
Es una jornada distinta porque también ha llegado a esta posición defensiva fronteriza oculta debajo de redes de camuflaje Evgeny Vorona, el capellán militar. Se nota que es un sacerdote –cristiano ortodoxo, pero no vinculado a Moscú–, porque adentro de su casco lleva una Biblia. Pronuncia una oración con letanía cantada típicamente ortodoxa, reparte estampitas y bendice a los combatientes. “En la guerra no hay ateos”, explica el capellán, que agradece a los periodistas latinoamericanos presentes haber viajado a Ucrania para contar lo que está pasando.
“Espero que, a través de ustedes, todo el mundo nos escuche y empiece a salvar a Ucrania. A veces parece que todo el mundo nos está observando, pero nosotros queremos que nos ayuden”, dice. “Les pedimos por favor que nos ayuden a salvar a Ucrania porque los ucranianos merecen vivir en su país. La guerra es algo muy salvaje y nuestros defensores desde hace un año y medio están dando su vida y todo su ser para defender su patria” .
-¿Qué piensa del Patriarca de Moscú, Kirill, que bendijo la invasión de Putin?
-Desde hace mucho se sabe que el Patriarca Kirill no cree en Dios y que sirve a Satanás.
-¿Cómo ve la misión de paz que intenta el papa Francisco a través del cardenal Matteo Zuppi, que viajó a Kiev, a Moscú, a Washington y próximamente a Pekín?
-Hay que buscar caminos para que las fuerzas armadas rusas salgan de Ucrania. No se puede parar esta guerra solo en batallas.
-Después de las muertes, la destrucción y los crímenes de guerra cometidos por los rusos, ¿en el futuro va a ser posible que Ucrania perdone?
-Si vemos lo que hicieron los rusos, se ve que ellos solo nos quieren matar… Quizás habrá perdón si ellos algún día demostrarán arrepentimiento.