“Nací en una olla de chocolate”, dispara Diego Fenoglio. Y no exagera. Aldo, su padre, arrancó en la Argentina en 1948 cuando ya lejos de su Italia natal comenzó con la Confitería Tronador en Bariloche. Allí conoció a Inés, su mujer, con quien tuvieron a sus dos hijos y al que criaron como un tercero: Fenoglio. Su papá inventó el chocolate en rama por casualidad o mejor dicho causalidad y falleció de un infarto cuando Diego tenía 20 años e intempestivamente tuvo que hacerse cargo de la empresa. Lejos de creérsela hoy razona sobre los errores, sobre los golpes de la vida y sobre cómo fue el punto de inflexión en el que decidió salir de la creación de su padre que compartía con su mamá y su hermana y gestar la propia: Rapanui. El nombre surge de una casa en la que habitaba de chico y desde allí es donde generó una marca global: Franui. Hoy tiene una planta en Valencia adonde invirtió 3,5 millones de euros para abastecer a Europa y en menos de doce meses abrirá una nueva fábrica en Fátima para exportar a toda América latina. Además, tiene un nuevo proyecto destinado a la producción de frambuesas en Bariloche y muchos sueños por cumplir. “La vida no es una recta, es más bien un camino sinuoso”, relata en el primer capítulo de “Hacedores que inspiran”, el ciclo de entrevistas de LA NACION + EY.
-¿Cómo fue que tu padre creó el chocolate en rama?
-Él tenía una mesada de mármol y un día se le cae el chocolate y limpiándolo ve que se le arruga y dijo a ver esto y empezó a trabajar sobre esa nueva forma. Casi por casualidad o causalidad surgió este producto que es un invento argentino.
-Tus padres llegaron de Italia en busca de paz…¿qué encontraron?
-Ellos pensaban hacer chocolates y crearon la confitería Tronador. Después la nombraron Fenoglio porque un señor quiso copiarles el nombre cuando vio el éxito que tenían. Mi padre registró todo y desde ese momento surgió una marca líder.
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-¿Cómo fue tu proceso hasta convertirte en emprendedor?
-Primero yo me hago cargo de Fenoglio, cuando tengo 20 años, porque falleció mi papá de un infarto. Estudiaba Ciencias Económicas y tuve que dejarla para dedicarme al chocolate. Y cometí muchos errores, porque con 20 años te llevás el mundo por delante y a los 40 más o menos, me di cuenta de que me había equivocado, y dije, tengo que replantear un montón de cosas y lo conversé con mi madre y mi hermana y ellas tenían otra visión.
-¿Entonces?
-Hice lo más sano. Me fui de la compañía familiar y preferí separarme para abrir una planta chiquita. Fue un duelo porque cuando vos haces crecer una empresa, ponés todo y lo sentís propio. Pero también fue un aprendizaje.
-El hecho de dejarla y tener que armar otra. Pero bueno, cuando vos estás convencido de algo, tenés que hacerlo.
-Así nació Rapanui… La llamé Rapanui porque viví muchísimos años en una casa llamada así y dije tiene que ver conmigo.
-Tu infancia está marcada por el chocolate pero a tus 20 años tu vida cambió…
-Cuando sos chico cometés muchísimos errores y con los años empezás a darte cuenta que el camino hubiese sido diferente si cambiabas de dirección. La vida no es una recta, sino es un camino sinuoso.
-¿Cómo es proyectar en un país como el nuestro?
-Lo importante es la pasión, la intensidad que le pongas al trabajo, el tiempo que le dediques. Creo que es una fusión de intensidad, pasión y tiempo.
-¿Cuánto pesa la suerte o tal vez el estar despierto al momento de creaciones como Franui?
-La historia es tan linda como sencilla. Tenía en casa una plantación de frambuesas, que la usaba para hacer un mermelada para mí todos los años. Alguna vez hice frambuesas en almíbar. Pero hubo un día que la cosecha superó todas mis expectativas y me iluminé. Dije si hago esto, y lo combino con chocolate y juego un poco puede salir algo interesante. Y a los dos o tres días lo probé, bañé las frambuesas de casa que estaban congeladas, les puse el toque especial y se las di a probar a la gente que trabaja conmigo, que son los más exquisitos con el tema del chocolate.
-Fue toda una experiencia…
-Nunca me voy a olvidar. Lo que les dije a todos es abrí la boca y cerrá los ojos. Después les puse el producto en la boca y en la medida que iban mordiendo supe desde el principio que el producto sin ninguna duda iba a ser un éxito.
-Sin darte cuenta comenzaba tu momento de invención…
-A partir de que empezamos a probar, empezamos a fabricar para ver nuestros clientes qué es lo que decían y a todos les encantaba. Para mí el paladar es un idioma universal. A partir de ahí empezamos a comprar frambuesas en Bolsón, en Lago Puelo, en El Hoyo, en los lugares del sur patagónico en los que está la mejor frambuesa del mundo. Así nace Franui.
-Con esto lograste salvar la traba de escalabilidad que tiene el chocolate con su crema y demás productos perecederos…
-Sí. Primero arrancamos en la Argentina. Empezamos a comercializar en Buenos Aires, poco a poco en el interior del país y ahora mi hijo Aldo se encarga de América latina. Ya llegamos a Uruguay, Chile, Perú, Colombia y México. Y con Letizia, armamos una planta en Valencia, que la maneja ella para los mercados europeos.
-Leí en el diario de Valencia que hicieron una inversión de 3,5 millones de euros y que fue una especie de revolución la llegada de una familia de chocolateros argentinos…
-Abrimos en pandemia. Tuvimos dos años peleándola mal, porque la verdad nos costó. En pleno aislamiento nos costaba llegar al cliente porque no nos conocían. Mandarlo era casi una misión imposible.
-Había que generar un snack que no existía …
–Es una nueva categoría, no existía en el mundo, a nadie se le había ocurrido antes. Ahora tenemos un sueño más grande y es el de armar unas 100 hectáreas para abastecernos a nosotros de frambuesa en un paraíso como es la zona del río Manso. Es soñado el lugar y también el proyecto.
-También hubo otro efecto que aceleró tu expansión y son las redes sociales
-Es cierto. De pronto vimos que se viralizó en los países más disímiles esa especie de efecto “wow” que vi en las caras de las primeras personas que probaron Franui en su origen. Ahora son los influencers en TikTok que de pronto aparecen en redes y se iluminan. No son acciones nuestras sino genuinas de fans.
-La expansión a Buenos Aires se produjo en uno de los momentos más complejos de Bariloche que fue con las cenizas del volcán…
-Exactamente. Dos o tres años antes de que explotara el volcán Puyehue nosotros ya habíamos desarrollado la línea de helados. Pero ese momento fue un punto de inflexión porque el sur se paralizó. Y durante tres meses el volcán seguía soplando, seguía tirando polvo. En ese momento tenía 60 personas trabajando y dije, abro el primer local en Buenos Aires, en Arenales y Azcuénaga, en Recoleta.
-¿Cómo fue la experiencia?
-La gente al principio empezó a tomar muchísimo helado y el chocolate como que acompañaba. Con el tiempo fue cambiando y hoy vendemos más chocolate que helado.
-Hoy tenés 14 locales. ¿Cómo es el próximo paso?
-En el caso de las aperturas tenemos una decisión muy clara que es la de no abrir por abrir. Sería muy fácil dar franquicias y expandirnos rápidamente pero estamos convencidos de que ese no será nuestro camino. Queremos junto a mis hijos cuidar hasta el último detalle de lo que pasa en nuestro punto de venta.
-¿Cómo se reparte hoy el negocio de Rapa Nui?
-Más o menos estás en un 50% chocolate, 30% helados y 20% Franui. El consumo en América latina arrancó muy fuerte. Entonces estamos armando una planta acá en Fátima para abastecer a este mercado. Yo calculo que en junio 2024 estará funcionando.
-¿Cuánto te incide la coyuntura al momento de avanzar?
-No tomo decisiones de acuerdo a cómo va el país para un lado o para otro, sino que tomo decisiones por lo que yo siento. Es un poco el ADN emprendedor. Para mí el éxito de un emprendedor es reinvertir y centrarte en lo que estás haciendo. En tus distintos momentos.
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-¿Qué le dirías al Diego Fenoglio de 20 años?
-Que tiene que aprender mucho todavía. Le diría que baje un poquito su ímpetu, que mire mucho más para los costados, que analice un poco mejor y que después tome la decisión.
-¿Quién te ayudó a darte cuenta?
-Creo que la vida.
-¿Tenés alguna fórmula de gestión?
-Nunca planifiqué de acá a 10 años. En general siempre me focalizo y miro a un año, año y medio, dos años, no más que eso. En un país como este, hay que concentrarse más en lo chico y en los pequeños detalles.
¿-Qué le decís al Diego Fenoglio de hoy?
-Estoy orgulloso por lo que logró este señor durante toda su vida eh… Porque la verdad es que si avanzás, lográs tus objetivos y el reconocimiento de la gente, no hacia vos, sino hacia tu producto, porque eso es lo más importante.
-¿Qué crees que te diría Aldo tu papá si viera tu camino?
-Creo que estaría fascinado. Traté siempre de parecerme a él. Me parecía una persona con muy buenos valores. Y eso es para mí una de las cosas más importantes en esta vida. Se me fue con 20 años y bueno, eso es un dolor porque como que muchas cosas me quedaron sin charlar, sin hablar con él. Fue un dolor muy fuerte. Y claro, no te imaginás que se te va tu papá a los 20.
-Tuviste que hacerte emprendedor…
-Sin ninguna duda. Vos te vas haciendo en la vida con las cosas. Todo lo que está alrededor tuyo va condimentando ese hacer para que vos crezcas. Y todo el tiempo hay que reaprender. Lo último que podés hacer es quedarte quieto.
Después de todo, como bien marca Diego Fenoglio: “la vida lejos está de ser una recta”.