La veloz mutación del barrio Emerenciano, que se pinta de blanco y borra a los Sena y al Che

RESISTENCIA.- El puño rojo cerrado es enorme y está pintado de rojo furioso. La señal de ingreso al barrio Emerenciano Sena, el centro neurálgico del clan piquetero homónimo que cayó en desgracia, sigue en pie, pero de cerca se observa un detalle revelador: “Falta Cecilia” dice una tímida pintada en la estrella blanca en el centro del puño, que se completa con un hashtag que se ha vuelto un ícono de la lucha contra los femicidios: “Niunamenos”.

La tarde del viernes, dos hombres pintaban de blanco la casa que está al lado del jardín de infantes. Necesitarán algunas manos más para lograr tapar la cara del Che Guevara. Solo dejaron sin cubrir la insignia que dice “Partido Socialista”, el puño delante de la estrella y la inscripción debajo: “Unidos por el Chaco, Emerenciano”. Todo el barrio está en proceso de mutación. El rojo omnipresente, signo universal de las organizaciones de izquierda, está mutando al blanco. Y no es una metáfora, es literal.

El cambio cromático es la señal inequívoca de la caída en desgracia de Emerenciano Sena y Marcela Acuña, los reyes piqueteros del barrio, un matrimonio que tenía un enorme poder en esta provincia. Ese poder se esfumó el día que fueron detenidos por el presunto femicidio de Cecilia, su nuera, la joven de 29 años que está desaparecida desde el 2 de junio.

A los docentes de la escuela que lleva el mismo nombre que el barrio también les pidieron que abandonaran los guardapolvos rojos. Según cuentan los vecinos, fue una instrucción del Ministerio de Educación de la Provincia, que intervino la institución.

“Dan mucho, pero también exigen”, dice Silvana Arizaga, una estudiante de la carrera de enfermería, que se dicta a contraturno en el edificio de la escuela primaria. “Igual, a nosotras no nos molestaban”, coinciden sus amigas, Belén Domínguez y Giselle Chávez. “Somos team Gloria”, dicen. Se refieren a Gloria Romero, la atribulada madre de Cecilia Strzyzowski, a cuyo tesón se debe, al menos en parte, el derrumbe de los Sena. A las chicas también les informaron que la escuela de enfermería fue intervenida y que el ambo que usan ya no deberá ser rojo punzó. “Ojalá nos den el azul o celeste de los sanitarios”, se entusiasma Arizaga.

La última vez que se vio con vida a Cecilia fue a las 9.15 de esa mañana, cuando entró con César Sena, su pareja, a la casa de los padres de él, Emerenciano y Marcela. Cecilia sigue desaparecida y la teoría de los fiscales que investigan el caso es que la mataron por asfixia y que su cuerpo luego fue quemado y arrojado al río. El crimen tiene aún muchas aristas sin resolver, pero los investigadores están convencidos de que a Cecilia la mataron en la casa de la calle Santa María de Oro 1460 de esta ciudad, una fortaleza de macizos paredones negros donde viven -en realidad, donde vivían, porque hoy están presos- Emerenciano Sena y Marcela Acuña.

“Lo están matando a Emerenciano. ¿Por qué no dicen todo lo bueno?”, se queja una señora rubia mientras toma mate en la plaza del barrio acompañada de dos amigas. La propuesta de LA NACION para que diga qué es lo bueno no resulta efectiva. La señora y sus amigas dan vuelta la cara y, ofendidas, se retiran.

Aunque la señora que defiende a Sena no lo diga, es claro que el barrio luce prolijo y tiene una propuesta educativa bien dispuesta, por lo menos en términos de infraestructura. Hay una sala maternal, un centro de salud, una biblioteca, un jardín de infantes, una escuela primaria y un colegio secundario. Todo es rojo y si no se llama Emerenciano se llama Che Guevara, o tiene un mural de Darío Kosteki y Maxi Santillán, los jóvenes asesinados por la policía en 2002. La calle principal se llama Milagro Sala y en varias casas hay iconografías de la líder de la Túpac Amaru.

En el barrio Emerenciano las casas son todas similares: construcciones de ladrillos identificadas con ese nombre y una estrella con la cara del Che Guevara. Las cerca de 400 casas, además, están numeradas con azulejos de espejos dentro de una estrella con borde rojo. En sus inicios como constructor de barrios sociales, Emerenciano Sena se unió a Sueños Compartidos, el esquema de construcción de las Madres de Plaza de Mayo regenteado por Sergio Schkleander.

A Emerenciano lo conocen todos. Según cuentan, solía visitar el barrio regularmente y se ocupaba precisamente de las obras (a las instituciones asistía solo para los actos). Desde su detención se frenó la última: 40 casas que debían ser entregadas en los próximos días. Los vecinos tienen miedo que otras organizaciones sociales intenten tomarlas. “Vienen por los espacios verdes y las casas vacías”, afirma una de las vecinas. Según cuentan, no fue el único intento. El día después de la detención, tuvieron que evacuar la escuela media hora antes de que termine la jornada, a las 16, porque circulaba el rumor de que “una marcha venía a romper la escuela”, relatan. “Los padres tienen miedo”, cuenta una de las vecinas y precisa que ya se fueron ocho chicos de la institución.

“Podemos perder las casas, la escuela”, dice otro habitante de ese barrio que trabaja en el colegio, y explica: “Si tu jefe hace algo, te incumbe, pero no significa que vos seas igual. Lo que hace afecta a todos, pero nosotros tenemos que seguir viviendo. Al estar en la escuela, estás en el movimiento, pero los únicos que saben qué pasó son ellos”.

No todos coinciden. “El movimiento no existe, murió”, contesta otra mujer parada en la puerta del jardín maternal. “Todo lo institucional funciona, el movimiento no”, y enumera el centro de salud, la biblioteca y la escuela en todos sus niveles. Remarca que ojalá se conserve “todo lo bueno”.

“Nos gritan ‘asesinos”

“El Emerenciano que yo conocí era el que decía: ‘No a las drogas, no chupes, hay que estar con la familia’. Y ahora esto, no sé qué creer”, señala otra mujer que también conversaba en la puerta del jardín. Relata que algunos vecinos “que dejaron antes el movimiento” ahora los señalan y les gritan “asesinos”. “Nos ponen a todos en la misma bolsa y no es así, todos los detenidos no vivían en el barrio. Se generó mucho odio. El deseo más grande es que aparezca [Cecilia], que pase el milagro”, dice.

“Al principio pensábamos que era político, pero ahora estamos todos con la mamá de Cecilia. Nuestro contacto era con la coordinación, Emerenciano y su mujer, pero somos todos empleados del Ministerio. Nosotros no conocemos a sus amigos, sus contactos”, dice otra mujer.

El barrio seguirá convulsionado. El viernes por la noche llegó el equipo de georradar de Gendarmería, junto con un perro detección de restos humanos, según confirmaron a LA NACION en el Ministerio de Seguridad nacional. Fueron llamados para investigar la calle que, según un testigo reservado, se asfaltó en un horario fuera de lo común, luego de la desaparición de Cecilia. Buscan en el barrio Emerenciano otro rastro cierto de la joven que ingresó en la casa de los Sena y nunca más salió.

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