Los “diamantes de sangre” rusos siguen su derrotero exportador

Cualquiera que haya atravesado el distrito de los diamantes en Amberes (Bélgica) habrá presenciado una secuencia de joyerías, donde las gemas giran, algunas, sobre soportes de acero, como dulces en una pastelería, junto a un grupo de anodinos edificios de vidrio y hormigón. Mientras las tiendas multiplican el brillo de las compras, las oficinas-búnker ocultan que la ciudad comercializa el 86% de los diamantes en bruto del mundo. El flujo ha sido constante, desde las heladas tundras de Siberia (Rusia) al calor africano de Angola. Estas gemas emiten la iridiscencia dorada de US$40.000 millones (37.000 millones de euros). Esa es —acorde con los propios comerciantes de Amberes— la facturación global de la industria. Desde el siglo XV venden y adquieren diamantes. Una actividad que ocupa en el distrito de la ciudad a unas 1700 empresas y 4500 comerciantes. Son los datos de la asociación comercial Antwerp World Diamond Centre (AWDC).

Sin embargo, por primera vez en cinco siglos, ese brillo puede desvanecerse debido a la guerra. En 2021, Rusia exportó US$4700 millones (siguiendo los datos del Observatorio de Complejidad Económica, OEC) en diamantes. Ocupa el octavo puesto del planeta. “El 80% procede de 24 explotaciones en Siberia”, detalla Mira Milosevich, investigadora principal para Rusia del Real Instituto Elcano. La gran compañía diamantífera del país, Alrosa, está controlada por el Estado y la república siberiana de Yakutia. En conjunto tienen el 66% de la empresa. En 2021, facturó US$3004 millones. Es la estimación de la plataforma especializada Idex Online. Y su consejero delegado, Sergei Sergeevich Ivanov, fue sancionado el primer día de la invasión de Ucrania por Estados Unidos. Sin reparos, la firma ha pagado el submarino de combate B-871, bautizado Alrosa, y armado con misiles de crucero Kalibr.

Si el G-7 impone la prohibición de exportar brillantes cortados, en bruto o tallados, las consecuencias pueden ser enormes o mínimas. No solo se usan en joyería sino en perforación, computadoras, dentistas. Las opiniones varían porque entra en juego la geopolítica, el incierto comportamiento de los clientes y las firmas de lujo. El lobby de los diamantes tiene fama de duro. “La prohibición directa sobre las piedras rusas no tendrá ningún efecto significativo en los flujos financieros de la máquina de guerra de Rusia”, defiende, en el Financial Times, Alexander de Croo, primer ministro belga. El año pasado, la Unión Europea importó —según Eurostat— 1400 millones de euros en brillantes rusos. Una caída frente a los 1800 millones de 2021.

“Una prohibición únicamente por parte de la UE carece de consecuencias en Rusia. Solo en Bélgica están en juego, por lo menos, 2000 puestos de trabajo, aunque lo más terrible es que corremos el riesgo de perder toda la industria diamantífera en favor de lugares con menos regulación sobre el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo, como Dubái o Bombay”, advierte por correo electrónico Tom Neys, portavoz de AWDC. Lejos, en Tel Aviv (Israel), uno de los analistas más reputados de este opaco mundo, Edahn Golan, hace suya parte de esta narrativa. “Las sanciones, sobre todo, si se centran en diamantes en bruto solo afectarán a Bélgica. El impacto en el mercado será mínimo. Un dato. Estados Unidos supone más de la mitad del consumo de diamantes pulidos a partir de gemas brutas rusas”.

Siguiendo su importancia geopolítica, el 90% de los diamantes del planeta se cortan y pulen en la India, en ciudades como Surat. Allí llegan, sobre todo, las piedras siberianas, que suelen ser pequeñas, por debajo de un quilate, y para que sean rentables necesitan empleados con mínimos salarios. La India —que se ha puesto de perfil en la guerra de Ucrania— es el territorio ideal. El sector da la vuelta a los argumentos belgas. El país emplea a un millón de trabajadores. “Y de los diamantes rusos depende el 60% de los puestos de trabajo”, avisa Anoop Mehta, presidente de la Bolsa de diamantes de Bombay, la mayor del mundo. Da igual. “Con su reunión en Hiroshima (Japón) [celebrada a mediados de mayo], el G-7 envió un mensaje al principal productor del planeta. Estos diamantes no son admitidos”, destaca Mira Milosevich.

Los planes belgas

La estrategia hilvana salvaguardar sus propios intereses y encontrar nuevas rutas. “Debido a que la mayoría de las grandes marcas de lujo [la firma relojera Breitling usará en 2024 diamantes sintéticos] evita estos nuevos diamantes de sangre, Rusia ha creado vías comerciales que eluden Amberes”, revela Hans Merket, investigador belga del International Peace Information Service. Y añade: “El principal objetivo es asegurarse de que se diseñe una prohibición que impida a competidores, pensemos en Bombay o Dubái, aprovecharse de la situación a costa de la ciudad”. Pese a que solo afecta a un país de la Unión Europea, Bélgica busca su excepción. República Checa, Eslovaquia y Hungría están excluidas del embargo de petróleo e Italia del acero.

Nunca ha existido una guerra a la carta, pero sí sus sanciones. Y “trucos”. Mezclar diamantes rusos pequeños con aquellos que llevan un certificado del Proceso de Kimberley (evita la llegada al mercado de piedras que financian conflictos bélicos), impulsado con fuerza en 2002 por Rusia. En el argot se llaman mixed. Mezclados. Rusia no exportó ninguno a Bélgica entre abril y septiembre de 2022. Sin embargo, en enero de 2023, estima Financial Times, la facturación sumó 118 millones de euros. Kimberley permite este tráfico. Resulta imposible trazar las gemas pequeñas como las rusas. La compañía suiza Spacecode trabaja en un sistema que lo haría factible, aunque no estará listo hasta comienzos del año próximo. Otra opción es que los bancos estadounidenses se nieguen a financiar este comercio. ¿El problema? Serían sustituidos por indios o dubaitíes. El Reino Unido ha prohibido su importación, pero necesita un acuerdo de todos los miembros actuales de la UE, el G-7 y China para que dañen a la economía soviética.

Cultivos de laboratorio

La venta de diamantes cultivados en laboratorio alcanzó los 10.000 millones de dólares, el 10% de todas las transacciones en joyería. Los datos de The New York Times muestran un relativo aprecio. Empresas como la india Fenix Diamonds tardan entre dos y cuatro semanas en producirlos. Aplican gas y un calor extremo a una lámina de diamante en condiciones de vacío. El método se llama chemical vapor deposition (CVD). Pero crear un quilate consume —200 kilovatios hora— mucha energía. El precio, claro, es otro. “Las joyas con diamantes artificiales son hasta un 90% más baratas que las naturales. Debido a que el volumen de producción ha aumentado significativamente”, describe Paul Zimnisky, experto neoyorquino en estas piedras.

A las personas nos gustan las cosas raras, bellas y valiosas, creo que la gente siempre preferirá los diamantes naturales

El analista, en su informe El estado del mercado de los diamantes, revela que el valor de las gemas de laboratorio para una pieza de 1,5 quilates ha caído, de 2016 a 2023, en algunos casos, más del 74%. El precio a la venta de un diamante natural de ese tamaño cuesta 13.625 dólares, el de laboratorio solo 2.445. Una diferencia de 11.180 dólares. ¿La guerra? La condición humana. “A las personas nos gustan las cosas raras, bellas y valiosas, creo que la gente siempre preferirá los diamantes naturales”, zanja Zimnisky.

© El País, SL

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