“Quería transformar el lugar”: su bisabuelo trabajó en las Malvinas y él sigue un legado con un caso modelo

En 1878, Juan Hamilton llegó a las Islas Malvinas contratado como ovejero por la Falkland Auckland Company. En 1883 se fue a trabajar a Punta Arenas (Chile) para un ganadero de la zona y, unos años más tarde, ya era dueño de su propio establecimiento productivo llamado Morro Chico, en la provincia de Santa Cruz.

Su bisnieto, Esteban Gallie, se dedicó a la ganadería cuidando los pastizales, el agua, la biodiversidad y asociando los animales con el monte nativo, una forma de producir que técnicamente se denomina Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI).

“Vamos a un cambio en el paisaje”: el sello que busca un reconocimiento internacional para la ganadería

“El MBGI propone el manejo integral del ecosistema como una herramienta de desarrollo frente al cambio de uso del suelo, donde se incluye al bosque nativo en la matriz productiva como un agente proveedor de servicios ecosistémicos”, explicó Pablo Peri, coordinador del Programa Nacional Forestal del INTA que pertenece a la iniciativa MBGI impulsada por los Ministerios de Agricultura, y de Ambiente y Desarrollo Sustentable.

“La propuesta se basa en adoptar tecnologías de bajo impacto ambiental y con una visión integral del ambiente que busca el equilibrio entre la capacidad productiva del sistema, su integridad y sus servicios, bajo el principio de garantizar el bienestar del productor y de las comunidades asociadas”, añadió.

En este contexto, en 2021, el Gobierno, a través de esas dos carteras, junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) firmaron un acuerdo para apoyar el Plan de Acción Nacional de Bosques y Cambio Climático.

“Desde la FAO se apoyará a la Argentina a impulsar el manejo sostenible de sus bosques para enfrentar el cambio climático, mediante un nuevo proyecto con financiamiento del Fondo Verde del Clima”, destacó entonces Tito Efraín Díaz, del organismo en la Argentina.

Gallie contó que de chico vivió en Buenos Aires, que luego se fue a estudiar a Estados Unidos donde obtuvo una maestría en negocios (MBA) pero que en 2000 le dieron ganas de volver a vivir a la Patagonia.

El productor agropecuario enfatizó que lo que quería era “hacerse cargo” de Morro Chico, ese lugar que había visitado en toda su infancia y que ahora le presentaba el gran desafío de convertirlo en un campo modelo. Sin duda, tenía una gran tarea por delante porque debería manejar 27.000 hectáreas con ovejas y vacas en la Patagonia profunda, a 200 kilómetros de la ciudad de Río Gallegos, en el límite con Chile.

“Quería transformar el lugar, quería lograr su mejor versión. Ya en ese momento mi padre hacía 15 años que realizaba control de pastizal y desde que yo era muy chico recorríamos el campo y me decía: ‘ves, acá está sobrepastoreado, los animales han comido de más y el suelo sufre; hay que tener cuidado’. Todo esto estaba en mi mente, por este motivo yo quería hacer una producción distinta, unida con el cuidado ambiental”, relató.

Esta determinación llevó a que encontrara un grupo de productores que realizaba ganadería holística y regenerativa, y en seguida sintió que la cosa “era por acá”. Hizo los cursos correspondientes y comenzó con planificación de pastoreo en El Zurdo, un sector de la estancia de 16.000 hectáreas.

Al principio usó los potreros que tenían. Fue mucho de prueba y error; la rotación era imperfecta porque eran pocos potreros pero había que empezar. Tenía dos objetivos: rotar para que el pastizal descansara y se recuperara, y distribuir bien el agua.

Junto a un empleado y con una perforadora contratada, hacía los pozos. Allí brotaba el agua, una forma muy sencilla de obtener agua sin tener que hacer una perforación con entubamiento. Después empezó a trabajar con eléctrico y apotrerar por ambientes.

Según describió Gallie, cuando había un mallín lo alambraban para recuperarlo. También comenzaron a dividir el bosque del mallín y colocar jaulas para ver cómo evolucionaba el pasto en lugares donde los animales no podían pastorear. “En ese proceso estamos hoy; tenemos 42 potreros y planificamos el pastoreo en todo el campo”, detalló.

De la mano de estos cambios vinieron otros, relacionados al buen trato a la hacienda porque creía que las cosas podían hacerse de otra manera, sin perros, gritos ni maltrato. Nuevamente se puso a investigar y así conoció al doctor Marcos Giménez Zapiola, consultor privado y especialista en bienestar animal, que fue a dar una capacitación en la estancia, a la cual se invitó a todos los vecinos de la zona, y que consistió en una clase con teoría y práctica cargando y descargando ganado.

Ese fue otro gran cambio. Buen trato animal, cuidado del pastizal, del bosque y convivencia en armonía con la fauna nativa, estos eran sus objetivos. “Hoy en Morro chico se está recuperando el capital natural del lugar, es sitio piloto de manejo MBGI de la provincia de Santa Cruz y un lugar de capacitación para quién está interesado en el tema. Cada año miden el índice de salud del pastizal y este verano que pasó colocaron 1250 protectores de renovables en zonas donde el bosque estaba degradado”, aseguró.

“Subdividimos potreros de ambientes dejando el bosque de un lado para que descanse y ahora estamos trabajando en la idea de proteger márgenes de ríos para generar mejor hábitat para los pájaros. Junto con un ornitólogo de la región realizaremos un inventario de aves porque me interesa hacer una ganadería donde haya biodiversidad, entonces vamos a marcar lugares que hay que proteger, como los sitios de nidificación”, agregó.

Su campo tiene menos carga. Cuando llegó había 12.000 ovejas y 700 vacas madres. “Si hubiera seguido con esas cargas el sistema se estaría degradando y en 15 años colapsaría. Además, con esas cifras los animales no estaban en buen estado. Hoy tengo 8500 ovinos de esquila y 600 vacas para cría y recría. Ahora los campos están bien, con buena salud, tanto el pastizal como los animales”, precisó.

En este escenario, se siente tranquilo, “porque tengo la carga correcta y el sistema está bien todo el año”. Con respecto a los beneficios económicos, tiene la certificación RWS, Estándar de Lana Responsable, por la cual le pagan un plus: “Hoy es eso, pero en el futuro habrá una diferencia notoria de valores cuando sean productos de origen sustentable, y hacia allá vamos”.

Esta nota se publicó originalmente el 28 de octubre de 2021

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