Los Simpson, la familia de clase media baja de los 90, que hoy sería gente adinerada en EE.UU.

Cuando Los Simpson debutaron en 1989, su creador Matt Groening, buscó retratar en una ficción a la clase media-baja norteamericana. Pero tres décadas más tarde, tanto el número de personas que integran el sector medio en Estados Unidos como su poder adquisitivo se han reducido. El estilo de vida de la popular familia de Springfield se asemeja ahora más al de gente de buen pasar en ese país.

En la serie, Homero, que no tiene título universitario, aporta el único ingreso familiar con su trabajo de inspector de seguridad en una planta de energía nuclear con un salario anual de unos 19.000 dólares de bolsillo, según se ve en uno de los primeros episodios. En aquella época a los televidentes no les resultaba extraño que con ese ingreso la familia tuviera dos autos y viviera en una espaciosa casa de dos pisos con un enorme jardín al frente. También, aunque en general se trata de invitaciones o premios, no llamó la atención que la familia pueda acceder a algún viaje al exterior.

Obviamente que la serie de Los Simpson es una comedia de ficción, y no un estudio académico o un documental. Sin embargo, da cuenta del estilo de vida en el que se sentían reflejados los televidentes de ingresos medios-bajos de los años 90. Pero todo ha cambiado.

Hoy muchos norteamericanos de clase media no están en condiciones de tener una casa semejante ni de llevar un estilo de vida como el de la más popular familia televisiva de los Estados Unidos.

Esto genera un desencanto con el “sueño americano”, y un caldo de cultivo en el que muchos afirman que tiene sus raíces el auge de propuestas populistas, como las de Donald Trump.

“La clase media, que alguna vez fue el estrato económico de una clara mayoría de los adultos estadounidenses, se redujo de forma sistemática en las últimas cinco décadas. La proporción de adultos que viven en hogares de clase media cayó del 61 % en 1971 a menos del 50 % en la actualidad″, comentó en una entrevista con LA NACION el investigador Rakesh Kochhar, del centro de investigaciones sociales Pew Research.

“Hoy el dato social más llamativo en Estados Unidos, especialmente si se lo compara por ejemplo con los países europeos, ya no es su clase media sino el aumento de la desigualdad“, agregó Kochhar. Y los logros que constituían el “sueño americano” se fueron desdibujando.

Por otro lado, según la investigación del Pew Research sobre el poder adquisitivo en Estados Unidos, ha crecido el número de personas de altos ingresos, del 14 % a comienzos de los años 70 a más del 21 % en la actualidad. Pero también es mayor la proporción de personas con ingresos más bajos, que subió del 25% al 29%.

El dato es refrendado por otra cifra que confirma que los ricos norteamericanos son más ricos y los pobres más pobres. Mientras el ingreso promedio de la clase alta subió en estos años un 69% (de US$130.008 a US$219.572), el de la clase media, 50% (de US$59.934 a US$90.131), y la baja, un 45% (de US$20.604 a US$29.963).

De todas maneras, llamativamente, la gran mayoría de la población estadounidense sigue identificándose como “clase media”.

“Quizás el estilo de vida de los Simpson en los 90 también tenía algunos rasgos de clase alta, aunque ellos quisieran presentarse como clase media-baja. Pero esto va en sintonía con otro dato que suelen mostrar la encuestas, y es que el 89% de los norteamericanos dicen pertenecer a la clase media, sin importar cuán pobres o ricos sean, un porcentaje que no se condice con los datos reales”, contó a LA NACION el investigador social Jeffrey Wenger de la RAND Organization (Research And Development).

Qué es la clase media

Esta cuestión plantea entonces la necesidad de determinar qué es “clase media”.

“Es bastante complejo definirla”, explicó Wenger. “Una cuestión casi psicológica que caracterizaba a la clase media era la sensación de tener asegurado lo que necesitaban, desde vivienda hasta salud o educación. Y yo creo que gran parte de la clase media actual perdió ese sentido de seguridad. Se perciben más en riesgo. Eso dificulta seguir aplicando una de las definiciones tradicionales de clase media”.

“Pero en general, se puede tomar un dato objetivo. Si usted dedica más del 90% de sus ingresos a cubrir las necesidades básicas -vivienda, alimento, vestimenta, salud, educación, energía y transporte-, no pertenece a la clase media, sino a la clase baja. Hay datos engañosos que pueden confundir. Alguien podría tener una casa lujosa porque la heredó o la compró en momentos de mejor pasar, y en realidad ser ‘pobre’ porque todo su presupuesto se le va en necesidades básicas. También puede ser engañoso mirar únicamente los bienes sofisticados que la tecnología puso al alcance de todos”, explicó Wenger.

Acceso a la vivienda y a un auto

Si se toma como referencia la cuestión de la vivienda, la casa de los Simpson en Evergreen Terrace 742, Sprinfield, mide unos 200 m2, cuenta con varias salas de estar, tres baños, una gran cocina comedor, un comedor independiente, cuatro dormitorios de buen tamaño, un garaje/taller para dos autos, además de un enorme sótano y ático.

Cuando se lanzó la serie en 1989, el ingreso anual promedio de los Estados Unidos era de US$25.000. En ese contexto, el ingreso de los Simpson los ubicaba efectivamente en la clase media-baja. Y el precio de una vivienda promedio por aquellos años era de US$123.900. Homero hubiera podido comprar una casa promedio con algo más de seis sueldos anuales.

Tres décadas más tarde, mientras el ingreso es un poco más del doble, US$56.940, el costo de la vivienda se multiplicó por 3,5 y llega a US$436.800. Por lo cual se necesitan 7,6 sueldos anuales.

Con el aumento del costo de las propiedades, se estima que la casa de los Simpson valdría hoy por lo menos medio millón de dólares, una cifra ya inalcanzable para Homero y su familia de clase media-baja.

De la misma manera, con sus dos autos en el garaje de la casa de Springfield, los Simpson eran un buen símbolo de su clase social, en momentos en que el promedio nacional era de 2,15 autos por vivienda.

Ese promedio se mantuvo casi estable, y hoy es de 2,26 vehículos. Pero en un país donde el automóvil es parte esencial de la vida urbana y rural, se estima que en este momento hay 28 millones de norteamericanos (de un total de 332 millones) que no tienen posibilidad de acceder a un vehículo propio, según la Administración Federal de Carreteras.

Desigualdad en Estados Unidos

Los sociólogos ponen entonces el eje de su análisis en la cuestión de la disparidad económica.

Según el índice GINI, que mide la desigualdad en todo el planeta, Estados Unidos se ubica hoy en el puesto 47 del ránking de 163 países, en el tercio de los países más desiguales del mundo. Mientras tanto, sin ir demasiado lejos, su vecino Canadá, ocupa el lugar 112 de la lista en el tercio de los países con una distribución más pareja de ingresos.

Los sociólogos ven por lo menos tres causas que contribuyeron a aumentar la desigualdad.

“En los años 80, durante los tiempos de Ronald Reagan, Estados Unidos modificó su política impositiva haciéndola mucho más beneficiosa para la gente de altos ingresos. En segundo lugar el progreso tecnológico, la automatización y la robotización, beneficiaron a los empresarios que se adecuaron al cambio, y desplazaron fuera de las fábricas a trabajadores de los sectores medios y al sector manufacturero, que pasaron a integrar la clase baja. Por último, para muchos trabajadores, la globalización hizo muy difícil la competencia con la mano de obra más barata de otros países. Esto generó un proceso de reducción de los sectores medios y mayor enriquecimiento de empresarios y emprendedores”, explicó Wenger.

¿Es reversible esta tendencia?

“Algunos afirman que la capacitación y formación de los trabajadores relegados puede ayudarlos a mejorar su poder adquisitivo. Otros, hablan de subsidios o de salario básico universal. También se puede mirar a países más igualitarios, como Japón, que tienen fuertes impuestos sobre la herencia para limitar la perpetuación de la riqueza en los mismos sectores sociales. Pero hoy por hoy, no me animaría a decir si estas son medidas realistas que se puedan aplicar en Estados Unidos”, concluyó Wenger.

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