Las 13 elecciones provinciales que se realizaron en lo que va del año mostraron un incremento del denominado “voto bronca”, un fenómeno que irrumpió con fuerza en los comicios legislativos de 2001 y que recobró potencia este año. Un 35% no concurrió a las urnas, votó en blanco o anuló su sufragio. En promedio, aumentó un 8,25% con respecto a las elecciones legislativas de 2021, según un relevamiento en base a datos oficiales que elaboró LA NACION.
Si la comparación se focaliza en 2019, la contienda electoral más equiparable con la actual por haber sido para cargos ejecutivos, aumentó el ausentismo en todas las provincias que tuvieron comicios en 2023. Además, hay cuatro provincias en las que la suma de alternativas negativas de voto empató o superó los niveles registrados en el crítico 2001, cuando surgió el reclamo popular “que se vayan todos” que derivó en la salida de la Alianza, aunque atravesó a todas las fuerzas políticas.
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Entre las 13 jurisdicciones que realizaron elecciones, suman el 26% del padrón nacional (9.259.761 personas). Las provincias que ya tuvieron comicios son Mendoza, Tucumán, Salta, Misiones, Corrientes, San Juan, Jujuy, Río Negro, Neuquén, San Luis, La Rioja, La Pampa y Tierra del Fuego. Al comparar con las elecciones de 2021, el incremento del “voto bronca” es de 8,25%, porcentaje que surge de agrupar los resultados de todas las provincias que ya fueron a las urnas.
En nueve de las 13 provincias relevadas, subió el conjunto de voto en blanco, impugnado y ausentismo. Mendoza lleva la delantera, con un 10% más que en 2021; la siguen Tierra del Fuego (9%) y Corrientes (8%). Las únicas provincias en las que bajó el “voto bronca” con respecto a lo sucedido hace dos años fueron Tucumán, Salta, Misiones y La Rioja, aunque en niveles altos.
Crece el “voto bronca”
En Corrientes, donde hubo elecciones legislativas el domingo pasado y se impuso la fuerza ECO, del gobernador Gustavo Valdés, el “voto bronca” llegó al 47%. En Mendoza la suma de ausentismo, voto en blanco y anulado registró un 42% en las PASO que se celebraron también el último domingo, en las que Alfredo Cornejo se impuso en la interna de Cambia Mendoza, el espacio más votado. Otro 42% se alcanzó en Tierra del Fuego, donde se votó el 14 de mayo y el kirchnerista Gustavo Melella logró la reelección.
En la comparación entre los turnos electorales de 2023 y 2021, Shila Vilker, licenciada en ciencias de la comunicación y magister en comunicación y cultura por la Universidad de Buenos Aires, encuentra dinámicas divergentes. “Como fenómenos nuevos, la lógica que dominó la escena electoral del 21 fue más la decepción que la bronca. Este voto-decepción, sobre todo del votante de la fórmula [Alberto] Fernández-[Cristina]Fernández, ordenó la decisión en las urnas o, tal vez, su fuga. Esta elección, en cambio, muestra en el aire un sentimiento más elocuente, la bronca”, afirma Vilker, directora de la consultora TresPuntoZero.
“La decepción despierta un nihilismo pasivo, de la inacción (no ir a votar, impugnar). La bronca mueve al nihilismo activo, al hacer destructivo (elegir candidatos que transgredan incluso las zonas sagradas de la cultura, como la posibilidad de mercantilizar los órganos). El trasfondo de ambos nihilismos es la desconfianza y la pérdida de fe en la política para encausar y resolver los problemas comunes”, plantea Vilker a LA NACION.
Si se toman como parámetro los comicios de 2019, salvo en Tucumán, en el resto de las provincias creció el combo de ausentismo, voto blanco y voto anulado. La suma de 2023 arrojó un 31,17% más que hace cuatro años. La que más varió es Corrientes, con un 12% más en esos ítems (Jujuy tuvo 11% de aumento, y San Luis, un alza del 10%).
La decepción despierta un nihilismo pasivo, de la inacción (no ir a votar, impugnar). La bronca mueve al nihilismo activo, al hacer destructivo (elegir candidatos que transgredan incluso las zonas sagradas de la cultura, como la posibilidad de mercantilizar los órganos). El trasfondo de ambos nihilismos es la desconfianza y la pérdida de fe en la política
Shila Vilker
El “voto bronca” (ausentismo, voto en blanco e impugnado) llegó en cuatro provincias a niveles mayores que los registrados en 2001, año en que se popularizó el término al calor de la crisis que, en diciembre, marcó el final anticipado del gobierno del radical Fernando de la Rúa.
Mendoza, Corrientes, San Luis y La Rioja registraron niveles de “voto bronca” mayores que los de hace 22 años. En Mendoza, llegó al 42%, mientras que en 2001 rondó el 38%. En Corrientes, se elevó al 47%, 16 puntos porcentuales más que en 2001, cuando la provincia eligió gobernador y el “voto bronca” fue del 31%. En San Luis, se registró un 35% (en 2001, había llegado al 28%). En La Rioja, la cuenta llegó al 34%, cuatro puntos más que en 2001 (30%).
El ausentismo aumentó un 32% con respecto a 2019 (se elevó en todas las provincias, con Corrientes a la cabeza, donde subió 13%), y un 6% en relación con 2021 (San Luis figura en primer lugar, con 8%).
El voto negativo (en blanco y anulado) subió 46% si se lo compara con 2019 (lidera Tierra del Fuego, con un aumento del 14%), y 30% si el punto de comparación es 2021 (Tierra del Fuego fue también la de mayor incremento, con 16%).
Tucumán, la excepción
La provincia de Tucumán muestra una contradicción notoria con las otras 12 jurisdicciones en las que se celebraron elecciones. Exhibió niveles muy inferiores al resto en ausentismo y voto negativo. Solo se ausentó el 16% del padrón (el rango de las otras jurisdicciones oscila entre el 25 y el 43%). El voto en blanco e impugnado sumó en la provincia norteña un 17% (en las otras 12, va de 29 a 47%). Tal como informó LA NACION, en Tucumán la contienda electoral se mercantilizó, con pagos de bonos a empleados provinciales y municipales, y compensaciones en efectivo por concurrir a votar. Además, hubo un aceitado despliegue del peronismo para trasladar a los votantes a las escuelas en vehículos identificados con las siglas de los punteros políticos.
Junto con el aumento del “voto bronca”, los resultados electorales confirmaron mayoritariamente a los oficialismos en el poder. Solo en Neuquén y San Luis no ganaron las boletas de las alianzas gobernantes.
“Un elemento a considerar en la escena de 2023 es la distancia. Cuanto más lejos el poder, más intenso el nivel de enojo. Así, los electores parecen tener dos chips: uno para la elección provincial y, otro, para la nacional. Un chip para su gobernador, que aun en el enojo se siente cercano y al que no pueden achacarle las críticas económicas; otro chip para el presidente, el poder central, contra el que es más fácil despotricar, romper, desconfiar y concentrar la suma de las responsabilidades. Tal vez estos dos chips permitan explicar cómo coexiste la bronca con la validación de los oficialismos provinciales”, sostiene Vilker.