Presión para devaluar: Cristina Kirchner y el dólar, un asado en La Ñata y un té con la oposición en el Duhau

El ritmo de la inflación -y la caída de los salarios- es la espada de Damocles sobre Cristina Kirchner. Por su alianza con el ministro de Economía, Sergio Massa, en el ex Frente de Todos, el vaivén de los precios condiciona la performance electoral de su espacio y el poder para imponer una estrategia propia. Tanto es así que hasta el presidente Alberto Fernández le devolvió un poco de su propia medicina. En estas horas decidió desprenderse mágicamente -como un espectador más- de su Gobierno. “No se puede vivir con 100% de inflación”, afirmó en un podcast con estudiantes.

Los movimientos subterráneos de la secretaría de Comercio Interior con empresarios confirman esa peligrosidad que tienen los precios desbocados. Matías Tombolini juntó a varios industriales la semana pasada. Pasó lista sobre los precios y les dijo que no admitirá aumentos hasta el 14 de agosto. Un día antes son las PASO. Su jefe aspira ser candidato. Advirtió a los fabricantes nacionales de licuadoras qué pasaría –con la protección arancelaria- si ganara, por ejemplo, Javier Milei y hasta se quejó de que alguna planta le abriera las puertas a Daniel Scioli, el gran enemigo de Massa.

Más allá de las advertencias oficiales, los empresarios son cautos con los extremos. “Todos los que están acá votan a Larreta o a Massa”, dijo un importantísimo directivo en un encuentro del sector del consumo masivo esta semana.

El índice de precios de mayo se desaceleró luego de cinco meses. Pero el 7,8% no es un éxito. Todo lo contrario: ese índice está top tres entre las variaciones más elevadas del siglo detrás de abril de 2002 (10,4%) y de abril de 2023 (8,4%). Los datos internos que baraja el Ministerio de Economía estimaron que la canasta mayorista que relevaron entre el 1 y el 13 de junio se movió 1,3%. En el caso del relevamiento en los supermercados, en los mismos días, esa canasta de productos sumó solo 0,2%. Los privados creen también, según sus propios números, que el actual mes puede no mostrar una aceleración. En el contexto inflacionario que se vive en la Argentina, en el Gobierno se festejan hasta los laterales.

Sin embargo, los expertos explican que la inflación no es un fenómeno lineal y que sus motores (emisión monetaria y descalce entre oferta y demanda de dinero, déficit fiscal, graves distorsiones de precios, falta de reservas, y expectativas de problemas con el dólar en medio de la incertidumbre electoral) siguen allí, agazapados para entrar a la cancha.

Un solo dato ilustrativo: el financiamiento al Tesoro a través del “vaciamiento” del Banco Central (BCRA) llega a US$85.700 millones durante la gestión del actual gobierno, según EcoGo. Ese número, sin embargo, aún no superó el que se registró en el segundo mandato de Cristina Kirchner (US$104.900 millones). Se entiende por qué la vicepresidenta afirma, a diferencia de su ministro de Economía, que la emisión no general inflación.

Con esa oferta de pesos y una demanda estable (que no es tal), el piso de inflación es de 7% mensual hasta fin de año, estimaron en Anker, la consultora del ex secretario de Finanzas, Luis Caputo. Eso sin sobresaltos con el dólar.

Massa y Leonardo Madcur mantenían en las últimas horas reuniones virtuales con el Tesoro de los EE.UU. para destrabar la trabajosa quinta revisión del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Hasta no tener todo cerrado, no viaja nadie. Cuando esté todo cerrado, viajan a escribir. Y cuando esté todo escrito, viaja Massa. De rehén en Washington no lo van a tomar”, comentaban en el Palacio de Hacienda sobre los boarding passes que no se terminan de imprimir nunca. El ministro apostaba a cerrar el lunes pasado. Blindar los adelantos de los desembolsos es un desafío complejo.

Justamente, el primer trabajo de los economistas de Unión por la Patria –liderados por el ex secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti- denunció en un documento que “la ampliación de la denominada ‘brecha cambiaria’ es un síntoma de las presiones devaluatorias de los agentes económicos más poderosos, entre los que incluyen al FMI”. Por las dudas, para llevar tranquilidad, Cristina Kirchner en Santa Cruz admitió: “No tenemos dólares”. Luego reclamó diálogo a todos los sectores políticos para abordar “el terrible tema del endeudamiento con el FMI”.

Un asado en La Ñata

El ex ministro Martín Guzmán cree que los adelantos de dólares del Fondo llegarán para no tener que hacer revisiones durante el proceso electoral. Eso le dijo a Daniel Scioli, el hombre de Alberto Fernández en las PASO de Unión por la Patria, el rebranding del Frente de Todos. Se juntaron el domingo pasado a las 11 en La Ñata. Jugaron a un pádel-tenis adaptado. “Tuve 8 match points, pero al final me ganó”, contaron que dijo Scioli a quien Guzmán le explicó algunos gráficos –no eran de su autoría- que mostraban cómo la renuncia de Máximo Kirchner como presidente del bloque del Frente de Todos en Diputados en la negociación con el Fondo había disparado casi 20 puntos la inflación interanual hasta la llegada de Massa. Mientras comían un rico asado. Scioli no descarta ni confirma a Guzmán en su armado. El ex ministro tiene una “excelente” relación con el motonauta desde hace tiempo y suelen hablar de economía, energía, planes de infraestructura para el desarrollo, y política exterior. Por ahora, Guzmán está contento con el devenir de Suramericana, su fundación. Así la define. Quien reflexiona sobre una candidatura a diputado por la Ciudad en ese espacio es Matías Kultas, por caso.

“La forma en la que salió el programa del Congreso y la ausencia de apoyo político de una parte de la coalición generó inconvenientes para la implementación del programa”, dijo esta semana Fernando Morra en Canal E. Era el viceministro de Guzmán y hoy es uno de los alfiles de su think thank. “El programa económico no tuvo el apoyo político que tiene que tener un programa para cumplir con sus objetivos y además estuvo afectado por factores externos como la guerra y la sequía. Ese programa que trazamos nunca se pudo implementar”, señalaron sobre el hijo de la vicepresidenta.

“El BCRA cambió su función de reacción, es decir, modificó la forma en la cual respondía con movimientos en la tasa de política ante subas en la tasa de inflación”, dice el informe de mayo de la consultora de Guzmán sobre la entidad que dirige Miguel Pesce. “En lugar de definir las tasas de política en función de un objetivo de reducción de la inflación y buscando alinear precios e ingresos, la definición de la misma comienza a responder a la inflación observada. Si bien desde la primera revisión el staff report mencionaba que la inflación utilizada para la definición de la tasa real combinaba la inflación núcleo de períodos anteriores, junto con un pronóstico que incluía el mercado de futuros de dólar, se aclaraba que ‘las decisiones también se basan en el juicio y otras medidas de inflación prospectivas’”, indicó.

“A partir de la segunda revisión, esta aclaración desapareció, al tiempo que la forma en la determinación de las tasas de interés se hizo más dependiente de la inflación pasada. Esta forma de manejo de las tasas hizo que cualquier ‘sorpresa o shock inflacionario’ se incorpore en la determinación de la tasa de política, sin considerar la naturaleza transitoria o permanente del incremento en los precios. De este modo, el pasado influye en la trayectoria futura de la tasa de política, que adquiere un carácter ‘acomodaticio’ y ‘no prospectivo o mirando hacia adelante’”, señaló el documento.

Para Guzmán, la única forma de pagar la tasa a esos niveles es con inflación. El ex ministro cree que en la Argentina la tasa de política monetaria tiene poco impacto en el crédito privado, pero sí golpea el costo del crédito público (por la llamada “bola de Leliq”), y eso se paga con inflación. Guzmán le dijo a Scioli, cuentan, que ve una inflación estabilizada en niveles altos, una desaceleración de la actividad y que el Fondo no va a empujar a la Argentina al abismo.

Un té en Palacio Duhau

El miércoles por la tarde, cerca de las 18, Patricia Bullrich llegó al Palacio Duhau para presentar su programa entre los poderosos dueños de las empresas más importantes nucleados en la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Los temas económicos fueron los de siempre: el respeto a las instituciones, las condiciones para que el sector privado florezca (o no desaparezca), la altísima inflación, la presión tributaria excesiva sobre el sector formal, la carencia de una moneda respetada, la vigencia de varios tipos de cambio, las restricciones arbitrarias en el comercio exterior, los controles de precios, entre otros. Bullrich fue con parte de su equipo: Luciano Laspina, Enrique Cristofani y Alejandro Föhrig.

Prometió “un capitalismo de reglas”. Todo fue amor en el comunicado. Pero hubo algunas dudas.

Estuvieron Luis A. Pagani, Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Sebastián Bagó, Carlos Miguens, Cristiano Rattazzi, Federico Braun, entre otros. Magnetto no dijo nada. Rocca, contaron, estaba preocupado por “la herencia”.

Detrás, los resquemores fueron políticos. El “Evento Schiaretti” de las últimas semanas abrió dos interrogantes entre el llamado círculo rojo. ¿Es posible hoy una ruptura en Juntos por el Cambio? ¿Las tensiones podrán digerirse o subsanarse pasadas las elecciones para encarar las reformas profundas que necesita la Argentina?, se cuestionó a Bullrich.

La precandidata presidencial sorprendió con su respuesta, contaron. Dijo que dialogará con todos los sectores, pero después de las elecciones. Primero debe quedar claro “de quién son los votos”. Luego se sentará con todos, hasta con Schiaretti, pero para “impulsar el cambio”, aclaró. Le preguntaron entonces por la relación con Rodríguez Larreta. “El día después de las elecciones, gane quien gane, nos vamos a sentar a desayunar juntos”, tranquilizó a su auditorio.

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