El crimen que desnuda un sistema político

Cristina Kirchner ha confesado que el sufrido objetivo del peronismo en las elecciones de este año es entrar al ballotage. Es decir: evitar la catástrofe que significaría salir tercero. En homenaje a ese propósito hasta decidió un cambio de nombre. Ahora el Frente de Todos se llama Unión por la Patria. En este contexto, en el que no hay un solo voto por arriesgar, estalló en Chaco el escándalo por el asesinato de Cecilia Strzyzowski, la nuera del líder piquetero Emerenciano Sena. Antes de ir a las urnas el domingo que viene, los chaqueños comenzaron a marchar como expresión de luto y de protesta. Sena es un engranaje principal del oficialismo en la provincia. Su agrupación, Socialistas Unidos por el Chaco, se preparaba a postularlo como candidato a ocupar una banca en la Legislatura. Pero estos detalles son los que menos hay que tener en cuenta para comprender el alcance político de esa muerte. Lo más dramático es que a través de ella alcanzan a verse con demasiada nitidez los rasgos de un estilo político que se extiende por muchas más provincias y que el kirchnerismo ha fortalecido.

Cecilia desapareció el 1 de junio. Pero el sábado pasado, mientras la policía seguía buscándola, las autoridades de la provincia, en una reunión que se realizó en la Casa de Gobierno, comunicaron a su madre, Gloria Romero, que la joven estaba muerta. Es lo que relató la señora Romero ante Nicolás Wiñazki y Santiago Fioritti el martes por la noche, en el canal TN.

Caso Cecilia Strzyzoswki: los indicios que alimentan la hipótesis de que la joven fue asesinada y hubo un complot para ocultar el cuerpo

La última vez que se había visto a la víctima con vida fue al ingresar a la casa de los Sena acompañando a su pareja, César, el hijo del piquetero. A partir de ese momento su peripecia es conjetural. Pero truculenta. Se supone que allí la mataron, descuartizaron su cadáver y lo llevaron hacia un campo de la familia para incinerarlo. El abogado de César Sena explicó ayer que, ante las pruebas que le presentaron, decidió renunciar a la defensa.

Con independencia de la sórdida crónica policial, la muerte de Cecilia Strzyzowski expone un sistema que no resiste la exhibición pública. Reaparece lo que ya se había visto en Jujuy, con Milagro Sala, o en los negocios desarrollados por Sergio Schoklender a través del programa “Sueños Compartidos”: un aparato de poder económico y político edificado sobre la privatización de la acción social. Emerenciano Sena ha controlado durante años programas estatales de construcción de viviendas, escuelas, centros de recreación, al amparo de Jorge Capitanich y, antes, de Domingo Peppo, quien llegó a inaugurar un natatorio en un barrio que se llama Emerenciano Sena.

Esta urdimbre en la que se cruzan lo público con lo privado obedece a una estrategia de poder: convertir a la acción social de provincias asoladas por la pobreza en un recurso de facción, que busca instaurar un régimen de partido único.

Hay más aberraciones que aparecen a la sombra del drama de la joven Strzyzowski. La madre recibió la noticia de su muerte de labios de un policía en la Casa de Gobierno. Curioso procedimiento para una gestión, la de Capitanich, que se puso al frente del reclamo por la división republicana de poderes alentando el juicio político a la Corte Suprema de Justicia. Nada que no se conozca en regímenes feudales. Sin ir más lejos, Alberto Rodríguez Saá fue a buscar a su delfín en la gobernación de San Luis al Tribunal Superior de la provincia, donde el derrotado Jorge Fernández se desempeñaba como magistrado. Pasión por el lawfare.

Capitanich, que soñaba hasta hace poco beneficiarse del dedo de Cristina Kirchner como integrante de la fórmula presidencial, debió imprimir ayer un mínimo de decoro en esa escena impresentable. La desgraciada muerte de Cecilia, según muchos indicios a manos de la familia del socio piquetero del gobernador, terminó de incendiar la provincia a días de unas elecciones a las que el peronismo chaqueño concurre fracturado. Para mostrar interés en el esclarecimiento del caso, Capitanich instruyó a la Secretaría de Derechos Humanos a que intervenga en la causa. Y aclaró que la investigación la lleva adelante el fiscal. No la Policía que comunicó a Gloria Romero la muerte de su hija.

Por suerte ayer habló Capitanich. Su silencio comprometía más y más al oficialismo nacional. En esa fuerza se ensayan mil recursos para evitar el derrumbe electoral. Hasta ahora Cristina Kirchner y su feligresía negaban a Alberto Fernández y su malhadada administración. Pero desde anoche empezaron a negarse a sí mismos. Como si recurriera a la vieja sabiduría cabalística, el Frente de Todos cambió de marca para llamarse Unión por la Patria. Lo sabe bien el Presidente: es el ardid típico de compañías de seguros enfrentadas a un quebranto insuperable. El rebranding recuerda también aquella anécdota atribuida a un prestigioso periodista radial al que la esposa había descubierto in fraganti en su enésima aventura fuera del matrimonio. Acorralado por lo inocultable, sólo atinó a argumentar: “No soy yo”. Se le habían acabado las coartadas.

La vicepresidenta había ya ensayado algunas maniobras retóricas para tomar distancia de su “gólem”. Como cuando dijo, refiriéndose a estos cuatro años de gobierno, “este partido no se jugó”. Indigno de participar de la nueva aurora, el Presidente será en adelante, en el plano simbólico, el solitario líder de esa estatua de sal recordada como Frente de Todos. Fantasías a las que recurre la impotencia.

A la batalla nominalista sigue en estas horas la disputa reglamentaria. ¿Qué porcentaje de votos hay que obtener en la primaria para integrar la lista definitiva del frente? El kirchnerismo bonaerense pretendía ayer que ese piso fuera del 40%, en una negociación que llevaban ayer adelante Máximo Kirchner y Alberto Pérez, el principal gerente de Daniel Scioli, que pedía 20%. Se terminó fijando en 30%, lo que da derecho al perdedor a introducir un candidato en el quinto lugar. Una curiosidad: en la Capital, donde es minoría, el kirchnerismo pedía un piso generosísimo del 15% para la lista de legisladores locales. Mucho más bajo que el que reclamaba Scioli.

Las conversaciones produjeron irritación, sobre todo por la versión, lanzada desde la Casa Rosada, de que el diputado Kirchner quería vetar la participación de Parte, el partido del Presidente, en la nueva coalición. La inclusión de ese partido había sido acordada por Kirchner y Juan Manuel Olmos, la noche del martes a última hora. Hoy Olmos es una pieza clave del PJ, por su habilitación, casi exclusiva, para dialogar con todos los actores.

Anoche, en queja por las pretensiones kirchneristas, algún chistoso ironizaba diciendo que la nueva agrupación se llama “Unión por El Patria”. Cambio de piel, cambio de género. Más cruel fue el sarcasmo de llamarlo “Unión por la Plata”, surgido de las entrañas del macrismo. Alberto Fernández ayer ironizó sobre las restricciones porcentuales de sus adversarios: “Cuando yo quería competir me pedían que me bajara porque era imposible plantear una PASO al Presidente. ¿Y ahora no las quieren?”. Si algo no tolera Fernández es la incoherencia.

Mientras se discutían estas reglas, las candidaturas fueron decantando. Este miércoles por la noche parecía confirmarse que Axel Kicillof se postulará para la reelección en la provincia de Buenos Aires. En cambio, la identidad del aspirante a presidente siguió siendo una incógnita. Una evidencia de esa indefinición es que desde la izquierda kirchnerista se mantuvo la presión sobre Cristina Kirchner para que no bendiga a Sergio Massa. O, dicho de otro modo, para que señale a Eduardo “Wado” De Pedro. Alicia Castro, desde Soberanxs, denunció las maniobras de Massa para despegarse del Presidente. Mañana esta agrupación se reunirá para endurecer estas críticas. Juan Grabois, por su lado, insistió con que sólo se alineará con lo que disponga la señora de Kirchner si promueve a un candidato “de la generación diezmada”, que es un modo de decir “De Pedro”. Como es sabido, Massa no está para ser diezmado, sino para diezmar.

El ministro de Economía se ufanaba ayer de que el índice de inflación haya refutado los vaticinios de los economistas. La de mayo aumentó 7,8% respecto de abril. Es decir, menos que el 8,4% que había subido en abril respecto de marzo. Los pronósticos hablaban de 9%. Es envidiable Massa. Tiene siempre motivos para estar contento. Anualizado, el nuevo índice habla de una inflación del 114,2%. Otra decepción con la que el Gobierno mortifica al Presidente, quien ayer afirmó que “no se puede vivir con una inflación del 100%”. Maldita guerra.

Para entender la dinámica económica, los candidatos de la Casa Rosada abrevan en el exministro Martín Guzmán. Ellos creen que la gestión del exministro va mejorando a medida que se prolonga la de Massa. Guzmán, interlocutor de Scioli, podría alegar que la inflación era del 3,9% antes de que Máximo Kirchner renunciara a la presidencia del bloque. También puede decir que Massa la hizo bajar de 7% a 4,9% en diciembre, para después perderla de control hasta el 7,8% de ayer.

Los que conocen la intimidad de la política antiinflacionaria de Economía aseguran que en el índice de ayer gravitó mucho la intervención de facto del Mercado Central, ejecutada por Raúl Díaz, quien llegó a la institución con el camino allanado por una oportuna inspección de la Aduana. Un esfuerzo por dominar los precios de las verduras y hortalizas que habían tenido un efecto nefasto en el índice de abril.

Massa ahora tiene que hacer frente al desafío más exigente: conseguir que el Fondo Monetario Internacional adelante los desembolsos previstos hasta fin de año. Casi nadie cree que pueda conseguirlo sin disponer de una devaluación mayor de la moneda. Es el abismo al que no quiere asomarse Cristina Kirchner.

La incógnita por las candidaturas permite calibrar el poder que la vicepresidenta sigue teniendo dentro de su agrupación. Ayer todos los partidos integrantes de Unión por la Patria firmaron su adhesión sin conocer la identidad de los postulantes kirchneristas. En la Casa Rosada se burlaban: “Al final, somos los únicos que tenemos un candidato firme. ‘Pichichi’”, como llaman al embajador en Brasil.

La inscripción de los frentes puso de manifiesto también las principales inquietudes de Juntos por el Cambio. El dato principal es que Juan Schiaretti presentó “Hacemos nuestro país”, la formación con la que, en teoría, competirá por la Presidencia. Es un desafío para Horacio Rodríguez Larreta, que lo soñó asociado a Juntos por el Cambio. Schiaretti ahora amenaza con quitarle votos potenciales a Larreta en las primarias, que funcionan como una elección general, en la que cada candidato puede aspirar a los electores de otras fuerzas. Nada que sorprenda: suelen ser los resultados de los experimentos de Guillermo Seita, infalible en proveer lo contrario de lo que promete. Ahora el empeño de Larreta es negociar con Schiaretti el modo de su participación en las primarias. El calendario es endiablado: si el cordobés desiste de postularse, debería hacerlo el próximo 24, en la víspera de las elecciones cordobesas.

Larreta imagina cada vez menos a Schiaretti como vice. Debe definirse entre Gerardo Morales o Facundo Manes. Morales es un aliado de Martín Lousteau. Por lo tanto, la alianza Larreta-Morales, que ya se manifestó en la discusión sobre Schiaretti, se proyecta sobre la interna porteña. ¿Puede Larreta apoyar a Jorge Macri, que es un aliado expreso de Patricia Bullrich? ¿Puede Larreta apoyar a Lousteau, que pertenece a otro partido? Los radicales pretenden liquidar ese dilema incorporando a un dirigente del Pro a la fórmula encabezada por Lousteau. Sería Emmanuel Ferrario, presidente de la Legislatura. Larreta cavila. No se anima todavía a la jugada. Jorge Macri intenta neutralizar la aproximación del jefe de Gobierno a los radicales con el armado de una mesa de campaña en la que están representadas todas las expresiones porteñas del Pro. También el larretismo.

Un llamado de Bullrich a Larreta destrabó la negociación por el reglamento y Juntos por el Cambio mantendrá el nombre

Así como la discusión por los porcentajes fue muy tensa entre los peronistas bonaerenses, también fue durísima en Juntos por el Cambio de la Ciudad de Buenos Aires. Allí Jorge Macri pretendió imponer un porcentaje muy elevado como piso para introducir diputados en las listas. Un intento de desalentar la candidatura de Ricardo López Murphy, que quita votos a Macri, sobre todo entre quienes lo ven como un forastero: sigue siendo intendente de Vicente López en uso de licencia. Mauricio Macri, que es a quien Jorge debe su carrera porteña, hizo todo por convencer a Patricia Bullrich de retirar la candidatura de López Murphy. Hasta se le sugirió que le ofrezca la vicepresidencia. Bullrich no quiso o no pudo. Este miércoles, su fórmula estaba a punto de integrarse con Carlos Melconián, de quien se espera que le aporte discurso económico. A última hora de la noche el acuerdo no se había oficializado. Por eso la conducción del radicalismo bonaerense no declinaba sus expectativas por una fórmula Patricia Bullrich-Maximiliano Abad. Este acercamiento obedece a un factor poderosísimo: la enemistad entre Abad y su mentor, Jesús Rodríguez, con Emiliano Yacobitti, el líder de la UCR porteña y padrino de Lousteau. Esa animadversión, que se prolonga a través de varias reencarnaciones, organiza las relaciones de los radicales con el mundo.

De la misma manera, la vida íntima del Pro se automatiza alrededor de un duelo de liderazgo: Mauricio Macri contra Larreta. La última manifestación de esa contienda apareció en un, en apariencia, inocente mensaje de TikTok. Es el que lanzó Larreta, simulando una sesión psicoanalítica. Tendido sobre el diván, observa las figuras que el terapeuta le va mostrando en sucesivas láminas. Cuando aparece la de Gaturro, obvia combinación de gato y turro, confiesa no identificarlo. Sólo después de un esfuerzo recuerda de quién se trata. Macri, el “Gato”, sigue anotando.

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