WASHINGTON.- Apenas comenzó su discurso en Bedminster, su exclusivo club de golf en Nueva Jersey, Donald Trump lanzó un ataque frontal con su sello, horas después de haberse declarado inocente en la causa de los documentos clasificados en un tribunal federal en Miami, Florida.
“Hoy fuimos testigos del poder abusivo más malvado y atroz en la historia de nuestro país, algo muy triste de ver. Un presidente en funciones corrupto hizo arrestar a su principal oponente político por cargos falsos y fabricados de los cuales él y muchos otros presidentes serían culpables, justo en medio de una elección presidencial en la que está perdiendo por mucho”, lanzó Trump. “Esto se llama interferencia electoral y otro intento más de manipular y robar una elección presidencial. Pero lo que es más importante, es una persecución política, como algo sacado directamente de una nación fascista o comunista”, se despachó.
Acorralado como nunca en su convulsionada carrera política, Trump desplegó ante su público el libreto con el que se defenderá durante la campaña presidencia: se presentó como una víctima, un político inocente y perseguido en un país “en un serio declive”, donde un presidente puede encerrar a sus adversarios cuando se le antoje, tal como ocurre en Cuba o Venezuela, fue el mensaje que dio su entorno. Al terminar su mensaje, media hora después, Trump completó su relato atacando al presidente, Joe Biden, a quien calificó como el “más corrupto en la historia de nuestro país”, y prometiendo abrir una investigación para meterlo preso, exactamente lo mismo que, en su visión de la realidad, le hicieron a él.
“Este día pasará a la infamia y Joe Biden será recordado para siempre no solo como el presidente más corrupto en la historia de nuestro país, sino quizás aún más importante, el presidente que junto con una banda de sus matones, inadaptados y marxistas más cercanos, trató de destruir la democracia estadounidense”, siguió Trump. “Pero fracasarán y ganaremos más y mejor que nunca”, prometió.
Trump ensayó esta defensa –un intento por dar vuelta la imputación y ofrecer una realidad alternativa– unas horas después de convertirse en el primer expresidente en ser acusado formalmente de un delito federal en la causa de los documentos clasificados. Trump fue acusado con 37 cargos por haberse llevado indebidamente cientos de documentos clasificados de la Casa Blanca al dejar la presidencia, retenerlos, divulgarlos a personas sin acceso de seguridad, y obstruir los intentos de las autoridades por recuperarlos.
Los documentos incluían secretos militares, como información sobre el arsenal nuclear de Estados Unidos y de otros países, y planes de ataque del Pentágono. Entre las evidencias hay una grabación en la que Trump admite que podría haber desclasificado el material cuando era presidente, pero no lo hizo. Trump quedó en libertad, a la espera del juicio más serio y políticamente sensible que enfrenta hasta ahora, y que podría enviarlo a prisión por el resto de sus días.
Interna republicana
La causa generó una ruptura en el Partido Republicano. Congresistas y senadores leales a Trump salieron a defenderlo y acusaron al gobierno de Biden de politizar el Departamento de Justicia, una adaptación norteamericana del argumento del lawfare que se ha escuchado en la Argentina, Brasil o Ecuador. Pero otros exfuncionarios trumpistas –el más notable, Bill Barr, el fiscal general durante su presidencia–, expertos legales, y figuras y candidatos presidenciales del Partido Republicano se han despegado del magnate y su defensa, y tomaron muy en serio la acusación del gobierno federal. El último en hacerlo fue Mike Pence, antaño vicepresidente de Trump, y ahora su rival en la interna.
“Tuve la oportunidad de revisar la acusación durante el fin de semana. Y esta acusación contiene cargos graves. Y no puedo defender lo que se alega”, dijo Pence en una reciente entrevista televisiva.
Pence se sumó a otros antiguos aliados de Trump que ahora se pararon en la vereda de enfrente. Antes de Pence, los también candidatos presidenciales Nikki Haley y Chris Christie se habían distanciado de la defensa trumpista. Haley dijo que Trump fue “imprudente” al manejar información sensible, y Christie dijo que Trump se tiró la causa encima él solo con todo lo que hizo. La contracara trumpista la brindó la congresista Marjorie Taylor Greene, una de las más férreas aliadas de Trump en el Capitolio y una de las figuras más controvertidas.”Este es un país comunista. Nos han tomado el control. No son los Estados Unidos que todos pensábamos que todos teníamos. Ya no somos un país libre.”, dijo Greene en un video que publicó en sus redes.
La línea de defensa trumpista ya había sido anticipada afuera del tribunal en Miami por la vocera legal de Trump, Alina Habba, cuando dijo que Estados Unidos estaban en un punto de inflexión. “El enjuiciamiento de un líder político opositor es el tipo de cosas que se ven en dictaduras como Cuba y Venezuela. Allí es un lugar común que los candidatos rivales sean procesados, perseguidos y encarcelados. Lo que se le está haciendo al presidente Trump debe aterrorizar a todos los ciudadanos de este país”, dijo Habba.