Qué hace falta para que Ucrania considere un éxito su contraofensiva

“No lo llamen contraofensiva”, dicen los ucranianos. “Esta es nuestra ofensiva. Nuestra oportunidad de expulsar por fin al ejército ruso de nuestra tierra”.

De acuerdo, pero ¿qué hace falta para tener éxito?

En primer lugar, no nos distraigamos con los recientes avances territoriales de Ucrania -muy peleados pero minúsculos- al recuperar oscuros pueblos medio abandonados en las regiones orientales de Donetsk y Zaporiyia.

Después de meses de estancamiento, las imágenes de soldados ucranianos victoriosos, con visibles signos de haber estado en la batalla, enarbolando la bandera azul y amarilla de su país frente a un edificio acribillado a balazos es una grata inyección de moral para los ucranianos pero, desde un punto de vista estratégico, se trata de un espectáculo secundario.

La zona del territorio ruso más importante en esta campaña está en el sur: el área entre la ciudad de Zaporiyia y el mar de Azov.

El llamado “corredor terrestre”, que conecta Rusia con Crimea anexionada ilegalmente, apenas ha cambiado en la parte central de esa franja desde que empezó la invasión el año pasado.

Si Ucrania puede dividir ese corredor en dos y mantener el terreno que ha recuperado, entonces su ofensiva habrá tenido un gran éxito.

De esa manera, cortaría el paso a las tropas rusas en el oeste y dificultaría el reabastecimiento de su guarnición en Crimea.

No significa necesariamente el fin de la guerra -que algunos predicen ahora que podría prolongarse durante años-, pero pondría a Ucrania en una fuerte posición negociadora cuando finalmente se celebren las inevitables conversaciones de paz.

Pero los rusos miraron el mapa hace tiempo y llegaron a la misma conclusión.

La respuesta de Rusia

Mientras Ucrania enviaba a sus soldados a países de la OTAN para entrenarse y preparaba sus 12 brigadas blindadas para esta campaña de verano, Moscú dedicaba ese tiempo a construir lo que ahora se denomina “las más formidables fortificaciones defensivasdel mundo”.

Bloqueando el camino de Ucrania hacia la costa -su propia costa, no lo olvidemos- hay capa tras capa de campos de minas rusos, búnkeres de hormigón que bloquean tanques (conocidos como “dientes de dragón”), posiciones de fuego y trincheras lo suficientemente anchas y profundas como para detener en seco a un tanque Leopard o Abrams.

Todo ello está cubierto por zonas de impacto de artillería predeterminadas y calibradas para hacer llover explosivos de gran potencia sobre los blindados ucranianos mientras éstos y sus tripulaciones esperan a que sus ingenieros encuentren la forma de atravesarlas.

Ucrania aún no ha comprometido el grueso de sus fuerzas, por lo que se trata de ataques de sondeo y reconocimiento, diseñados para revelar el paradero de la artillería rusa y buscar zonas vulnerables en sus líneas.

A favor de Ucrania está la moral. Sus soldados se encuentran muy motivados y luchan por liberar a su propio país de un invasor.

La mayoría de las tropas rusas no comparten esa motivación, y en muchos casos su entrenamiento, equipamiento y liderazgo son inferiores a los de Ucrania.

El Estado Mayor en Kyiv espera que, si consiguen un avance suficiente, el hundimiento de la moral rusa se contagie y se extienda por todo el frente de batalla a medida que las desmoralizadas tropas rusas pierdan las ganas de luchar.

También juega a favor de Ucrania la calidad del armamento proporcionado por los países de la OTAN.

A diferencia de los vehículos blindados de diseño soviético, los tanques y vehículos de combate de infantería de la OTAN a menudo pueden resistir un impacto directo, o al menos lo suficiente para proteger a la tripulación que va dentro y que sobrevive para seguir luchando.

Pero ¿será suficiente para contrarrestar la fuerza de la artillería rusa y los ataques de aviones no tripulados?

Rusia, como país mucho más grande, puede disponer de más recursos que Ucrania.

El presidente Vladimir Putin, quien inició esta guerra en primer lugar, sabe que si puede llevar a los ucranianos a un punto muerto que se prolongue hasta el próximo año, existe la posibilidad de que Estados Unidos y otros aliados se cansen de apoyar este costoso esfuerzo bélico y empiecen a presionar a Kyiv para que alcance un compromiso de alto el fuego.

Por último, está la cuestión de la cobertura aérea, o la falta de ella. Atacar a un enemigo bien atrincherado sin suficiente apoyo aéreo cercano es muy arriesgado.

Ucrania lo sabe, y por eso lleva tiempo pidiendo a Occidente que le suministre cazas F-16.

Estados Unidos, que los fabrica, no dio luz verde hasta finales de mayo, momento en el que ya estaba en marcha la primera fase preparatoria de la ofensiva ucraniana.

Para Ucrania, los F-16 pueden llegar demasiado tarde al campo de batalla para desempeñar un papel clave en las primeras fases de la contraofensiva.

Esto no quiere decir que los ucranianos vayan a perder.

Una y otra vez han demostrado ser ágiles, con recursos e inventivos. Consiguieron expulsar al ejército ruso de Jersón atacando sus centros logísticos de retaguardia hasta el punto de que los rusos ya no pudieron abastecer a sus tropas en esa ciudad del sur.

Equipada con armas de largo alcance como el misil de crucero británico Storm Shadow, Ucrania intentará hacer lo mismo ahora.

Pero en medio de todas las afirmaciones y retrocesos de una guerra de propaganda, pueden pasar semanas o incluso meses antes de que tengamos una imagen más clara de quién es probable que prevalezca en última instancia en esta guerra.

Frank Gardner

Corresponsal de Seguridad de la BBC

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