ROMA.- Había sido definido “técnicamente inmortal” por uno de sus médicos personales, Umberto Scapagnini, que se jactaba de prepararle un “elixir de larga vida” y que falleció en 2013. Pero a los 86 años y con una salud ya frágil y deteriorada, el cuatro veces ex premier y magnate de los medios, Silvio Berlusconi, que padecía leucemia crónica “desde hace tiempo” por la que recibía quimioterapia, murió hoy en el hospital San Raffaele de Milán, donde había ingresado el viernes pasado después de una larga hospitalización -de 45 días- que había concluido hace pocas semanas, por una pulmonía. Lo acompañaban su última pareja, Marta Fascina, su hermano Paolo y sus hijos.
Amado o detestado, porque no dejaba a nadie indiferente, Berlusconi será recordado por haber dominado la política italiana durante dos décadas, por haber sido un animal político que cayó y volvió a levantarse varias veces y por su pasado de escándalos judiciales y fiestas “bunga-bunga”. Estos no impidieron que, hasta el final, aunque en los últimos tiempos con menos peso, su figura inoxidable gravitara sobre la política italiana. Como líder de Forza Italia, era uno de los aliados de la actual coalición de gobierno liderada por la joven primera ministra, Giorgia Meloni, a quien íntimamente no le perdonaba haber llegado a superarlo con creces.
Fundador del coloso televisivo Mediaset y hasta abril de 2017 dueño del club Milan, el Cavaliere apareció como outsider de la política en 1994 y desde entonces se convirtió cuatro veces jefe de gobierno. Con 3340 días en el poder, consiguió ser el primer ministro más longevo de la Italia republicana. La última vez se vio obligado a renunciar -en noviembre de 2011- en plena tormenta financiera, presionado por los mercados y por sus socios europeos, en medio de los abucheos de la gente.
En octubre de 2012 fue condenado a cuatro años de prisión por fraude fiscal, pena que expió yendo a ayudar a un centro de ancianos. Playboy empedernido, casado dos veces y padre de cinco hijos, en marzo de 2015 fue absuelto en el denominado caso “Ruby”, en el que estaba acusado de incitar a una menor a la prostitución y de abuso de poder. En mayo de 2018, un Tribunal de Milán volvió a habilitar a acceder a cargos públicos.
Después de Benito Mussolini, se cree que Berlusconi es el italiano sobre el cual más se ha escrito, el que ha inspirado más ensayos, tesis de licenciatura, novelas, películas, poesías, comedias.
En el exterior siempre lo consideraron divertido, parecido al famoso actor italiano Alberto Sordi. “Berlusconi expresa de hecho muy bien el alma de un país que no se puede tomar en serio”, escribió el periodista y escritor italiano Francesco Merlo.
Populista de derecha, que más de una vez apeló a la cirugía estética para mejorar su look –un verano, para ocultar un trasplante capilar se puso un pañuelo estilo pirata durante una visita de Tony Blair-, por el magnetismo que generó y su demagogia, a Berlusconi muchas veces lo compararon con dos figuras argentinas: Juan Domingo Perón, y Carlos Saúl Menem.
Su vida
Nacido en Milán el 29 de septiembre de 1936, Berlusconi, un self-made man, empezó cantando en cruceros y vendiendo aspiradoras. Hijo de “mamma” Rosa y de Luigi Berlusconi, un empleado bancario, el Cavaliere estudió Derecho.
Su meteórica carrera empresaria comenzó con la construcción de enormes barrios residenciales en Milán, presuntamente con dinero reciclado de la mafia siciliana. El gran salto fue a fines de la década del 70, cuando decidió convertirse en un zar de las comunicaciones y creó Canale 5, la más importante de sus tres redes de Mediaset, el mayor grupo privado de TV italiano, que incluye también a Italia 1 y Rete 4.
Otros emprendimientos lo llevaron a ser dueño de Fininvest, el holding que controlaba Mediaset, el Milan, un gran banco (Mediolanum), la principal editorial italiana (Mondadori), un diario (Il Giornale), una revista (Panorama), sin contar empresas vinculadas con la telefonía, la publicidad, los seguros y la construcción. Un verdadero imperio que -si bien en los últimos tiempos pasó a estar en manos de sus hijos mayores-, siempre constituyó, estando en el poder, un enorme conflicto de intereses con su gobierno.
Aprovechando el vacío que había quedado en la centroderecha con la desaparición de la Democracia Cristiana tras el escándalo de corrupción de Tangentópolis, en 1994 de la nada Berlusconi creó Forza Italia, el partido que se inspira en el típico grito de aliento que en la cancha se le da a los “azzurri”. Novato en política, con su nuevo partido, cuyos colores también se inspiran a los de la camiseta de la selección, el “zar” ganó las elecciones de abril del 94, sorprendiendo a todos. Pero duró poco: su gobierno cayó en diciembre de ese mismo año, después de que su socio de la Liga Norte, Umberto Bossi, se retiró de su coalición. Esa traición le significó más tarde la derrota ante el Olivo de Romano Prodi, en abril del 96.
En 2001 y en 2006, sin embargo, pudo tomarse revancha. Utilizando nuevamente el caballito de batalla del “salvador” de Italia de las garras del comunismo, y la promesa de enriquecer a los italianos, derrotó ampliamente a sus rivales de centroizquierda. Pero en noviembre de 2011 debió irse, acorralado por una crisis de mercados que puso a Italia al borde de la bancarrota. Entonces el Cavaliere, humillado, se vio obligado a renunciar y fue reemplazado por el gobierno técnico del economista Mario Monti.
Amigo del fallecido ex líder del Partido Socialista Italiano, Bettino Craxi -que lo ayudó con sus emprendimientos edilicios en Milán y que terminó exiliándose en Túnez para escaparse de la justicia italiana, que lo condenó por corrupción-, Berlusconi se vio envuelto en varios escándalos judiciales por corrupción, fraude, evasión y hasta vínculos con la mafia. Carismático como pocos, Berlusconi –un hombre acomplejado por su baja estatura (sus zapatos eran famosos por tener una suela interna que lo hacían parecer más alto-, jamás perdía la sonrisa. Siempre muy maquillado, incluso en sus últimos posteos en Facebook y Twitter, se lo veía sonriente. Apodado por sus detractores “el Caimán” –como la película sobre él de Nanni Moretti-, vestía siempre trajes azul oscuro cruzados, con corbatas al tono, y, en tiempos mozos, era un apasionado del jogging, que obligaba a hacer a sus súbditos, para que todos se mantuvieran en forma. Siempre fue un gran admirador de Napoleón, personaje con quien se comparó, así como con Churchill, y hasta Jesucristo.
Su amistad con el presidente ruso, Vladimir Putin, a quien le envió para su último cumpleaños 20 botellas de vodka, según confesó, le valió un duro enfrentamiento en octubre pasado con Meloni, cuya política exterior está totalmente alineada con la OTAN y al lado de Ucrania. En un audio que se filtró y generó una tormenta política, Berlusconi culpó al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, de haber prácticamente obligado a Putin, tras sus ataques en el Donbass, a “inventar” una “operación especial”.
Famoso por contar chistes, por sus gaffes e incontinencia verbal, aunque siempre apeló al voto de los católicos y fue un firme aliado de la Iglesia y el Vaticano, Berlusconi, mujeriego empedernido, se casó dos veces. La primera vez se casó con Carla Dall´Oglio, de la que se divorció y tuvo dos hijos -Piersilvio y Marina-, y la segunda, con la ex actriz y vedette Veronica Lario, con quien tuvo otros tres hijos: Luigi, Barbara y Eleonora. Su matrimonio con Lario terminó en un divorcio millonario y fue precedida por un escándalo público cuando la exactriz, que cultivaba el perfil bajo, en enero de 2007 rompió el silencio y le exigió públicamente a Berlusconi disculpas por haber cortejado a unas señoritas durante una noche de gala, en una carta abierta que le escribió en el diario La Repubblica.
Después del período de las fiestas “bunga-bunga”, pareció tener un momento de estabilidad cuando estuvo varios años en pareja con Francesca Pascale, 48 años menor que él y que en julio del año pasado se casó con la cantante Paola Turci. En los últimos años -en los que fue teniendo diversas internaciones por problemas de salud, incluso por Covid 19-, su “mujer” fue la diputada Marta Fascina, de 33 años, que estuvo a su lado hasta el final.
No logró el sueño de convertirse en presidente de Italia, que de todos modos le reservará lugar en los libros de historia.